La iluminación espiritual

El amor

Cuento Zen (173)

Todo es una ley, no dos, la unidad es la naturaleza misma de la existencia. La dualidad es nuestra imaginación. Por eso nos pasamos la vida entera añorando el amor. La añoranza del amor no es más que un síntoma de que donde existe la unidad hemos creado una dualidad que es falsa como la de este cuento.

Un rey musulmán se enamoró locamente de una joven esclava y ordenó que la trasladaran a palacio. Había proyectado desposarla y hacerla su mujer favorita. Pero, de un modo misterioso, la joven cayó gravemente enferma el mismo día en que puso sus pies en el palacio.

Su estado fue empeorando progresivamente. Se le aplicaron todos los remedios conocidos, pero sin ningún éxito. Y la pobre muchacha se debatía ahora entre la vida y la muerte. Desesperado, el rey ofreció la mitad de su reino a quien fuera capaz de curarla. Pero nadie intentaba curar una enfermedad a la que no habían encontrado remedio los mejores médicos del reino.

Por fin se presentó un sabio que pidió le dejaran ver a la joven a solas. Después de hablar con ella durante una hora, se presentó ante el rey que aguardaba ansioso su dictamen. Majestad, dijo el sabio, la verdad es que tengo un remedio infalible para la muchacha. Y tan seguro estoy de su eficacia que, si no tuviera éxito, estaría dispuesto a ser decapitado.

Ahora bien, el remedio que propongo se ha de ver que es sumamente doloroso, pero no para la muchacha, sino para vos, Majestad. Di qué remedio es ese, gritó el rey, y le será aplicado, cueste lo que cueste. El sabio miró compasivamente al rey y le dijo: La muchacha está enamorada de uno de vuestros criados. Dadle vuestro permiso para casarse con él y sanará inmediatamente.

Pobre rey, deseaba demasiado a la muchacha para dejarla marchar. Pero la amaba demasiado para dejarla morir y recordó las palabras del sabio: «Cuidado con el amor, si te aventuras en él, él será para ti la muerte».

MORALEJA

Solo cuando el amor no sacia tu sed, Dios se convierte en una necesidad. Pero ambas necesidades están en el mismo camino. La razón básica es que en realidad no estamos separados de la totalidad, pero pensamos que estamos separados. Por eso surge el deseo: ¿cómo hacerse uno con la totalidad?

Si amas una flor, no la recojas, porque si lo haces morirá y dejará de ser lo que amas, entonces si amas una flor, déjala ser. El amor no se trata de posesión, el amor se trata de apreciación. Si el pobre rey amara sin poseer no tendría problema con la recomendación del sabio.

Si quieres amar, entonces que el amor que te rodea sea como la luz que rodea a la llama. Tú eres amoroso, eres amor. Entonces tu amor es eterno. No está dirigido a nadie, no posee. Cualquiera que se acerque beberá de él. Tú anhelas un amor que nazca de tu interior, que no nazca de la mente. Ese es el único amor del que habla Jesús; ese amor es Dios, el verdadero amor.