La iluminación espiritual

Cinco ingredientes para cambiar el mundo

POR: PATROCINIO NAVARRO

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LA NEGATIVIDAD

A muchas personas puede parecerles exagerado lo que se afirma aquí, pero es porque ignoran la potencia de emisión energética que ejercen cerca de siete mil millones de habitantes de los cuales una abrumadora mayoría emite negatividad a diario, y así durante miles y miles de años las generaciones precedentes. Y como ninguna se pierde, lo que se emite no solo influye directamente sobre el propio emisor, que recibe antes o después lo mismo que emitió, sino que a la vez sobre la atmósfera de la Tierra y en todos aquellos cuya forma de pensar es semejante. Así que la humanidad en pleno actuando negativamente durante milenios sobre el campo magnético terrestre provocamos que entre en desarmonía y se altere, repercutiendo a continuación sobre el conjunto de todo cuanto existe y sobre cada uno, pues lo que cada uno emite también lo recibe.

Energía y Felicidad

Nuestro ser y estar en este mundo depende de cinco componentes cuya calidad y cantidad determinan nuestra felicidad o infelicidad y a largo plazo nuestro destino. Estos cinco hilos con los que tejemos el traje de nuestra existencia son pensamientos, sentimientos, sensaciones, palabras y actos. Todos ellos son energías. Como energías actúan en la totalidad de nuestro organismo: sobre nuestro sistema nervioso en primer lugar, y a continuación sobre nuestra alma y sobre cada célula corporal. El cuerpo es siempre el último en enterarse, la caja de resonancia final de esos cinco componentes.

Nada en nuestro interior escapa a la acción de estas energías creadas por nosotros y con las que inevitablemente estamos en contacto instante a instante de nuestra existencia, pues ¿quién deja de pensar, de sentir, de tener sensaciones, de hablar (aunque sea mentalmente), de hacer esto o lo otro?... La combinación de estos elementos vitales determina nuestros estados de ánimo, nuestros estados de salud o enfermedad, dan forma a nuestras vidas, y, como se dijo al principio, determinan nuestro destino personal. De modo que descartamos la influencia del azar, debiendo ser sustituirlo por cosecha de nuestras siembras personales en los cinco componentes. Azar es algo que deberíamos desterrar de nuestro modo de pensar aunque el poder de este fantasma producido por la ignorancia haya sido y siga siendo tan importante aún en nuestro medio cultural.

Todo cuanto sucede en el mundo de las energías obedece a la Ley de Causa y efecto, o de Siembra y Cosecha, y esta es una ley cósmica. Nos conviene, pues, tomar conciencia de que ninguna energía se pierde en ningún punto del universo, lo que se defiende tanto en el campo científico como en el campo espiritual, ya que aunque la energía no es material, lo son sus efectos y no tiene forma aunque adapta transitorias formas materiales. Así, la materia es energía densa, condensada: energía de baja vibración. Su carácter es inestable e impermanente porque se halla sometida a las leyes generales de la energía, que tienden a simplificar lo complejo, a convertir en sutil lo grosero, a sujetar al dinamismo general del universo lo particular y concreto. Así pues, la materia es, como todo cuanto existe, energía en movimiento. Igual sucede con nuestra energía pensamiento como forma de energía, pues todo pensamiento que se repite tiende a la acción. De ahí su poder y el miedo de los enemigos del pensamiento libre.

En cuanto uno abre los ojos cada día, comienzan a circular pensamientos. Y en cuanto nos centramos en uno u otro, le damos fuerza con nuestra atención y haciendo surgir en nosotros el estado de ánimo para enfrentarnos a las horas siguientes. Digamos que estamos enfocando el día únicamente a través de nuestro prisma personal. Por eso es tan importante aprender a controlar nuestros pensamientos, a seleccionar aquellos que nos benefician por ser positivos y a dejar a un lado los pensamientos negativos, porque si nos dejamos llevar por ellos estamos atentando contra nosotros en primer lugar, y a continuación enfocaremos el resto de nuestro día bajo esa baja vibración que actúa a nivel biológico tensando nuestro sistema nervioso y agrediendo a nuestro cuerpo; a nivel social creando malestar con quienes nos relacionamos y a nivel espiritual cargando nuestra alma con las miserias de lo demasiado humano o yo inferior: con las miserias de nuestro egocentrismo. Incluso podemos enfocar nuestra vida toda desde el punto de vista de los pensamientos negativos, con las consecuencias nefastas que trae consigo esta actitud a largo plazo: enfermedades, problemas psicosociales, vicios autodestructivos, etc.

¿Cuáles son estos pensamientos negativos de los que hablamos? Los pensamientos de odio, celos, envidia, miedo, avaricia, ambición, agresión, desprecio, engaño, intolerancia y semejantes, forman las compañías indeseables de la vida porque ejercen sobre nosotros una presión igualmente indeseable contra nuestra alegría, nuestra paz y nuestra salud. Por tanto nos limitan y encierran en su cámara oscura donde la única fotografía que se revela es la de un alma enferma en alguno de esos aspectos y que necesita superarlos para evolucionar, pues evolucionar da sentido a la vida.

La energía de los pensamientos positivos es de una naturaleza vibratoria superior a la negativa, y por lo tanto de mayor poder. Conscientes de esto, los poderes de este mundo sienten miedo; necesitan armarse de complicados mecanismos de seguridad y represión y persiguen siempre a quienes los desenmascaran y pueden ayudar a otros a abrir los ojos enarbolando las banderas de unidad, libertad, amor desinteresado, confianza, valor, hermandad, justicia, bondad, respeto y semejantes.. De ahí la persecución a los auténticos revolucionarios: sociales, espirituales, científicos, artistas... Una larga lista de asesinatos señala la ruta del poder del pensamiento libre por donde circulan provisionalmente triunfantes los servidores de la oscuridad y las malas artes, los carceleros de la dicha...

¿En qué medida contribuimos a alimentar a la bestia con nuestros propios aportes?... pues de nada sirve criticarla por un lado si por otro le proporcionamos la energía que necesita a través de nuestra propia negatividad.

En la medida que cada uno de nosotros, como célula de la humanidad, vaya dejando de alimentar al monstruo, este se irá debilitando y acabará por desaparecer, pues ¿qué pueblo de gentes altruistas consentiría estar gobernado por avaros? ¿Qué naciones de gentes pacíficas soportaría un poder militarista? ¿Qué mundo donde prevalecieran las gentes honradas admitiría estar controlado por ladrones y gentes innobles y mentirosas? Pero este es nuestro mundo, un mundo controlado por envidiosos avaros, sujetos agresivos y destructivos, mafiosos, ladrones y gentes, en fin, innobles.

Observamos que el Sistema capitalista no cesa de crear, promover y llevar hasta el extremo todos esos componentes de negatividad mencionados. Es más: ¿podría existir sin ellos? No sería posible tal cosa, ya que esta es precisamente la energía que lo nutre, el veneno del que vive el Sistema.

¿Somos totalmente ajenos a él?

¿En qué medida estamos lejos de todos esos sujetos que alimentan al Sistema o alimentamos sus miserias con las nuestras? Esta es la cuestión. Esta es la gran cuestión que define los campos de la revolución y la contrarrevolución, no los bellos discursos ni que un grupo dominante tome el poder con el voto del pueblo o contra el pueblo.

¿Tenemos el control de nuestro poder de pensar, sentir, hablar y actuar, o hemos permitido ser controlados? Esta es la cuestión decisiva.

¿Qué clase de pensamientos predomina en la mente de los pueblos y en la de cada uno? ¿Pensamientos negativos? ¿Pensamientos positivos? Esa es la medida que nos aleja o acerca a un cambio verdadero hacia sociedades libres, justas, pacíficas y unidas.


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