Biografía de René Descartes

La filosofía es la que nos distingue de los salvajes y bárbaros; las naciones son tanto más civilizadas y cultas cuanto mejor filosofan sus hombres.

RENE DESCARTES

El padre de la geometría analítica

René Descartes (1596-1650) fue un matemático, científico naturalista y filósofo francés más conocido por su célebre frase "Cogito ergo sum", (Pienso, luego existo). Publicó obras sobre óptica, geometría de coordenadas, fisiología y cosmología, aunque como mejor se lo recuerda es como "padre de la filosofía moderna". Vivió en una época anterior a la Edad de la Ilustración que floreció en Europa a finales del siglo XVII y durante todo el XVIII, un período de ideas revolucionarias en el gobierno, la libertad individual y las creencias religiosas. Aunque no participó directamente en la Ilustración, el legado de Descartes sería la influencia que ejerció sobre aquellos que contribuyeron a los cambios científicos, políticos y sociales de esta época, la era de la razón.

El concepto de la duda y el racionalismo

Durante el siglo XVII, Europa estaba viviendo un cambio crucial en las áreas de la ciencia y la filosofía. Antes de la afirmación de Descartes del concepto de duda y de la transición al racionalismo, la filosofía aristotélica y el escolasticismo dominaban el pensamiento occidental, pero la ciencia inició una ruptura con esta ideología tradicional para pasar a una basada en el poder individual de razonamiento. Con esta nueva manera de pensar, iniciada por Descartes, se vio que el viejo concepto del empirismo según el cual el conocimiento se adquiría mediante los sentidos o la experiencia era poco fiable. La ciencia ponía un gran énfasis en la observación, la experimentación y la razón. Y fue esta última la que le permitió a Descartes cuestionar todo lo que le habían enseñado a creer y motivar su búsqueda de la verdad. Sirviéndose tan solo del poder de la razón, intentaría demostrar su propia existencia. Descartes empezó su búsqueda cuando se ofreció como voluntario en los ejércitos tanto de los Países Bajos como de Alemania y viajó por toda Europa. Mientras estaba estacionado en la provincia alemana de Bavaria, vivió una experiencia que cambiaría su vida por completo. El 10 de noviembre de 1619, para escapar del frío, se refugió en una habitación pequeña, calentada tan solo con un horno de cerámica. Como no tenía mucho más que hacer, se pasaba los días meditando. Una noche, tuvo tres sueños vívidos. Al despertarse, consideró que estos sueños eran visiones que indicaban que el mundo natural era un único sistema en el que las matemáticas eran la clave. Se preguntó si la certeza de las matemáticas se podía aplicar a otras áreas del conocimiento. En sus Discursos escribió sobre esta experiencia: Como no encontré compañía alguna que me distrajera... Me pasé el día entero recogido en una habitación caliente donde tuve la total libertad de dedicarme a mis propios pensamientos. Después de salir del ejército, y por miedo a la persecución de la Iglesia católica, se pasó la mayor parte del resto de su vida en los Países Bajos, un país que ofrecía una mayor libertad de expresión que cualquier otro lugar de Europa. Ocupado con las visiones que había recibido en Bavaria, empezó a buscar un sistema de pensamiento nuevo. El elemento básico de este nuevo sistema era la búsqueda de la verdad. Descartes creía que se podía llegar a la verdad mediante el concepto de la duda.

Pienso, luego existo

La duda, razona entonces Descartes, es un pensamiento: dudar es pensar. Ahora bien, no es posible pensar sin existir. La suspensión de cualquier verdad concreta, la misma duda, es un acto de pensamiento que implica inmediatamente la existencia del "yo" pensante. De ahí su célebre formulación: pienso, luego existo (cogito, ergo sum). Por lo tanto, podemos estar firmemente seguros de nuestro pensamiento y de nuestra existencia. Existimos y somos una sustancia pensante, espiritual. A partir de ello elabora Descartes toda su filosofía. Dado que no puede confiar en las cosas, cuya existencia aún no ha podido demostrar, Descartes intenta partir del pensamiento, cuya existencia ya ha sido demostrada. Aunque pueda referirse al exterior, el pensamiento no se compone de cosas, sino de ideas sobre las cosas. La cuestión que se plantea es la de si hay en nuestro pensamiento alguna idea o representación que podamos percibir con la misma «claridad» y «distinción» (los dos criterios cartesianos de certeza) con la que nos percibimos como sujetos pensantes.

Su influencia

Tanto por no haber definido satisfactoriamente la noción de sustancia como por el franco dualismo establecido entre las dos sustancias, Descartes planteó los problemas fundamentales de la filosofía especulativa europea del siglo XVII. Entendido como sistema estricto y cerrado, el cartesianismo no tuvo excesivos seguidores y perdió su vigencia en pocas décadas. Sin embargo, la filosofía cartesiana se convirtió en punto de referencia para gran número de pensadores, unas veces para intentar resolver las contradicciones que encerraba, como hicieron los pensadores racionalistas, y otras para rebatirla frontalmente, como los empiristas. Así, Nicolás Malebranche intentó, con su doctrina ocasionalista, conciliar el cartesianismo con la filosofía de San Agustín. El filósofo alemán Gottfried Wilhelm Leibniz y el holandés Baruch Spinoza establecieron formas de paralelismo psicofísico para explicar la comunicación entre cuerpo y alma. Spinoza, de hecho, fue aún más lejos, y afirmó que existía una sola sustancia, que englobaba en sí el orden de las cosas y el de las ideas, y de la que la res cogitans y la res extensa no eran sino atributos, con lo que se llegaba al panteísmo. Desde un punto de vista completamente opuesto, los empiristas británicos Thomas Hobbes, John Locke y David Hume negaron que la idea de una sustancia espiritual fuera demostrable; afirmaron que no existían ideas innatas y que la filosofía debía reducirse al terreno de lo conocido por la experiencia. La concepción cartesiana de un universo mecanicista, en fin, influyó decisivamente en la génesis de la física clásica, cuyo hito fundacional sería la publicación de los Principios matemáticos de la filosofía natural (1687), obra en que Newton estableció los tres principios fundamentales de la dinámica, también llamados leyes de Newton. No resulta exagerado afirmar, en suma, que si bien Descartes no llegó a resolver muchos de los problemas que planteó, tales problemas se convirtieron en cuestiones centrales de la filosofía occidental. En este sentido, la filosofía moderna (racionalismo, empirismo, idealismo, materialismo, fenomenología) puede considerarse como un desarrollo o una reacción al cartesianismo.

La verdadera inteligencia consiste en descubrir la inteligencia ajena.