La iluminación espiritual

El Dios de los ateos y el dios de verdad

EL VERDADERO DIOS

En los ámbitos culturales y entre los librepensadores,
suelen confundirse dos conceptos: religión y espiritualidad.

Muchos que se declaran ateos o abiertamente agnósticos, se sorprenden cuando un espiritual les dice que no es religioso y que el dios al que ellos niegan, efectivamente no existe. A muchos de ellos habría que indicarles que una cosa es la religión externa y otra la religión interna, la relación de cada uno con Dios, la religión del espíritu, la religión del alma.

¿Hablamos del dios de las Iglesias?

¿Nos referimos entonces a ese dios externo, alejado de los hombres, juez severo y capaz de castigar con la maldición eterna a quien peque? ¿Nos referimos al dios bíblico animador de guerras, que incita a la división y se alegra con la muerte de sus enemigos? ¿Nos referimos al misterioso dios de los deseos inescrutables? Entonces el que esto escribe también es ateo, pero de ese dios. Ni siquiera agnóstico: rotundamente ateo.

No creo en el dios de ninguna religión externa, sea esta judía, protestante, ortodoxa, musulmana o católica, porque en todos los casos se trata de un dios con minúscula. En cuanto al cristianismo, no es una religión, sino una actitud de vida orientada a cumplir las enseñanzas de Jesús el Cristo al que las Iglesias que se dicen cristianas han dejado a un lado para ponerse del contrario.

El dios con minúscula está hecho a la medida de los clubs sacerdotales de todas las épocas. Es el dios de la mentira, de las guerras de religión, de la avaricia y deseo de poder de todas las castas sacerdotales, de las supersticiones y del culto a las sombras. Es el dios de los egos. Pero es el dios de todas las religiones que se proclaman monoteístas, que no solo han inventado caricaturas de Dios a su conveniencia, sino que se han confabulado para mantener cada una la propia marca, con sus propios albaceas de su dios minúsculo y sus respectivas jerarquías intocables, procurando no interferirse entre ellas más de lo conveniente y simulando cada una respetar lo que considera errores de las otras… hasta la próxima guerra religiosa. Porque esta es una constante histórica de la que nuestra época no se libra, pues de cuando en cuando llegan noticias de atentados a templos de una u otra religión. Sin embargo, todas esas religiones institucionales externas, de ritos, ceremonias, rezos diseñados, jerarquizadas, tienen elementos comunes: sus clérigos actúan como intermediarios entre ese dios inventado y reinterpretado y las almas de sus seguidores; creen poseer un status de conciencia superior al de los fieles. Por eso los sacerdotes católicos, por ejemplo, se auto-otorgan el poder de perdonar pecados, aunque ellos sean igual de pecadores, mientras sus Papas dicen representar a al mismo Dios mientras solo representan al dios de los egos.

La Biblia, un libro lleno de mentiras y contradicciones.

Pero la Caída no tiene nada que ver con la historieta de Adán y Eva y el Paraíso Terrenal, un cuento más de los que abundan en la Biblia, ese libro lleno de contradicciones, donde el bien y el mal se confunden y confunden a los que buscan de buena fe. Si sacamos del viejo Testamento a Moisés y a los grandes profetas, especialmente a Isaías, todo lo que queda son novelas eróticas, guerras y crueldad con la supuesta participación del mismo Dios tomando partido por unos u otros, lo que nada tiene que ver con el verdadero Dios. Y en cuanto al Nuevo Testamento, habría que preguntar al obispo Jerónimo, dónde metió la tijera de podar la verdad para no molestar al Papa Dámaso I del que recibió el encargo en el año 383 de elaborar un texto bíblico homogéneo en latín, y cambió los evangelios en más o menos 3.500 partes

La religión interna.

Las personas no religiosas, las espirituales, practican la religión interna. Si son cristianos libres intentan vivir de acuerdo con los Diez Mandamientos y con las enseñanzas del Sermón de la Montaña de Jesús, que ni fue sacerdote ni fundó una Iglesia. La persona espiritual cristiana habla de un Dios impersonal, que es la energía universal consciente o Espíritu Santo, que a su vez se da forma a sí misma como Creador personal y con ese mismo patrón nos crea a nosotros a Su imagen y semejanza espiritual y al Reino de los siete Cielos con todas sus criaturas, entre las cuales estábamos usted y yo antes de la Caída.

La persona espiritual no es de religiones

La persona espiritual considera que Dios está en su interior, que cada uno es Su templo y por tanto sobran los templos de piedra, y que esa proximidad con Dios le permite dirigirse a Él como cualquier hijo a su padre, sin necesidad de ceremonias, ni oraciones prefabricadas, ni rito alguno. Y por supuesto, sin necesidad de intermediarios como obispos, curas, párrocos o Papas. Porque la persona espiritual cree que todos estos títulos con que el club de los ensotanados se adorna carecen de validez espiritual.

La persona espiritual cristiana cree que nadie en este mundo puede perdonar los pecados contra las leyes de Dios, sino que esto es prerrogativa suya y de Su Hijo. Y aquí viene bien recordar la parábola del Hijo Pródigo. Aquel, por cierto, arrepentido y deseando ser perdonado, fue en busca de su padre, no en busca de un sacerdote. Todo un símbolo que la Iglesia no ve, seguramente cegada por el brillo de su oro.

La persona espiritual afirma la Gran Unidad, sea o no cristiano. Cree que la energía es una, por ser divina, y que todas las criaturas participan de ella con su respiración y su propia energía. Cree en la existencia de un Creador supremo omnipresente en todo el universo y en cada criatura como fuerza y vida. Por tanto, nadie debe ir contra la Gran Unidad, y es un mandamiento esencial respetar la vida, incluida la vida animal, pues también los animales tienen alma inmortal en proceso de evolución.

Sin embargo, las religiones externas de culto desprecian el principio de la Gran Unidad, que es la vida en el universo, pues ¿cuál de ellas no favorece el sacrificio de animales y hasta lo bendice con una mano mientras alienta con la otra al carnicero para que llene las mesas de sus seguidores en las que han de sentarse los clérigos?...

¿Cuál de esas religiones monoteístas que afirman que poseen la verdad sobre Dios son enemigas de las guerras? Es verdad que de cara a la galería pueden hacer tímidas declaraciones en contra y en general, pero se sientan en la mesa de sus promotores y defienden la guerra que llaman justa. Es verdad que critican las injusticias de los ricos, pero se sientan a su mesa y les disculpan sus fechorías o se las apoyan directamente. Así que tiene tanta razón el ateo que niega al falso dios de la Iglesia como la persona espiritual que se siente hija del Otro Dios, del Dios de verdad, que es el Dios de la paz, de la armonía, del amor, de la justicia y de la hermandad en la Unidad Universal de la energía que nutre a todos los seres y que impulsa a hacer el bien. Tal vez nuestro amigo el ateo no tendría tantos motivos para rechazar a este Dios.