La iluminación espiritual

El cuento de los cuentos

Cuento Zen (83)

Mira todo lo que alcance tu vista sin poner ningún nombre. Pasa más allá del concepto y ve la realidad que hay detrás de cada cosa, sin fragmentación, englobando, tratando de descubrir la unidad. No podrás explicarlo con palabras. No existen las etiquetas para la realidad. Por eso, al místico no le dan ganas de hablar.

¿Cómo explicaría el mundo que él descubre viviendo metido en la realidad que le descubre la sabiduría? Solo te cuenta cuentos y parábolas, para ver si saca su esencia. Eso mismo hacen los poetas como cuando León Felipe dijo: La distancia entre un hombre y la realidad es un cuento. El poeta, por medio de un cuento, te hace captar una realidad sin etiquetas. No se puede narrar lo inefable sin disparates que parecen sin sentido, que van más allá de los conceptos, como ocurre en muchas escrituras.

Lo que nos narran las escrituras es un misterio, pero luego, los necios ha querido encerrar ese misterio en una cárcel de conceptos y normas. Si no eres capaz de expresar la esencia del árbol con el nombre árbol, ¿cómo vas a tratar de expresar a Dios? Dicen en Oriente: El que sabe, no dice, el que habla, no sabe.

El mismo idioma constituye una forma de programar a las personas. En realidad, nadie tiene la capacidad de ofenderme. Lo que me ofende es la forma en que interpreto el lenguaje. Ocurre cuando yo relaciono esa palabra que has dicho con una imagen determinada o un concepto. Es la etiqueta que lleva colgada la palabra.

MORALEJA

Solo algo de la realidad queda desvelado por la palabra que empleamos continuamente, y con esa fracción nos movemos, sin indagar dónde queda lo demás. Hasta los científicos reconocen no conocer más que una parte pequeñísima de la realidad. Algo nos dan a conocer el concepto y la palabra, pero el movimiento, la inmensidad, el no poder expresarla ni encajarla, ni definirla, eso, lo tenemos que deformar cuando queremos expresarlo con palabras. Por ejemplo: El ciego, cuando le describen con palabras lo que es el color amarillo, no tiene ni la menor conciencia de cómo es ese color. Para comprender la realidad, el místico hace como el pájaro, no se agarra a nada. La realidad no se deja encerrar en fórmulas.

Todas las religiones creen, o quieren tener la verdad, poseer toda la verdad. La Realidad, la Verdad, por ser Una, no es de nadie en exclusiva, porque es de todos, pero menos lo es de los que quieren cristalizarla, porque eso que se deja atrapar, ya no es Verdad.

Cuando el sabio señala la Luna, el necio se queda mirando el dedo. Eso es lo que ocurre con las religiones cuando quieren atrapar la verdad. E igual ocurre con los idealistas en política, y en cualquier campo en que se trata de poseer la verdad. Somos incapaces de desentrañar la complejidad del mundo, así que nos contamos un cuento simplificador para poder decidir y reducir la ansiedad que nos crea que sea incomprensible e imprevisible. No se les olvide. Los cuentos ayudan a dormir a los niños, pero también a despertar a los adultos.