La iluminación espiritual

Nacer, morir, volver a nacer ¿hasta cuantas veces?

POR: PATROCINIO NAVARRO

Imagen; Nacer, morir, volver a nacer ¿hasta cuantas veces?; Patrocinio Navarro

HAY ALGO DESPUÉS DE LA MUERTE

Nadie ha venido nunca del otro lado para decir lo que encontró.

Una de las frases favoritas de los escépticos sobre la existencia de una vida después de la muerte es aquella de "nadie ha venido nunca del otro lado para decir lo que encontró". Algún día sabrá que al mirarse al espejo que está ante uno que ha vuelto y tal vez muchas veces. ¿Es esto posible? ¿Cómo?¿Por qué? ¿Hasta cuándo?

VIDA ETERNA

¿Puede la vida dejar de ser vida?... Supongamos que uno muere.

Cuando acontece lo que llamamos muerte ¿qué es lo que sucede? Que la envoltura del ánima o vida, o sea, el cuerpo, deja de respirar en este mundo físico. Pero ¿y la vida del ahora difunto? Ella marcha respirando ahora en otro cuerpo -su cuerpo astral- a otro lugar, por ser energía inmortal y deja un cadáver físico, esa otra envoltura de agua y tierra que se integrará poco a poco en sus elementos físicos correspondientes siguiendo las leyes del mundo material.

La pregunta ahora sería: ¿a dónde va esa energía que abandono el cuerpo físico y que siente y percibe, con la conciencia de seguir siendo y sintiendo?

Algunos dirán: Irá al Cielo. Otros dirán: A ninguna parte. El que muere, va a una tumba y listo.. Y otros todavía: Al descanso eterno, o tal vez pensarán que al cacareado Infierno si el difunto fue un mal tipo y creyó los cuentos de los curas.

Pero no existe infierno alguno (pese a la Iglesia que explota la idea para mantener su rebaño encerrado bajo el candado del miedo), ni tampoco descanso eterno. (¿Qué es eso del descanso eterno? ¿Tiene algún sentido en términos de energía? porque la energía es actividad ) Y si es que se refiere al cuerpo, a su carne y a su armazón ¿cuánto tarda en descomponerse? Y hasta este proceso es actividad....

Y si es imposible que alguien ingrese directamente al Cielo (de donde todos procedemos originalmente como energía-vida) sin haber purificado su alma, resulta igualmente imposible de encajar la idea de que la vida deje de ser vida por no tener cuerpo orgánico en qué apoyarse. Entonces ni Dios podría existir, cuanto menos cualquiera de sus ángeles o cualquiera de nosotros. Dios, el mundo celestial con todas sus criaturas, los mundos donde el alma llega tras la muerte y todos los seres del universo no material, todas sus construcciones espirituales, sus sensaciones, sus actos, no necesitan un soporte orgánico de carbono para existir y manifestarse. La vida está más allá del carbono, aunque a veces lo utilice como soporte orgánico.

Respira Dios, y todas sus criaturas respiran en su respiración, nutridas de Su energía fluente…Inhala energía, exhala universo, soles galaxias. Todo según ritmos precisos. También nuestra propia respiración.

LA CAIDA

Una vez perdimos un tesoro.

La existencia eterna manifiesta incesantemente las cualidades de la energía divina a través de todas sus criaturas puras: orden, voluntad, sabiduría, seriedad, bondad, amor y misericordia, presentes en todo el Cosmos espiritual. Tuvimos esas cualidades en alto grado y las perdimos con la famosa Caída que nos fue conduciendo desde la plenitud sin cuerpo que nos permitía libertad absoluta de movimientos por todo el Cosmos a tener que depender de la materia para sostenernos en este Planeta que además estamos envenenando el inteligente y agradecido colectivo humano. Todo ello supuso un proceso de miles de millones de años, que fue el tiempo que nos costó tener cuerpo denso desde el momento de la rebelión de los ángeles de la que formamos parte, y originó que el hijo de Dios que somos, nuestro espíritu, se envolviese con un cuerpo sutil -el alma- por causa de actos contrarios a las leyes de la energía Dios, como conocemos por las enseñanzas de Cristo. Y la Tierra nos siguió en ese proceso, de lo contrario no tendríamos este cuerpo que le pertenece. Y es que entre la Tierra y nosotros existen profundas conexiones electromagnéticas.

LA NADA

El Mono, Darwin y la Nada.

Algunos no creen en nada de lo que se viene diciendo ni, por supuesto, en nuestro origen divino, y prefieren al mono como su origen genético y a Darwin como su profeta y al mismo tiempo creen que es posible la Nada, que la Nada aguarda al fin del camino de la vida física, que uno se muere y se acabó. Están en su derecho de creer cuanto quieran: somos libres de creer o no. Pero a poco que se detengan a pensar sobre la Nada tendrán que convenir que eso no es más que una construcción intelectual, un concepto. Pues ¿acaso existe algo así? (¿Dónde?)... Si existe ya no es la nada, sino algo. Y verdaderamente la ciencia sabe de ese algo: el espacio vacío no existe en el universo: solo éter, energía activa, vida fluente…O sea: nada de la Nada. Y si no existe, como algunos pretenden ¿por qué preocuparse o angustiarse como lo hacen quienes dicen que la vida acaba en muerte? ¿Por qué tanto miedo a morir? ¿No se tiene la conciencia tranquila? De lo contrario, se hace uno a la idea y ya está.

Cerrar los ojos a la realidad, aunque uno sea libre de hacerlo, tiene efectos secundarios: lo convierte en espiritualmente muerto, en moralmente muerto, y eso retrasa su evolución porque le impide conectar con la energía divina, comprenderla y así poder actuar para evolucionar. Se puede poner el ejemplo de las ondas de radio. Uno puede no verlas, pero ahí están y puede sintonizar con ellas si posee un aparato adecuado. Lo mismo nosotros con la energía divina, pero esto, como en el caso de la radio, exige que nuestro "aparato", nuestra alma, esté a punto.

LA VIDA

En cualquier caso existe la vida.

Y esta no tiene fronteras físicas; y lo que pensamos, sentimos y hacemos en esta existencia terrenal define nuestra conciencia y el estado de nuestra alma aquí y en el Más Allá. Al dejar de pertenecer al cuerpo físico que le sirvió de soporte, el alma sigue su camino tal como estaba en el momento de morir, pues cuando cerramos los ojos del cuerpo, los del alma se abren a otra dimensión. Y eso nos ocurre cada día cuando dormimos... hasta que despertamos en otra dimensión de materia más sutil que la que nos envolvía y ya no podemos regresar a nuestro cuerpo ordinario.

¿Y qué hay en esa otra dimensión? Exactamente lo que hayamos ido enviando al cosmos a través de nuestros pensamientos, sentimientos, sensaciones, palabras y actos, pues ninguna energía se pierde por la ley de conservación de la energía. Y tendremos lo que nos corresponde por la ley de causa y efecto o de siembra y cosecha

El mundo que nos acoja nos será familiar, y tan real como lo es el de los sueños mientras soñamos. Este mundo es el que nos pertenece por haber enviado ahí nuestro corazón. En él podemos sentirnos bien o mal, pero nos sentiremos como en casa. Nuestra vida continúa ahí mientras nuestra alma va desenvolviendo sus cualidades, sus aprendizajes, y expiando errores de su vida en la Tierra (y sufriendo por ellos)… Hasta la próxima encarnación. Una y otra vez, ¿por cuantas veces? Eso lo determina cada uno. El hecho es que un día despertamos en un nuevo cuerpo, en un cuerpo de bebé recién venido al mundo. Una nueva encarnación, una nueva oportunidad de la misericordia de Dios para volvernos mejores y subir la escala de valores espirituales.

LIBERARNOS DE LA RUEDA

¿Cuántas veces y por qué nacemos y morimos?

Este es un planeta-escuela, un lugar de aprendizaje y de expiación. Aplicarse o repetir curso con los mismos errores que cometemos vida tras vida y sufrir por esa causa es algo que nadie nos impone. Dios nos dio el libre albedrío, ¿qué hacemos con él?... Nuestra vida es nuestro verdadero tesoro y nuestra primera responsabilidad. ¿Qué hacemos con ella? Hacer lo correcto es cumplir con las leyes divinas que muestran en extracto los 10 Mandamientos y el Sermón de la Montaña. Dios no nos obliga, solo nos indica el camino de nuestra liberación para que dejemos de reencarnar. Y de seguir ese camino dejaremos de estar girando en la rueda de nacimiento-muerte-renacimiento en la estamos atrapados por la ley de causa y efecto (siembra y cosecha) ni se sabe desde cuándo, porque la memoria de nuestras vidas anteriores se nos borra antes de nacer. Sabia medida.

Por eso tal vez se confundieron algunos filósofos como Aristóteles al afirmar que el alma del recién nacido es un libro blanco, o Rousseau cuando afirmaba que el niño nace bueno pero la sociedad lo corrompe. No era cierto: el alma, el libro de la vida, tiene escritos bastantes capítulos en el bebé al que miramos con ternura. Y a lo largo de su vida irá descubriendo aquello a lo que tenga que enfrentarse: su hoja de ruta para esta nueva y bendita ocasión para librarse de la rueda de nacimientos y muertes que Dios no nos desea a Sus hijos. Pero ya se sabe: poseemos el libre albedrío.


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