La iluminación espiritual

La hija que lloraba y gemía

Cuento Zen (9)

Esto le sucedió a Jorge cuando visito a Juan.

Juan es profesor en una universidad, y su esposa también es profesora. Ambos son personas muy inteligentes, con medallas de oro, certificados y licenciaturas. Solo tienen una hija, toca el piano, llorando y gimiendo. Así que Jorge le pregunto a su madre qué era lo que pasaba.

La madre me respondió: «Siempre quise ser músico y mis padres nunca me dejaron. Así que eso no va a pasarle a mi hija. Ella tiene que ser músico. Yo sufrí mucho porque mis padres no me dejaron y me obligaron a ser profesora. Pero yo no voy a obligar a mi hija a ser profesora, va a ser músico».

¡Y la hija no dejaba de llorar y gemir!

MORALEJA

Siempre hay que dar al otro la oportunidad de que sea él mismo, eso es comprensión, eso es amor. No forzar a los demás. Podéis albergar buenos deseos, pero los resultados serán malos. Un buen deseo no es suficiente en sí mismo; puede convertirse en un veneno. La cuestión no es tu deseo. La cuestión es saber dar libertad al otro par que sea él mismo o ella misma. Permitid que tu esposa sea ella misma; dejad que tu esposo sea él mismo; aceptad que tus hijos sean ellos mismos, no los forcéis.

Un hombre sabio te recibe no según él, sino según tú.

Ser uno mismo significa que uno viva todo el contenido de su mente de la forma menos implicada posible, significa eso exactamente, vivir como una consciencia: consciencia de todos los programas para los que la mente ha sido programada, consciencia de todos los impulsos, deseos, recuerdos, imaginaciones…, todo lo que la mente puede hacer. Uno no tiene que ser parte de ello o separarse -tiene que verlo, pero sin ser parte de ello-, observarlo.

Simplemente sé tú mismo: Simplemente, sé consciencia no condicionada, no programada. Así es como viniste al mundo y así es como la persona iluminada deja el mundo. Vive en el mundo, pero permanece totalmente separado.