La iluminación espiritual

Holocaustos al día

POR: PATROCINIO NAVARRO

Imagen; Holocaustos al día; Patrocinio Navarro

HOLOCAUSTO AHORA

Holocaustos cotidianos.

¿Cómo llamar a las masacres realizadas por Israel desde que este enjambre de imitadores de aquellos que diezmaron a sus propias gentes pusiera los pies en palestina? ¿Cómo titular, sino con el nombre de Holocausto los asesinatos en masa de personas cuya desgracia es haber nacido desde hace muchas generaciones en un territorio invadido y deseado para sí por los israelíes, como hemos podido presenciar en estos días de Mayo sellados con sangre de niños palestinos? Una vez más, y con el apoyo de los monstruos de EEUU y el parloteo sin consecuencias de esta (des)Unión Europea.

Cada 27 de enero se conmemora el Día Internacional del Holocausto, y se nos recuerda puntualmente que la Asamblea General de la ONU o Naciones (des)Unidas decretó el 1 de Noviembre de 2005 conmemorar la fecha en que el ejército soviético liberó a los últimos 7.500 prisioneros del campo de exterminio alemán de Auschwitz-Birkenau. A pesar de los 73 años transcurridos desde entonces, no se aprecian avances; los Gobiernos del mundo deberían estar avergonzados ante recuerdos de fechas como esta que ponen en evidencia no solo su hipocresía humanista sino su flamante hipocresía democrática, social o religiosa.

La propaganda israelí con el consentimiento general de los gobiernos del mundo, nos ha hecho olvidar que entre los más de seis millones de víctimas nazis que se calculan asesinados en los campos de concentración y cárceles hitlerianas no solo había judíos: había también muchos miles de comunistas, socialistas, librepensadores, homosexuales, artistas, escritores, republicanos españoles y gitanos. Por tanto no fue tan solo un holocausto judío, sino un plan de exterminio para quien se caracterizara por no ser asimilable para la sociedad amordazada y sometida que se proponían construir los nazis. Creo que este recuerdo doloroso debe abarcarlos a todos y a cada uno de ellos, judíos o no.

Hizo bien en generalizar la ONU en su Declaración Universal de los Derechos Humanos, un artículo como el 3, en que reconoce el derecho a la vida, a la libertad y a la seguridad personal de todo ser humano, o el artículo 18, que afirma el derecho a la libertad de pensamiento, de conciencia y de religión de toda persona. Lástima que no se cumplan nada, o se cumplan, poco, según o con notables rebajas. Hizo bien la ONU, pero en este mundo todo tiene dos caras: la aparente y la real. Si consultamos el diccionario María Moliner, la palabra holocausto tiene dos acepciones: 1) Sacrificio religioso entre los judíos en que se quemaba toda la víctima y 2) Renuncia a algo o entrega de algo muy querido para lograr un ideal o el bien de otros. Los nazis eligieron trágicamente la primera, la aparente, y por desgracia ha tenido mucha continuidad después de ellos y precisamente por los hijos de sus víctimas en el caso israelí. Pero no solo en su caso. Nuestras sociedades modernas lo atestiguan. En España tuvimos el genocidio franquista, y fuera de España, dos guerras mundiales, los Gulag soviéticos, los equivalentes de la China maoísta, los asesinatos masivos de Pol Pot, Indochina, Vietnam, están todas las guerras siguientes hasta el día de hoy, que es un no parar. Holocaustos cotidianos.

Están los migrantes del hambre, de estas guerras y del clima; los ahogados en el Mediterráneo y los que mueren ante las alambradas de las fronteras de Europa de hambre, frío y desesperación sin levantar ampollas en un mundo insensibilizado donde cada persona y cada gobierno mira para sí. ¿Están excluidos de los derechos humanos estos semejantes nuestros y por ello son las víctimas propiciatorias de un sacrificio por esta civilización sin futuro que se derrumba a ojos vista?... Al menos les quedan a las víctimas los derechos divinos aunque solo Dios parece reconocerlos para Sus hijos en este mundo.

Que nadie les venga a contar a los que murieron, a los que mueren o a los que van a morir en o ante la civilizada Europa que el artículo 3 o el 18 de sus legítimos Derechos se los están saltando por las bravas todos los gobiernos firmantes. Que nadie les venga a contar a los desheredados de la Tierra que en Norteamérica o en esta civilizada y cristiana Europa quienes se autocalifican de cristianos van a recordar a sus gobernantes supuestamente cristianos como ellos, sus deberes con el prójimo desamparado, no solo los deberes que les corresponde asumir como integrantes de la ONU en lo que respecta a derechos humanos, que no cumplen, sino los que les correspondería asumir como simples cristianos: el amor a Dios en el prójimo. O sea: los derechos divinos. (Pero, ay, ¿quién los recuerda, señorías?)…

No hace falta leer mucho sobre derechos elementales o las enseñanzas de Jesús para saber lo que se debe hacer. Entre tanto, da lo mismo cuantas leyes humanas y divinas se escriban o lean en los libros del mundo: lo verdadero es lo que está ocurriendo ante nuestros ojos o en las pantallas de nuestros televisores sin que esto tenga una repercusión social apreciable. La gente está siendo domesticada, adormecida, insensibilizada, y por eso no reacciona, o lo hace tarde, cuando ya no tiene arreglo.

Quienes consienten o arman las guerras; quienes provocan la existencia de campos de refugiados y no les acogen; quienes ocasionaron el cambio climático y no ponen remedios; quienes participan en cacerías y matanzas o en experimentos con animales en este Planeta son todos ellos autores de holocaustos modernos; son nuevos genocidas humanos y asesinos de animales, sucesores de aquellos que tanto critican mientras les imitan de otro modo bajo las banderas democráticas o la bandera Papal. Y nos hablan de derechos humanos o nos hablan de Dios. Que no nos engañen con su piel de oveja. Son lobos de aquella misma estirpe siempre de caza para devorar a sus presas.

¿Cuántas fechas más en negro nos aguardan para recordar mientras sea este el estado del mundo?... ¿Cuándo sonará el gran despertador espiritual? Entonces conoceremos la segunda acepción de la palabra holocausto, que es positiva: esa renuncia a algo o entrega de algo muy querido para lograr un ideal o el bien de otros. Tal vez debería tratarse del ego, del egocentrismo que mira el mundo desde el propio ombligo. ¿Debemos sacrificar al egocentrismo para que florezca el nosotros en uno mismo? De eso deberíamos ocuparnos, y tal vez así evitaríamos los intolerables desmanes llevados a cabo diariamente por una ridícula minoría tan solo para engordar su egocentrismo, su porción de paraíso fiscal y la solidez de su poder. ¿Acaso hay otra opción?


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