La iluminación espiritual

Errores ajenos

Cuento Zen (167)

Hace mucho tiempo, había una posada llamada «La estrella de plata». El posadero, a pesar de que hacía cuanto podía por atraerse a la clientela esforzándose en hacer confortable la posada, atender cordialmente a los clientes y cobrar precios razonables, no encontraba manera de que le alcanzara el dinero. Desesperado, acudió a consultar a un Sabio.

El Sabio, tras escuchar sus lamentos, le dijo:

Es muy sencillo. Lo único que tienes que hacer es cambiar el nombre de la posada.

¡Imposible! Dijo el posadero. Se ha llamado «La estrella de plata» durante generaciones, y así se la conoce en todo el país.

¡No! Replicó el Sabio enérgicamente. A partir de ahora debes llamarla «Las cinco campanas» y colgar seis campanas sobre la entrada.

¿Seis campanas? ¡Eso es absurdo, si el aviso dice: cinco campanas! ¿Para qué va a servir?

Inténtalo, y lo verás, le respondió el Sabio sonriendo.

De modo que el posadero hizo lo que se le había dicho. Y sucedió lo siguiente: todo viajero que pasaba por delante de la posada entraba en ella para advertir al posadero acerca de un error, creyendo que nadie hasta entonces había reparado en ello. Una vez adentro, quedaba tan impresionado por la cordialidad del servicio, que se alojaba en la posada, con lo que el posadero llego a amasar la fortuna que durante tanto tiempo había buscado en vano.

MORALEJA

Debes haber oído lo que le pasa al que tiene EGO: el error de los demás viene a tentarlo. El ego quiere hacer presencia en todas partes; para poder existir. El ego quiere hacer presencia en todas partes; el ego para existir, necesitan algún error ajeno; si no, se siente mal. El ego no puede existir si a cada momento no está manifestando su prepotente presencia.

El ego no puede existir sin enemigos. Se necesita una lucha; real, irreal, eso es lo de menos. Si hay lucha, puede existir. Si no hay lucha, desaparece. Por eso, el mayor mensaje que te puedo dar es –recuérdalo- que tienes que llegar a un punto en el que se haya abandonado toda lucha. Solo entonces te trascenderás a ti mismo. Solo entonces no volverás a ser el pequeño «yo», el diminuto «yo» que eres. Lo trascenderás y te harás uno con la totalidad.

Recuerda: Hay pocas cosas que satisfagan más el ego que el corregir los errores de los demás.