El hindú y el judío
Cuento zen con moraleja
Un gracioso cuento zen de un hindú que utiliza la meditación para soportar el sufrimiento y un judío que se concentra astutamente para evitar el dolor.
Cuento zen sobre la meditación y la concentración
Llegan dos hombres al infierno: un hindú y un judío.
El diablo les dice: Les voy a dar una oportunidad de ir al cielo. Aquel que aguante tres latigazos míos se podrá ir. Pero antes de los latigazos se pueden poner lo que quieran en la espalda. ¡A ver si aguantan!
Los hombres aceptan.
El hindú es el primero, que se arrodilla sin ponerse nada.
Dice el diablo asombrado: ¡Este sí que es valiente! ¿Es que no te vas a poner nada en la espalda?
¡No! ¡Solo necesito meditación!
Bueno, como tú quieras.
Da el primer latigazo y el hindú ni siquiera se inmuta, el segundo latigazo y el hindú tranquilo, luego el tercer latigazo y el hindú fresco como una lechuga.
Entonces dice el diablo:
Bueno, lo prometido es deuda, te puedes ir al cielo.
Gracias, dice el hindú. Pero antes quiero ver al judío. Quiero ver con que astucia sale.
El judío concentrado se arrodilla y tampoco se pone nada, a lo que dice el diablo:
¿Tú tampoco te pones nada en la espalda?
El judío en medio de su concentración pregunta: ¿Puedo ponerme lo que yo quiera?
¡Lo que quieras!
A ver, hindú. ¡Ven aquí!
MORALEJA
En español, hay una palabra: concentración. En muchos libros escritos por personas bien intencionadas, pero no por personas que hayan experimentado la meditación. Siguen utilizando la palabra “concentración” como si se tratase de la meditación. Meditación no es concentración. Concentración simplemente significa que tu mente se enfoca en un punto, es un estado de la mente. Normalmente, la mente se está moviendo de manera constante, pero si está moviéndose así, no puedes trabajar con ella en un asunto en concreto.
Por ejemplo, en la ciencia se necesita concentración; sin concentración no hay posibilidad de ciencia. No es sorprendente que la ciencia no haya evolucionado en Oriente, porque allí nunca se valoró la concentración. Lo que hace falta para la espiritualidad no es concentración, es otra cosa. Es meditación, es ir hacia el centro, es alejarse de la periferia, es alejarse de la concentración, la meditación se dirige hacia uno mismo, se dirige al interior.
La concentración es la mente enfocada en un punto. Tiene su utilidad, porque entonces puedes profundizar cada vez más en un determinado tema. Eso es lo que la ciencia está haciendo: descubrir cada vez más acerca del mundo objetivo. Un hombre con una mente que siempre está dando vueltas por ahí con déficit de concentración no puede ser un científico.
La virtud del científico es su capacidad de olvidarse de todo el mundo y poner toda su consciencia solamente en una cosa. Y cuando toda la consciencia se vuelca en una cosa, es casi como concentrar rayos a través de una lupa: hasta puedes encender fuego. Esos rayos por sí solos no son capaces de hacer fuego porque están dispersos; se están separando entre sí. Concentración significa que los rayos se unen, encontrándose en un punto; y cuando muchos rayos se encuentran en un punto, tienen energía suficiente como para encender fuego.
La consciencia tiene esa misma cualidad: concéntrala y podrás penetrar más profundamente en los misterios de los objetos.
La concentración siempre es un estrechamiento de la consciencia. Cuanto más estrecha llegué a ser, más poderosa será. Es como una espada capaz de cortar cualquier secreto de la naturaleza: tienes que ser inconsciente de todo lo demás. Pero eso no es meditación. Mucha gente lo ha malentendido; no solo en Occidente, sino también en Oriente. Se cree que la concentración es meditación. La concentración te da enormes poderes, pero esos poderes pertenecen a la mente.
Así que primero tienes que entender que la meditación, no es concentración.