La iluminación espiritual

Realidad objetiva

Cuento Zen (198)

El filósofo obsequió al Maestro con una interminable disquisición sobre la realidad objetiva. Cuando concluyó, dijo el Maestro:

Lo que tú conoces no es la realidad, sino la percepción que tienes de ella. Y lo que experimentas no es el mundo, sino tu propio estado de ánimo.

Entonces, ¿es que la realidad no puede ser captada?

Sí… Pero solo por los que van más allá de sus pensamientos.

¿Y qué clase de personas son esas?

Las que se han liberado de ese gran protector que llamamos el «YO» porque, cuando el yo desaparece, cesa también la protección… y se ve el mundo en su desnuda belleza.

MORALEJA

No hay conocimiento que no esté, en algún grado, amenazado por el error y por la ilusión. Un conocimiento no es el espejo de las cosas o del mundo exterior. Todas las percepciones son a la vez traducciones y reconstrucciones cerebrales, a partir de estímulos o signos captados y codificados por los sentidos; de ahí, es bien sabido, los innumerables errores de percepción que, sin embargo, nos llegan de nuestro sentido más fiable, el de la visión.

Así pues, si no eres capaz de descubrir ese Ego que te lleva siempre a justificarte, a llevar razón, a considerarme el centro de todo lo que existe y sucede o caer en numerosos errores de percepción, jamás podrás conseguir esa madurez que me proporciona armonía, equilibrio y paz interior.

Míralo de esta manera: El mundo es de objetos, el mundo objetivo; a todo tu alrededor tus sentidos te lo reportan, tus ojos lo ven, tus oídos lo escuchan, tus manos lo tocan. El mundo objetivo es la primera capa de la existencia; si te pierdes en ello te mantendrás contento con lo más superficial.