La iluminación espiritual

La confianza en la Existencia

Cuento Zen (13)

Un día un hombre fue donde el Gurú y le dijo: Confío en Dios plenamente.

El Gurú le replicó: ¿Cómo has encontrado la plena confianza en Dios? ¡Yo ni siquiera he encontrado a Dios todavía!

Dijo: Llevo casado siete años y no he podido tener hijos. Alguien me sugirió que era por mi irreligiosidad, que confiara en Dios y tendría un hijo. Yo tenía mis recelos, pero pensé: ¿Qué tiene de malo intentarlo? Lo peor que puede pasar es que no llegue ningún hijo, y, al fin y al cabo, ya cuento con eso. Así que empecé a adorar al dios elefante Ganesha, cuyo templo estaba al lado de mi casa. Por raro que parezca, a los nueve meses mi esposa dio a luz un niño precioso. Confío en Dios plenamente, sobre todo en el dios elefante.

El Gurú le dijo: Tengo entendido que eres profesor de ciencias.

Replicó: Pues sí.

El Gurú añadió: Hay que comprender algo muy sencillo: que ningún experimento científico se considera concluyente a menos que se hagan muchos experimentos y siempre se llegue a la misma conclusión, sin excepciones.

El hombre entendió y dejo proseguir a su Gurú.

Entonces, empieza con otras cosas con tu dios elefante. Aunque pareces un poco asustado, no tengas miedo. ¡La plena confianza no conoce el miedo! Empieza a pedirle al dios elefante una niña. Ya tienes un niño; ahora te falta una niña.

El hombre replicó: mi esposa también está empeñada en tener una niña.

¡Pues a intentarlo! Es solo cuestión de nueve meses, y después te daré otro experimento le dijo. Pasaron nueve meses, diez, y como el hombre no aparecía, el Gurú fue a su casa. Llamo a su puerta y le pregunto: ¿Qué ha pasado con tu dios elefante?

El hombre contestó: Olvídate del dios ese. Fue una casualidad, porque llevo rezando sin parar diez meses, día y noche, y mi mujer ni siquiera está embarazada.

¿Un solo fallo y ya ha desaparecido la confianza?

MORALEJA

Recuerda: la confianza en la existencia solo puede ser verdadera si confías en ti mismo, porque tú eres la experiencia más próxima de la existencia. Si no, cuando las cosas vayan bien, confiarás, y cuando no vayan bien, la confianza empezará a desaparecer.

Cuando todo va estupendamente, puedes confiar, pero estás confiando en alguien, en Dios, en el único hijo engendrado por Dios, en algún mensajero de Dios, un profeta, un Buda Gautama, da igual. Confías en alguien y las cosas pueden torcerse en cualquier momento. La confianza básica no debe depositarse en la existencia, en Dios, en el todo o como prefieras llamarlo, sino que tiene que estar dentro de ti.

Deberías aprender a ser más consciente y estar más alerta para confiar en ti mismo. ¿Confías en ti mismo? Si confías en ti mismo, no puede ser por ninguna razón concreta. Tiene que ser una confianza incondicional. Y de esa confianza incondicional brotarán muchas ramas, y te convertirás en un árbol enorme de frondoso follaje.

Confiarás en el amor, confiarás en la verdad, en la divinidad, en la belleza; sencillamente confiarás porque tu corazón está lleno de confianza, sin siquiera una sombra de desconfianza. Incluso si quieres desconfiar, no podrás.

El amor es otra dimensión de la confianza. La confianza es la fragancia suprema del amor. Sucede en el momento en que entras en el templo de su propio ser. Entonces brota el amor por cuantos han ayudado, amigos y enemigos, y brota una confianza hacia la existencia entera, porque es la existencia entera la que te ha llevado por distintos caminos a la cima más elevada de la consciencia. No hay sino gratitud.

Todas las religiones del mundo intentan apartar al hombre de sí mismo. Dicen: «Cree en Dios, confía en Dios, reza a Dios, porque él se encargará de todo». Y sabemos que nadie se ha encargado de este mundo, desde hace milenios. Si alguien se hubiera encargado de la existencia no habría habido ni Hiroshima ni Nagasaki. En el transcurso de tres mil años los seres humanos han librado cinco mil guerras; salta a la vista que nadie se está encargando de nada.

Así que no te ilusiones con cosas irreales. Puedes confiar en la existencia... en Dios, en el todo o como prefieras llamarlo. Ese tipo de confianza es buena, pero debería echar raíces en tu ser y después extender sus ramas. Quizá entonces percibirás que la existencia se encarga de todo.