JESÚS Y MARÍA MAGDALENA (CUENTO)

CUENTO ZEN (50)

Khalil Gibran, en su maravilloso libro Jesús, el Hijo del Hombre, cuenta una historia ficticia pero bellísima; en ocasiones, la ficción supera a la realidad.

María Magdalena mira a través de la ventana y ve que Jesús está sentado en su jardín bajo un árbol. El hombre es guapísimo. Ella había conocido a muchos hombres, era una prostituta famosa, incluso los reyes acudían a su puerta; era una de las flores más deseadas.

Sin embargo, nunca había conocido aun hombre como él, porque a una persona como Jesús le rodea un aura invisible que le confiere una belleza que no es de este mundo. Le rodeaba una especie de luz, un aura, la manera en que caminaba, la manera en que se sentaba, como si fuera un emperador vestido de mendigo. Parecía tan de otro mundo que Magdalena le pidió a sus criados que le invitaran, pero Jesús no aceptó. Les contestó:

—Estoy bien aquí. Este árbol es muy bello y da una buena sombra.

Entonces Magdalena tuvo que ir en persona y pedirle, rogarle a Jesús; no podía creer que nadie rechazara una invitación suya. Le dijo:

—Entra en mi casa y sé mi invitado.

Jesús le contestó:

—Ya he entrado en tu casa, ya me he convertido en tu invitado. Ahora no hace falta ya nada más.

Ella no podía entender. Le dijo:

—No, ven y no me rechaces; nadie me ha rechazado nunca. ¿No puedes hacerme ese pequeño favor? Sé mi invitado. Come hoy conmigo, quédate conmigo esta noche.

Jesús le contestó:

—Acepto tu invitación. Pero recuerda: aquellos que dicen que te aceptan, nunca te han aceptado; y ninguno de aquellos que dicen que te aman, te han amado nunca. Además te digo: yo te amo y solo yo puedo amarte.

Pero no entró en la casa; después de descansar un rato se marchó.

MORALEJA

¿Qué es lo que dijo Jesús?

Dijo: «Solo yo puedo amarte. Aquellos que no hacen más que decirte que te aman no te pueden amar, porque el amor no es algo que puedas hacer, es una característica de tu ser».

El amor tiene lugar cuando consigues una alma cristalina, un ser. Con ego nunca puede tener lugar; el ego quiere ser amado, porque ése es el alimento que necesita. Tú amas para convertirte en una persona necesitada. Traes al mundo hijos no para amar a los hijos sino para ser necesitado, para poder ir por ahí y decir: «¡Mira con cuántas responsabilidades estoy cumpliendo, cuántos deberes estoy llevando a cabo! Soy un padre, soy una madre...». Lo haces simplemente para glorificar tu ego.

A menos que abandones esta necesidad de ser necesitado no podrás ser un solitario. Ve al Himalaya; crearás una sociedad. Pero si desaparece la necesidad de ser necesitado, dondequiera que estés, aunque vivas en el mercado, en pleno centro de la ciudad, estarás solo.

Ahora intenta entender las palabras de Jesús:

«Bienaventurados sean los solitarios y los elegidos porque de ellos será el reino de los cielos; volveréis a él porque procedéis de él».

Recuerda: A menos que te conviertas en Jesús o en Buda, no podrás amar, porque solo aquel para el cual ha desaparecido la necesidad de ser necesitado puede amar.


DEFINICIONES DEL ZEN


El zen es una tradición ancestral que nació en la India y se expandió por China y Japón. Su propósito es lograr la iluminación, el estado de completa sintonía con la realidad tal cual es.

El zen no se basa en escrituras sagradas, rituales o ceremonias, sino en la meditación, el silencio y la conciencia plena.

El zen no busca dar soluciones, sino generar preguntas, cuestionar las creencias y los prejuicios, liberar la mente de las ataduras del ego y las ilusiones.

El zen utiliza las historias como un recurso para transmitir su esencia, pero no son historias ordinarias, sino historias que violan las reglas, que desafían la lógica, que asombran y desconciertan. Son historias que apuntan a lo esencial, lo que no se puede expresar ni pensar.

Las historias zen no son para entenderlas, sino para vivirlas, para dejarse impresionar por ellas, para despertar con ellas. Las historias zen son como dedos que indican la luna, pero no son la luna.

El maestro zen cuenta las historias con elegancia y humor, sin querer imponer nada, sino solo compartir su visión. El discípulo zen escucha las historias con interés y apertura, sin intentar analizarlas o juzgarlas, sino solo dejarse llevar por ellas.

Las historias zen son como semillas que se plantan en el corazón del oyente, y que pueden germinar en cualquier momento, dando frutos de sabiduría y compasión.

Las historias zen son un obsequio, una invitación a la aventura, una puerta abierta a lo desconocido.

En este blog te presentamos algunas de las historias zen más famosas y fascinantes, acompañadas de comentarios y reflexiones que te ayudarán a profundizar en su significado. Te invitamos a leerlas con calma y curiosidad, sin prisas ni expectativas, solo con la disposición a sorprenderte y aprender.

Esperamos que estas historias te inspiren y te acompañen en tu camino hacia la iluminación.