La iluminación espiritual

Las palabras del silencio

Cuento Zen (25)

Un día Buda acudió a su asamblea de monjes con una flor en la mano. Tenía que hablar, pero no habló. Simplemente, se sentó y así continuó por largo tiempo. Todo el mundo se sintió inquieto y empezaron a susurrar de oreja a oreja. ¿Qué ocurre? ¿Por qué no habla hoy?. Él estaba sentado allí con una flor en la mano, una flor de loto, observándola, totalmente absorto en ella. Entonces alguien preguntó, ¿Acaso no vas a hablar?.

Buda dijo, Estoy hablando. ¡Escucha! Y permaneció en silencio.

Alguien más preguntó, Somos incapaces de comprender lo que está haciendo, señor. Está observando la flor y hemos acudido para oír algo de usted.

Buda dijo, Os he dicho muchas cosas que podían ser dichas. Ahora estoy diciendo algo que no puede ser dicho y si alguien lo entiende, que ría.

Solamente una persona rio, Mahakashyapa. No era nadie conocido anteriormente; nadie sabía nada de él. Este es el único incidente que se conoce. Mahakashyapa era su nombre.

Buda le dio la flor a Mahakashyapa y le dijo, Todo lo que podía decir lo he dicho a los demás y lo que no podía decir te lo he dicho a ti. Toma esa flor.

MORALEJA

Dicha historia ha sido discutida por generaciones y generaciones de estudiantes de Zen y la gente sigue interrogándose acerca de su significado. Cuando alguien sostiene una flor ante ti y te la muestra, está intentando que la veas. Si piensas, te pierdes la flor. La persona que no piensa, la que es ella misma, puede hallar la flor en toda su belleza y sonreír.

Cuando se permanece en silencio se es capaz de entender. La existencia se manifiesta sin palabras, una comunicación sin palabras que solamente el silencio puede escuchar.

El verdadero silencio llega cuando tu mente se disuelve, no mediante el esfuerzo, sino mediante la comprensión; no con práctica, sino mediante una consciencia interna.

El verdadero silencio está vivo, latiendo. El verdadero silencio es positivo, contiene energía, es inteligente, está atento, lleno de vida y entusiasmo. Contiene entusiasmo.

Cuando te aproximas a un Buda, él está en silencio debido a su inteligencia, está en silencio debido a su consciencia, está en silencio no porque se haya obligado a sí mismo a guardar silencio, sino que simplemente está en silencio porque ha comprendido la inutilidad de estar alterado. Está en silencio porque ha comprendido que no hay porque estar ni preocupado ni tenso. Su silencio nace de la comprensión. Rebosa comprensión. Cuando te aproximas a un Buda percibes una fragancia absolutamente distinta: la fragancia de la consciencia.