La consciencia te transforma
Cuento zen con moraleja
El hombre es siempre viejo, pero existe algo en el hombre que no es ni viejo ni nuevo: la consciencia, que siempre es absolutamente trasformadora.
Cuento zen sobre la transformación
Desde que era alcantarillero, Tahar se pasaba todas sus jornadas chapoteando entre los excrementos.
Un buen día, al salir de su trabajo, una perfumería despertó su curiosidad y entró en el establecimiento. Asombrado por todas estas fragancias desconocidas, aspiró profundamente para captarlas mejor, pero su cuerpo se puso rígido y perdió el conocimiento en el acto.
Trataron de reanimarle sin éxito. Le hicieron respirar sales, le dieron cachetes en las mejillas, le rociaron con agua, pero todo fue en vano. Tahar seguía inconsciente.
Avisado, su padre se fue a toda prisa hacia la perfumería, provisto de una cajita de excrementos. Una vez allí, se acercó a Tahar y abrió la caja ante su nariz. Algunos segundos más tarde, este se despertó, asombrado de encontrarse en una situación semejante.
MORALEJA
El proceso de la transformación interior y del florecimiento de nuestro ser esencial necesita tiempo e insistencia. Por mucho que nos gustaría no pasaremos –como en este cuento– directamente de la alcantarilla a la perfumería de nuestro ser.
Decía Sócrates: «Un maestro no es más que un partero». Y la verdad es así, un Maestro puede ayudar, puede proteger, puede guiar, pero nada más. La transformación tiene que ocurrir a cada uno de nosotros, desde luego que habrá sufrimiento, simplemente porque no es posible volver a nacer sin sufrimiento, tal vez surja mucha angustia, porque nosotros mismos la hemos acumulado a través de los años. De la oscuridad del sufrimiento se alzará una nueva mañana, habrá un nuevo sol.
Deja que el tiempo haga lo suyo para aceptarte a ti mismo tal como eres, de manera incondicional y ese será el comienzo de tu verdadera revolución, el comienzo de tu real transformación.
Recuerden: El hombre sigue siendo casi el mismo. No ha cambiado mucho. Nada cambiará a menos que des el paso para cambiarlo. A menos que la transformación se convierta en tu mismo corazón, a menos que la transformación se convierta en tu misma pulsación y comprendas la estupidez de la mente y su miseria y entonces des el salto.
El hombre es siempre viejo, pero existe algo en el hombre que no es ni viejo ni nuevo: la consciencia, que siempre es absolutamente transformadora.