La iluminación espiritual

Verdad comunicada

Cuento Zen (184)

La Verdad es concreta...

En cierta ocasión, un monje le dijo a Fuketsu:

Una vez te oí decir algo que me desconcertó, a saber, que la verdad puede ser comunicada sin hablar y sin guardar silencio. ¿Querrías explicármelo?

Y Fuketsu respondió:

Cuando yo era un muchacho y vivía en el Sur de China, ¡ah, cómo cantaban los pájaros entre las flores en primavera...!

MORALEJA

Pienso, luego soy inconsciente. En el momento de pensar habito en el mundo irreal de la abstracción o del pasado o del futuro.

En el principio fue el Verbo.

En el momento en que penetras en el mundo de las palabras empiezas a desviarte de lo que es. Cuanto más profundizas en el lenguaje, más te alejas de la existencia. El lenguaje es una gran falsificación. No es un puente, no es una comunicación, sino una barrera.

Si tu mente no crea palabra alguna, en ese silencio está Dios, o la Verdad, o el nirvana. En el momento en que aparecen las palabras, dejas de estar en tu propio ser. Te has alejado. La palabra te arrastra a un viaje que te aleja de ti mismo. De hecho, en realidad, no puedes alejarte de ti mismo, pero puedes soñar con ello. De hecho, siempre estás ahí, y solo puedes estar ahí, y en ningún otro sitio, pero no obstante, te duermes y puedes soñar mil y un sueños.

Permíteme que te cuente una de las historias más bellas jamás inventadas, la de la caída de Adán. Dice la historia que Dios le prohibió a Adán comer del Árbol del Conocimiento. El zen estaría perfectamente de acuerdo, porque es el conocimiento lo que te hace estúpido, es el conocimiento el que no te deja saber. Adán era capaz de saber antes de comer el fruto del Árbol del Conocimiento.

En el momento en que comió conocimiento, en el momento en que se transformó en conocedor, dejó de saber. Perdió la inocencia y se tornó astuto y listo, se tornó comunicador de una verdad proveniente de la ilusión que crea la mente. Y así perdió la inteligencia. Sí, empezó a aumentar su intelecto, pero la inteligencia desapareció. El intelecto no tiene nada que ver con la inteligencia; es justo lo contrario, lo opuesto. Cuanto más intelectual eres, menos inteligente acabas siendo.

El intelecto es un sustituto para ocultar tu inteligencia, así que la sustituyes mediante el intelecto. Resulta más barato, claro. Lo puedes adquirir en cualquier parte, hay en todos los sitios donde te la comunican mediante la palabra o los escritos. De hecho, la gente está siempre dispuesta a impartirte su conocimiento. Están listos a echar su basura encima de ti.

Adán se tornó conocedor; por eso cayó. Así pues, el conocimiento es la caída.

Existe un tipo de conocimiento totalmente distinto, en el que sabes y no obstante no sabes qué es qué. Se trata de un tipo de conocimiento muy difuso. No categoriza, no divide, es no analítico. Adán debía vivir en esa inocencia no analítica. La ciencia no era posible; la espiritualidad se derramaba sobre todo. Adán debe haber sido un místico antes de comer del Árbol del Conocimiento, igual que todos los niños. Todo niño es un místico cuando nace, y luego le arrastramos hacia la escuela, la educación y la serpiente.

La serpiente es la civilización, la cultura, el condicionamiento. La verdad no debe ser comunicada, la verdad es existencial y vivencial.