La iluminación espiritual

Madre tierra

POR: PATROCINIO NAVARRO

Imagen; Madre tierra; Patrocinio Navarro

LA AMADA PACHAMAMA

Celebramos el Día Mundial de la Tierra, mi día. Debo recordaros no obstante que todos los días es mi día desde que procedente del espacio me convertí en un hermoso planeta de la familia de la estrella que llamáis Sol. Aunque los científicos lo nieguen, tengo alma, lo que explica que tenga vida y pueda darla. ¿O es que alguien piensa que la vida que expresa la naturaleza con todas sus formas, incluidas las vuestras, y que yo alimento como una madre, proceden de una madre muerta? No, mis queridos hijos humanos: tengo alma, soy parte de la vida en el universo y os doy la vida material que procede de la vida en el universo. Vuestras almas y la mía beben de ese manantial, de tal manera que sin su energía, todo mi cuerpo moriría y con él todos vosotros. Pensad por un instante qué sería si simplemente el Sol dejara de brillar. Y qué es el Sol, sino un transmisor de luz y vida, un padre planetario?

No necesitaría contar todo esto si tuviera la seguridad de que me conocéis lo suficiente, pero ocurre a menudo que los hijos no conocen a las madres lo suficiente y menos aún sus orígenes. Así que os contaré mis orígenes, aun a sabiendas que a muchos de vosotros podrá sorprenderos, a otros les parecerá una historieta fantasiosa, otros sonreirán con la típica suficiencia del intelecto humano, y confío en que algunos al menos me crean. Pero creáis o no en mi origen, tan unido al vuestro como veréis, esto tiene una relativa importancia para el objeto real de mi carta, que es mi deseo de que toméis clara conciencia de lo que nos está ocurriendo a vosotros y a mí, porque ambos tenemos una profunda relación que ahora, en este mismo día, está rompiéndose.

Procedo de un planeta espiritual, de un planeta de energía alimentado por la energía divina. Allí vivían hermosos y luminosos seres en hermosas viviendas construidas de mi misma sustancia planetaria. Todo era belleza, y no existían sombras porque cada árbol, cada planta, cada animal, cada mineral, todos, irradiaban su luz. Entonces todavía no erais hombres, erais simplemente los habitantes de los cielos puros que vivían en un planeta espiritual. Un día hubo una gran agitación en los siete reinos de los cielos. Acaudillados por elevados seres hubo una rebelión contra la Energía Dios, de la que procedo yo misma y todo cuanto existe, pues todo existe y es alimentado por esa maravillosa Energía a la que también le llamamos Padre Celestial. ¿Por qué hubo una rebelión? Porque algunos no estaban conformes con el orden celestial del Padre, y querían que se disolviera la creación entera. Querían establecer su propio orden y no aceptaban a Cristo, el primer Hijo de Dios como Corregente de los cielos. Pero tal cosa no la consintió Dios, que era el Creador de la Ley absoluta y la Ley misma. Los hijos rebeldes tuvieron que abandonar los cielos, pero el Padre no abandona nunca a sus hijos y les proporcionó planetas de vivienda. Como todos los que existían eran de una vibración elevada, acorde con la divina, Dios decidió desprender partes de planetas espirituales para que fueran utilizados como vivienda para sus hijos caídos. Yo me desprendí de uno de ellos. La energía de estos planetas era de sustancia menos fina, acorde con la vibración de los habitantes que lo iban a ocupar: vosotros. Claro que entonces aún no teníais cuerpo físico, solo un aspecto parecido al humano, y de sustancia sutil, pero con el paso de eones de tiempo, y a medida que vuestras acciones se iban decantando más y más contra las leyes del amor y la vida, que son las leyes de nuestro Creador, aquellos cuerpos de sustancia sutil se fueron densificando hasta llegar a alcanzar la forma humana. Y con ello me arrastrasteis a mí, pues en ningún momento podía dejar de ser vuestra casa y alimentaros. Ahora ya sabéis cómo nací.

Igual que vosotros, procedo del Cielo y al Cielo, y a mi planeta madre del que me desprendí, allí volveré, como volveréis vosotros a vuestros lugares de origen celestial en cuanto corrijáis vuestros errores. He cumplido mi ciclo involutivo y estoy empezando mi proceso evolutivo. Involutivo, porque me habéis hecho llegar a un grado máximo de materialización. Soy un planeta muy denso, y solo hay que ver vuestros cuerpos para comprenderlo y comprender las estrechas relaciones que nos unen, pues todos mis minerales, mi agua, mi aire, mis plantas, os alimentan. Pero ¿acaso me lo agradecéis o se lo agradecéis a Dios, nuestro Padre, si es que creéis en Él? Una y otra vez volvéis a nacer, una y otra vez vuelvo a alimentar vuestros cuerpos y a daros cobijo. Una y otra vez vivo con gran tristeza que en lugar de vuestro agradecimiento no solo me despreciáis, sino que me envenenáis ¿acaso no os dais cuenta de lo que hacéis conmigo y con las otras criaturas de la naturaleza? ¿Tengo que refrescaros la memoria sobre cosas que os resulta tan fáciles de observar? Lo haré una vez más, sin embargo. Enumeraré algunos de los infinitos daños que me infringís con vuestro modo de obrar y que a la vez se vuelven contra vosotros uno tras otro.

Aunque habéis creado alrededor de 16 organismos internacionales tratando de atajar estos problemas no pueden hacerlo por sí solos. Es más, los gobiernos persiguen con frecuencia a los activistas que intentan defenderme en lugar de hacerlo con quienes me agreden.

Entre tanto, las catástrofes siguen sucediéndose, y cada año van a más. Fenómenos nunca vistos se convierten en sorpresas dramáticas para muchos de vosotros. ¿Cual puede ser el límite de todo esto? ¿Lo adivináis? Yo, vuestra madre Tierra necesito evolucionar. Mi ser interno precisa evolucionar y por tanto purificarme de vuestros venenos.

¿Y vosotros?¿Sois conscientes verdaderamente de lo que está sucediendo? ¿qué estáis dispuestos a hacer por mí? Recordad que lo que sembréis eso habréis de cosechar en esta vida o en otras. Muchos de los que me envenenan o son cómplices tendrán dificultades serias para volver a encarnar en este mi cuerpo una vez depurado porque yo habré subido mi vibración, y los que no evolucionaron, tendrán una vibración más baja y ya no tendrán la posibilidad de acceder a mi nuevo cuerpo planetario.

Algunos os encogéis de hombros, pero no esperéis que los gobiernos ni los ricos y poderosos que dirigen vuestro mundo solucionen nada porque ellos son, precisamente, los mayores culpables. Unos por omisión, otros por acción y otros por colaboración.¿ Y vosotros, hijos míos? Revisad lo que hacéis por mí o contra mí cada día, pues como os decía al principio, el día de vuestra madre es cada uno de los días de vuestra vida. ¿Podréis llegar a sentir mi amor hacia vosotros de tantas manera como os lo expreso a diario? Pensad en ello, mis queridos terrícolas, hijos del cielo y la Tierra, mis hijos.


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