La iluminación espiritual

El cuento de la tierra

Cuento Zen (241)

Érase una vez un planeta llamado Tierra que era feliz. Su aire estaba limpio y sin humos. Sus bosques eran verdes y llenos de vida. Sus océanos eran muy azules, con muchas especies de animales y libres.

Con el paso del tiempo y el progreso, los humanos fueron contaminando el planeta. Cada vez había más fábricas y coches, y el aire empezó a ensuciarse. Con tanta contaminación la Tierra empezó a calentarse y los seres vivos que en ella habitaban dejaron de estar tan felices.

Para conseguir madera, papel y mucho más, los humanos empezaron a talar bosques y muchos animales se quedaron sin hogar. Con menos árboles, el aire del planeta comenzó a ensuciarse aún más.

Los océanos, mares y ríos también comenzaron a llenarse de basura. El plástico contaminó el agua del planeta que acabó empachado de tantas botellas, bolsas, redes y otros desechos. Aparecieron tortugas atrapadas y ballenas atragantadas en las orillas de las playas.

Como cada vez hacía más calor, el hielo en la Tierra empezó a derretirse con fuerza. Entonces, animales que allí vivían como el oso polar o el pingüino, al no estar acostumbrados a tanto calor, empezaron a extinguirse.

Como las temperaturas no dejaban de subir, en otros lugares de la Tierra empezaron a haber grandes sequías. En los bosques, junglas y selvas de la Tierra hacía tanto calor que se provocaban incendios fácilmente. Por eso, muchas especies como el koala empezaron a morir.

MORALEJA

La Tierra hoy está muy enferma y tiene mucho calor. Necesita nuestra ayuda. Por eso, el final de este cuento, lo escribes tú…

Nuestro Gran Padre nos regaló un planeta hermoso lleno de vida, pero no fue para que acabáramos con esa vida sino para que cuidáramos de ella con amor y paz.

Cuida cada día más. No hace falta que te dediques a tu gente. Cuida todo lugar por donde pases de la tierra; sé un ciudadano responsable del planeta tierra.

No hace falta que te dediques al hogar, al trabajo, al vecino. ¡Cuídalos a todos! El hogar es tuyo, el trabajo es tuyo, igual que el vecino, igual que las montañas y el PLANETA; todos son tuyos. Cuídalos, de esta forma la cima desde la que mirarás a lo lejos será más alta, y serán tuyas las hermosas tierras que heredarán nuestros hijos.