La iluminación espiritual

La iluminación de la consciencia sin esfuerzo

LA ILUMINACIÓN A NIVEL

La iluminación significa distintas cosas dependiendo del nivel.

Quizá pueda empezar dándote una definición y, esperemos, al final de nuestro diálogo se habrá revelado de por sí todo el cuadro de lo que significa.

Podríamos empezar así: quien está verdaderamente iluminado ha experimentado directamente la naturaleza última o absoluta de la vida misma. En esa revelación, dicha persona ha visto mucho más allá de los límites del yo personal y habrá descubierto la naturaleza universal de toda su experiencia humana. Esta explosiva realización libera al ser de la tiranía perpetua de estar atrapado en una relación con la vida que es meramente personal.

Otra forma de responder a tu pregunta sería sencillamente decir que la iluminación es una condición en la que el individuo ha llegado al extremo de una relación con la vida fundamentalmente centrada en el yo. A la mayoría de la gente, según parece, solo les preocupan sus propias necesidades: piensan constantemente en sí mismos, solo desean darse satisfacción a ellos mismos, están perdidos perpetuamente en una preocupación inacabable y narcisista por sus propias personalidades. Así que una forma de entender lo que es la iluminación sería decir que es una condición en la que hemos llegado al final de esta relación con la experiencia humana dolorosamente centrada en el yo.

EL PROPÓSITO DE LA ILUMINACIÓN

El propósito de la iluminación es que nos volvamos tan conscientes que, a través de nuestra participación decidida, comencemos en realidad a guiar activamente el proceso evolutivo mismo. Por extravagante que suene, es verdad. Como puedes ver, se nos necesita desesperadamente. La conciencia no puede evolucionar más allá de cierto punto, si no hay una participación de todo corazón y por entero consciente en el proceso. Y para que esto ocurra, tenemos que estar disponibles. Por esto es tan, tan importante que deseemos, más que cualquier otra cosa, ser libres; no para nosotros mismos, sino para la evolución de la Vida misma.

LA PARADOJA DE LA ILUMINACIÓN

¿Cuánto esfuerzo tienes que hacer si quieres ser libre?

Mi Gurú Poonja fue un Maestro del camino instantáneo hacia la iluminación. Cuando lo conocí, yo había sido un meditador serio durante muchos años.

En ese momento de mi vida había abandonado absolutamente todo, excepto mi práctica diaria de meditación. Era serio y disciplinado, y trataba de sentarme todas las horas que podía todos los días. Quería la iluminación desesperadamente.

Cuando conocí al maestro Poonjaji, le pregunté cuánto esfuerzo tienes que hacer si quieres ser libre. Él respondió, en voz baja, que no tienes que hacer ningún esfuerzo para ser libre. No entendí lo que significaba. Nunca había escuchado a un maestro decir algo así.

Pero tan pronto como escuché sus palabras tuve una visión. Vi agua fluyendo por la ladera de una montaña. Reconocí que mi verdadera naturaleza era como el agua que fluye, sin obstrucciones y libre. En un instante de comprensión, se hizo evidente que la falta de iluminación era solo un pensamiento, una creencia de que no era libre.

Después de este poderoso encuentro, regresé a mi habitación de hotel, me senté en mi cama y comencé a meditar. Tuve un fuerte dolor de cabeza. Entonces me eché a reír. El Maestro me acaba de decir que no tenía que hacer ningún esfuerzo para ser libre, y aquí estaba haciendo todo lo contrario. En el instante en que dejé de intentar mediar, el dolor de cabeza desapareció.

Esta fue mi primera experiencia del extraordinario poder espiritual del hombre que acababa de conocer. Su enseñanza era la expresión más radical de la no-dualidad del Vedanta Advaita, del linaje de Adi Shankara. Al igual que su gurú, el gran Ramana Maharshi, enseñó que solo la consciencia es real; todo lo demás es solo una ilusión temporal.

Una y otra vez, dirigía mi atención al vacío sin tiempo, sin forma, a la base luminosa de todo el Ser que existe antes del mundo, antes de todo lo que aparece en el tiempo y el espacio. A través de su extraordinaria transmisión, esta dimensión Absoluta de la realidad se hizo tangible y presente. Llamó a este misterio trascendental el Sí mismo (Self).

Decía una y otra vez que todo lo que viene y se va no es real. Solo el Sí mismo es real. Nunca ha nacido y nunca morirá. Eso es lo que realmente somos.

Su acercamiento a esta realización era radical. Insistía en que la única forma de experimentar directamente aquello que permanece más allá del tiempo es trascender el tiempo por completo. Eso significa renunciar a la creencia de que hay una distancia entre donde estamos ahora y el florecimiento pleno de la conciencia iluminada. Si el Sí mismo permanece más allá del tiempo, ¿cómo podría el hacer algo en el tiempo acercarte más a lo que está más allá del tiempo?

Al señalar esto continuamente, sus discípulos tenían poderosos destellos de esa dimensión profunda que existe más allá de la apariencia del mundo. Su Gracia y la profunda inmediatez de su conciencia despierta, hacía esto directamente visible para ellos.

Para algunos, estos destellos eran como una piedra de toque, un momento raro y precioso en el que se sentían más cerca de Dios. Para otros les abría una puerta a otra dimensión que permanecería abierta para siempre. Esto es lo que me pasó durante nuestra primera reunión.

MI EXPERIENCIA DE MAESTRO

A petición del Maestro, empecé a enseñar poco después, y muchos pronto tuvieron el mismo tipo de destellos de lo absoluto que les cambiaba la vida. Debido a que esto le estaba sucediendo a tanta gente tan rápidamente, me convencí de que miles de personas pronto estarían iluminadas.

Pronto comencé a notar que para muchos de los que efectivamente tenían despertares poderosos, el acceso continuo a la conciencia iluminada parecía depender de estar conmigo en un contexto de enseñanza. Fuera de ese ambiente cargado espiritualmente, el estado superior que ocupaban pronto desaparecía.

Por mucho que quisiera permanecer fiel a la inmediatez radical de la enseñanza de mi maestro, eventualmente cedí a la necesidad práctica. Comencé a dar a mis alumnos prácticas espirituales. Me di cuenta de que necesitaban hacer su propio esfuerzo para despertar y mantenerse despiertos.

Les pedía que pasaran varias horas al día meditando, practicando la contemplación y otras formas de práctica espiritual diseñadas para fomentar ese proceso. Cuando el maestro se dio cuenta de esto, se enojó. Comprensiblemente sintió que no estaba manteniendo la fe en su enfoque radical e intransigente de la iluminación, pero no sabía qué más hacer.

Poco a poco llegué a comprender por qué tantos maestros espirituales les han dado prácticas a sus estudiantes. En verdad, Dios está siempre en todas partes y en todas las cosas ― la fuente misma de nuestra propia conciencia en cada momento. Pero para estar absolutamente convencido de esto más allá toda duda, a nivel del alma, la práctica consistente durante un período de tiempo muy largo es una necesidad para la mayoría de los buscadores.

Así, hice la transición de una enseñanza centrada puramente en el despertar repentino, a una que incluía el camino del despertar gradual. Me di cuenta de que para la mayoría de las personas no hay atajos. No importa cuán poderosa sea nuestra introducción a la consciencia superior, no importa cuán profunda y dramática sea la primera inmersión en el infinito, para que esa realización se estabilice, no se puede escapar del trabajo duro. Al final, cada individuo tuvo que hacer un esfuerzo para liberarse de la ignorancia y la falta de iluminación.

Me di cuenta de por qué el famoso Buda imploraba a sus discípulos que trabajaran en su propia salvación con diligencia. Para alcanzar la liberación, todos y cada uno de nosotros tenemos que trabajar por nuestra propia salvación, aunque esa salvación ya sea siempre nuestra verdadera naturaleza.

Por esta razón, el logro y la estabilización de la conciencia iluminada es siempre una paradoja. Esa paradoja está siempre en relación con la cuestión de si la experiencia de la libertad espiritual es principalmente una cuestión de dejar ir, o hacer un esfuerzo. La mayoría de las escuelas generalmente enfatizan una u otra como la manera correcta de despertar y permanecer despierto.

Cuando el maestro me dijo que no había que esforzarse para ser libre, tenía razón. Cuando dejamos de lado todo esfuerzo y lucha, caemos natural y espontáneamente en un estado natural. Nos despertamos a la consciencia tal como es ― infinita, abierta, vacía y completamente libre del tiempo y la historia. Es por eso que la experiencia directa de la consciencia como siempre es, es tan liberadora y estimulante. La naturaleza de la consciencia tal como es, es la libertad misma.

Sin embargo, tan fácil como es descubrir esto, es igualmente fácil de olvidar. Una y otra vez, nos olvidamos. Esta es la razón por la que los maestros espirituales se han referido a menudo al camino del despertar como algo parecido a caminar sobre el filo de una navaja. Si nos volvemos un poco arrogantes o perezosos, podemos quedarnos dormidos en un instante.

Por eso la necesidad de esforzarse siempre es necesaria. Es especialmente cierto en los momentos en que nos hemos asustado, distraído o perdido nuestro camino. Tan pronto como nos damos cuenta de que nos hemos quedado dormidos, debemos estar listos y dispuestos, en cualquier momento, para hacer que el esfuerzo nos enfile de nuevo con nuestra verdadera naturaleza.

La voluntad de hacer un esfuerzo cuando sea necesario equilibra perfectamente la voluntad de dejarlo ir. Si queremos no solo despertar, sino también permanecer despiertos, tenemos que estar listos para hacer lo que sea necesario, aquí y ahora.

Al final, realmente no hay ninguna diferencia entre esfuerzo y no-esfuerzo; la libertad de caída libre y la libertad y confianza que surgen como resultado de saber que haremos lo que sea necesario para ser libres.

Siempre es una elección; una elección para ser libre aquí y ahora. Ya sea que exija un esfuerzo intenso o un abandono incondicional, es lo mismo si queremos ser libres más que cualquier otra cosa.


La iluminación es el final de la relación dolorosamente centrada en el yo.

Andrew Cohen