La iluminación espiritual

El primer paso hacia el amor

Cuento Zen (16)

Un hombre llegó a Ramanuja, un gran místico, y le dijo:

Me gustaría enamorarme de Dios. ¡Muéstrame el camino!

Y Ramanuja contestó:

Primero dime una cosa, ¿has amado a alguien alguna vez?

El hombre respondió:

No me interesan este mundo ni las cosas mundanas, el amor y cosas por el estilo. Quiero a Dios.

Ramanuja dijo:

Por favor, piensa otra vez. ¿Has amado alguna vez a una mujer, a un niño, a alguien?

El hombre contestó:

Ya te lo he dicho: soy una persona religiosa; no soy un hombre mundano, y no amo a nadie. Muéstrame el camino, cómo puedo llegar a Dios.

Se dice que Ramanuja empezó a llorar. Con lágrimas en los ojos, le dijo:

Entonces es imposible. Primero tendrás que amar a alguien. Ese es el primer paso. ¿Estás pidiendo el paso último y ni siquiera has dado el primero?

¡Ve y ama a alguien!

MORALEJA

Solo cuando el amor no sacia tu sed, Dios se convierte en una necesidad. Pero ambas necesidades están en el mismo camino. La razón básica es que en realidad no estamos separados de la totalidad, pero pensamos que estamos separados y por eso surge el deseo.

¿Cómo hacerse uno con la totalidad?

El primer paso tienes que darlo con alguien de quien te puedas enamorar, y, luego, el segundo paso surgirá de ello por sí mismo. Un amor auténtico te lleva necesariamente hacia la oración. Y si el amor no te está llevando hacia la oración, es que aún no es amor; no es amor verdadero, porque un amor verdadero te prueba necesariamente que el amor no es suficiente. Se necesita más. Un amor verdadero te lleva a la puerta del templo, tiene que llevarte. Ese es el criterio de un amor verdadero.

Todo es una ley, no dos, la unidad es la naturaleza misma de la existencia. La dualidad es nuestra imaginación. Por eso nos pasamos la vida entera añorando el amor. La añoranza del amor no es más que un síntoma de que donde existe la unidad hemos creado una dualidad que es falsa.

El amor es el primer paso hacia Dios; la oración o la meditación es el paso final. El amor te enseña una nueva sed, una nueva hambre; por eso es bello el amor, para que tengan tanta sed que solo Dios sea suficiente, nada más.