La iluminación espiritual

La anciana que ama

Cuento Zen (196)

Una anciana de noventa y cinco años estaba siendo entrevistada con motivo de su cumpleaños. La periodista le preguntó qué consejo daría a las personas de su edad.

Bueno, dijo la anciana, a nuestra edad es muy importante no dejar de usar todo nuestro potencial para amar; de lo contrario, este se marchita. Es importante estar con la gente y, siempre que sea posible, ganarse la vida prestando un servicio amoroso. Eso es lo que nos mantiene con vida y con salud.

¿Puedo preguntarle qué es exactamente lo que hace usted para ganarse la vida a su edad?

Cuido de una anciana que vive en mi barrio, fue su inesperada y deliciosa respuesta.

MORALEJA

El amor sana a todos: tanto a quienes lo reciben como a quienes lo dan.

Dar amor es realmente una experiencia muy hermosa porque entonces eres un emperador. Recibir amor es una experiencia muy pequeña, es la experiencia del mendigo. No seas un mendigo. Al menos, en lo referente al amor, sé un emperador, porque es una cualidad inextinguible en ti. Puedes dar todo lo que quieras. No te preocupes de que se pueda acabar, de que un día de repente descubras: ¡Dios mío! Ya no tengo ningún amor que dar. Eso nunca pasará, te lo aseguro.

El amor no es una cantidad; es una cualidad, y una cualidad de cierta categoría, que crece cuando la das y muere si la retienes. Si eres mísero con él, se muere. Por eso, sé generoso. No te preocupes de con quién, esta misma idea es propia de una mente avarienta: daré mi amor a ciertas personas que tengan ciertas cualidades.

No entiendes que tienes tanto; eres una nube de lluvia. A la nube de lluvia no le preocupa dónde tiene que descargar -sobre las rocas, en los jardines, en el mar-, no importa. Quiere descargar. Y esa descarga es un alivio tremendo.

Por tanto, el primer secreto es: no lo pidas y no estés esperando y pensando que lo darás cuando alguien lo pida. ¡Dalo!