Complejo de Edipo

Los psicoanalistas sostienen que este complejo desempeña un papel fundamental en la formación de la personalidad y en la futura orientación del deseo.

MIRYAM BLOCH

CUANDO PAPÁ ES EL VILLANO

Todo un clásico del psicoanálisis, este complejo es normal en los niños pero debe ser puesto en observación, para que no se vuelva un problema. Cuenta la mitología griega de Sófocles que el Rey de Tebas, fue advertido por un oráculo que su propio hijo, "Edipo", le daría muerte. Para evitarlo, el rey lo abandonó en una montaña y el niño fue adoptado. De grande, sin saber quién era su padre, lo mató en una pelea y se enamoró de su madre.

Según los psicoanalistas, el de Edipo es un complejo que todos llevamos de forma latente. Se define de esta manera al conflicto que se siente entre el amor al progenitor del sexo opuesto y los celos hacia el mismo género, que aparece como rival en esta relación. Según Freud, el complejo de Edipo se vive desde los tres de nacido y los cinco años, se actualiza en la pubertad y es superado, con mayor o menor éxito, en el transcurso de la vida.

Los psicoanalistas sostienen que este complejo desempeña un papel fundamental en la formación de la personalidad y en la futura orientación del deseo sexual. Este complejo es un conjunto de sentimientos contradictorios de amor – odio, aceptación y rechazo que siente el niño en relación a sus padres. Cuando hablamos del Complejo de Edipo Positivo, la preferencia del niño es hacia la mamá y la preferencia de la niña, es hacia el papá. En el Complejo de Edipo Negativo, es al contrario, el niño tiene preferencia por el papá y la niña tiene preferencia por la mamá. Lo fundamental de este complejo es que al darse entre figuras amadas e importantes en la vida del niño, generan culpa y temor al castigo. Al mismo tiempo, se dan sentimientos de excesivo apego hacia uno de los padres y una extrema violencia hacia el otro.

EL CASO DE PABLITO

Los padres de Pablito llegaron muy preocupados porque desde hace un tiempo el niño manifiesta un amor muy fuerte por su mamá y mucho enojo contra su padre. El niño ve a su madre linda, inteligente, cariñosa, amorosa y no quiere separarse de ella ni un minuto, incluso quiere alejar a sus padre cuando éste se acerca a la madre, no puede verlos juntos. Entre los tres y cinco años, los pequeños varones atraviesan una fase de romántico-enamoramiento hacia la madre. Y ven a su padre, como su rival, su rival de amores. Superarán esta etapa cuando el niño ya no compita con papá y pase a ser su aliado. No hay que burlarse del chico, ni de lo que dice o hace, esta etapa es fundamental para su crecimiento, mamá es la primera mujer que conoce y de su relación con ella surgirá su comportamiento con las otras mujeres. En cuanto a su padre, éste debe ser comprensivo, esta etapa pasará porque el niño ahora lo ve como enemigo y hasta puede tener pesadillas, pero pronto quedará en el olvido si papá se muestra amable y cariñoso con él aunque el niño esté esquivo. Así, poco a poco, superará sus fantasías y a partir de los cinco o seis años tenderá a identificarse con el padre y a hacer las cosas que él hace: al fin y al cabo se volverá su compañero.

De acuerdo a los diferentes momentos, puede generar mayores conflictos con el progenitor rival. Por ejemplo, puede suscitarse una mayor competencia, pero dicha rivalidad, dentro de ciertos márgenes y en el cariño que también existe, es estructurante para el niño/a. Hay que olvidar que siempre están presentes ambas corrientes afectivas en el niño, la de rivalidad y al mismo tiempo, de amor con ambos progenitores. Los padres deben mostrarse comprensivos en estas etapas y seguir unidos entre sí. La mejor ayuda es la paciencia y mucho amor. En la adolescencia hay una re edición del complejo de Edipo pero como lucha de poder. Aquí se arman fuertes conflictos. Uno de los padres es destituido y si el otro, en lugar de apoyar a su pareja, se inclina por el hijo, el joven quedará atrapado en el problema, lo que significará que su salida al mundo peligre.

En la etapa de la adolescencia, es primordial que los padres sean aliados "contra" el hijo, porque si sucede que alguno de los padres, hace equipo con el hijo, y éste ve a su otro padre como "derrotado", se marcará este hecho como fundamental y de por vida. Jamás el padre derrotado podrá tener el mínimo poder sobre el hijo. Para que el joven pueda salir bien de esta segunda etapa debe perder dentro del triángulo, debe ser siempre padre y madre en equipo contra el hijo. Si gana el hijo, será una tragedia, como la de Sófocles. Al complejo de Edipo le sigue un periodo que llamamos latencia, en el que se ‘reprimen’ (se olvidan) esos amores y rivalidades del pasado y se recibe a la adolescencia donde, con el acceso a la genitalidad, se elige a alguien (ahora no prohibido) para satisfacer algunos de los deseos e ideales.

Hay jóvenes que quedan atrapados y se eternizan en el conflicto, a veces quedando como eternos adolescentes, otros con más vínculo afuera. Ya sea porque tienen problemas para acatar límites con la autoridad o conflictos de rivalidad. Por eso decimos que es necesario entender qué sentimientos se están jugando, tanto de un lado como del otro. Por lo general, envidia, bronca, culpa que a veces se traduce en situaciones de mucha violencia, y que deben ser trabajadas por la propia persona.

Freud hizo un insólito descubrimiento: se dio cuenta de que detrás de los fenómenos neuróticos se escondían perturbaciones sexuales ocurridas en el pasado. Por lo tanto, la sexualidad tenía mucha más trascendencia psíquica de lo que hasta entonces se creía. Conflictos de carácter sexual no resueltos a una temprana edad podían estar en el origen de muchas neurosis. Cuando el niño o la niña, entre los tres y seis años de edad, descubrían las diferencias entre sus órganos sexuales, podían producirse complejos como el de Edipo o el de castración, que más adelante tenían que resolverse satisfactoriamente. Si esto no ocurría así, entonces se generaban las neurosis.

Freud explicaba el complejo de castración afirmando que la visión de los genitales femeninos producía miedo en los niños porque éstos lo interpretaban como la mutilación producida por un castigo y, en cambio, las niñas sentían envidia de los varones porque ellas carecían del miembro viril. Lo normal era que a medida que iban madurando estos complejos sexuales se resolvieran bien. El doctor Tessone cuenta que Freud decía que el complejo de Edipo debía ser sepultado, pero no obstante, desde el fondo del inconsciente continúa toda la vida y ejerce una influencia. Por supuesto, hay diferentes grados de resolución del problema. Y Freud consideraba que el complejo de Edipo es el conflicto central de toda neurosis. Según el freudismo, la raíz del complejo de Edipo en el niño hay que buscarla alrededor de los cuatro o cinco años de edad. En esa época la mayoría de los niños empiezan a ser capaces de renunciar a la compañía habitual de los padres y comienzan a relacionarse con otras personas. Los vínculos de componente erótico que hasta ese momento mantenían con la madre se debilitan. Si se les permitiera que tales relaciones continuaran, a medida que los pequeños fueran madurando se sentirían sexualmente ligados a la madre y no sería posible superar el complejo edípico. Por lo tanto, como padres, debemos ser lo suficientemente capaces de saber marcar límites amorosos con nuestros niños, para no confundirlos. Evitar sobre protegerlos, motivarlos a socializar para que aprendan a vivir sin nosotros. Demostrarles amor sí, pero no hacerlos dependientes de él.