La iluminación espiritual

Frases Rosario Castellanos

Citas Rosario Castellanos


Y los signos se cierran bajo mis ojos como la flor bajo los dedos torpísimos de un ciego.

No son nube ni flor los que enamoran; eres tu, corazón, triste o dichoso.

El matrimonio es el ayuntamiento de dos bestias carnívoras de especie diferente.

La muerte será la prueba de que hemos vivido.

La soledad trazo su paisaje de escombros. La desnudez hostil es su cifra ante el hombre.

La manzana cayo; pero no sobre un Newton de fácil digestión, sino sobre el atónito apetito de Adán (se atraganto con ella como era natural).

Engaño en este ciego desnudarse, terror del ataúd escondido en el lecho, del sudario extendido y la marmórea lapida cayendo sobre el pecho.

Compartimos solo un desastre lento.

Y entonces supe: yo no estaba allí ni en ninguna otra parte ni había estado nunca ni estaría.

Sin orgullo (¿que es el orgullo? ¿Una vertebra que todavía la especie no produce?) los hombres roban, mienten, como animal de presa olfatean, devoran y disputan a otro la carroña.

Para el amor no hay tregua, amor. La noche no se vuelve, de pronto, respirable. Y cuando un astro rompe sus cadenas y lo ves zigzaguear, loco, y perderse, no por ello la ley suelta sus garfios.

Nunca digas que es tuya la tiniebla, no te bebas de un sorbo la alegría. Mira a tu alrededor: hay otro, siempre hay otro. Lo que el respira es lo que a ti te asfixia, lo que come es tu hambre. Muere con la mitad mas pura de tu muerte.

Yo muero de mirarte y no entender.

Al pie de un sauce, triste Narciso de las aguas, o cerca de una roca inexorable quiero dejar mi cuerpo como el que deja ropas en la playa.

Nos sorprende palpar un corazón en huelga y unos sesos sin tapa saltarina y un estomago inmune a los venenos.

En un día de amor yo baje hasta la tierra: vibraba como un pájaro crucificado en vuelo y olía a hierba húmeda, a cabellera suelta, a cuerpo traspasado de sol al mediodía.

Miro las herramientas, el mundo que los hombres hacen, donde se afanan, sudan, paren , cohabitan.

Mujer que sabe latín | Rosario Castellanos.

El suicidio también paso de moda y no conviene dar un paso en falso cuando mejor podemos deslizarnos. Que gracia de patines sobre el hielo. Que tobogán mas fino. Que pista lubricada. Que maquinaria exacta y aceitada.

No es que el poeta busque la soledad, es que la encuentra.

No poder escapar del sueño que hace muecas obscenas columpiándose en las lámparas. Es así como nacen nuestros hijos. Parimos con dolor y con vergüenza, cortamos el cordón umbilical aprisa como quien se desprende de un fardo o de un castigo.

Henos aquí hace un siglo, sentados, meditando encarnizadamente como dar el zarpazo ultimo que aniquile de modo inapelable y, para siempre, al otro.

No me explico por que fue indispensable que alguien inventara el reloj y desde entonces todo se atrasa o se adelanta, la vida se fracciona en horas y en minutos o se quiebra o se para.

El que se va se lleva su memoria, su modo de ser rio, de ser aire, de ser adiós y nunca.

Porque si un día cansados de este morir a plazos queremos suicidarnos abriéndonos las venas como cualquier romano, nos sorprende saber que no tenemos sangre ni tinta enrojecida: que nos circula un aire tan gratis como el agua.

Para el amor no hay tregua.

Damos la vida solo a lo que odiamos.

Hombrecito, ¿que quieres hacer con tu cabeza? ¿Atar al mundo, al loco, loco y furioso mundo? ¿Castrar al potro Dios? Pero Dios rompe el freno y continua engendrando magnificas criaturas, seres salvajes cuyos alaridos rompen esta campana de cristal.

Hay ceguera y el hambre los alumbra y la necesidad, mas dura que metales.

Hasta que un día otro lo para, lo detiene y lo reduce a voz, a piel, a superficie ofrecida, entregada, mientras dentro de si la oculta soledad aguarda y tiembla.

El encuentro es a oscuras. En el beso se mezcla el sabor de las lagrimas. Y en el abrazo ciñes el recuerdo de aquella orfandad, de aquella muerte.

Aprendí, si no a dar mas que no es fácil, si a pedir menos que casi es indispensable.

Mi sangre se enardece igual que una jauría olfateando la presa y el estrago pero bajo tu voz mi corazón se rinde en palomas devotas y sumidas.

No es que el poeta busque soledad, es que la encuentra.

Heme aquí, ya al final, y todavía no se que cara le daré a la muerte.

Tal vez yo no debiera descubrirlo pero fue el primer circulo vicioso mordiéndose la cola.

La oscuridad engendra la violencia y la violencia pide oscuridad para cuajar el crimen.

Heme aquí suspirando como el que ama y se acuerda y esta lejos.

Piensa en la tejedora; en su paciencia para recomenzar una tarea siempre inacabada.

Matamos lo que amamos. Lo demás no ha estado vivo nunca. Ninguno esta tan cerca.

éramos el abrazo de amor en que se unían el cielo con la tierra.

En estas vastas galerías de muertos, de fantasmas reumáticos y polvo, nos hinchamos de orgullo y de soberbia.

Pero Dios rompe el freno y continua engendrando magnificas criaturas, seres salvajes cuyos alaridos rompen esta campana de cristal.

El mundo era la forma perpetua del asombro renovada en el ir y venir de la ola, consubstancial al giro de la espuma y el silencio, una simple condición de las cosas.

Visitaría en Europa lo típico: alguna ruina humeante o algún pueblo afilando las garras y los dientes. Alguna catedral mal ventilada, invadida de moho y oro inútil y en el fondo un cartel: Negocio en quiebra.

Venturosa ciudad amurallada, ceñida de milagros, descanso en el recinto de este cuerpo que empieza donde termina el mío.

No te acerques a mi, hombre que haces el mundo, déjame, no es preciso que me mates. Yo soy de los que mueren solos, de los que mueren de algo peor que vergüenza. Yo me muero de mirarte y no entender.

Basta. No quiere mas la oreja, que su cuenco rebalsaría y la mano ya no alcanza a tocar mas allá.

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