DIOS Y EL ZAPATERO (CUENTO)
CUENTO ZEN (218)
Dios tomó forma de mendigo y bajó al pueblo, buscó la casa del zapatero y le dijo:
Hermano, soy muy pobre, no tengo una sola moneda en la bolsa y éstas son mis únicas sandalias, están rotas, si tú me haces el favor.
El zapatero le dijo:
Estoy cansado de que todos vengan a pedir y nadie a dar.
El Señor le dijo:
Yo puedo darte lo que tú necesitas.
El zapatero desconfiado viendo un mendigo le preguntó.
¿Tú podrías darme el millón de dólares que necesito para ser feliz?
El Señor le dijo:
Yo puedo darte diez veces más que eso, pero a cambio de algo.
El zapatero preguntó:
¿A cambió de qué?... a cambio de tus piernas.
El zapatero respondió:
Para qué quiero diez millones de dólares si no puedo caminar.
El Señor le dijo:
Bueno, puedo darte cien millones de dólares a cambio de tus brazos.
El zapatero respondió:
¿Para qué yo cien millones de dólares si ni siquiera puedo comer solo?
El Señor le dijo:
Bueno, puedo darte mil millones de dólares a cambio de tus ojos.
El zapatero pensó poco...
¿Para qué mil millones de dólares si no puedo ver mis seres queridos?
El Señor le dijo:
¡Ah, hermano! Qué fortuna tienes y no te das cuenta.
MORALEJA
Cuando nos amamos, somos capaces de aceptarnos y valorarnos sin ambicionar nuestras carencias, nuestra imperfección y nuestra vulnerabilidad. Cuando nos amamos, valoramos lo que se nos a dado.
Aquel que se ve controlado por objetos pierde la posesión de su ser interior. Si ya no se valora a sí mismo, ¡No le queda nada!
Los pensadores han hecho que sus enseñanzas parezcan muy lógicas. Dicen: «Si te amas a ti mismo, te convertirás en un egoísta; si te amas a ti mismo, te convertirás en un narcisista».
El hombre que se ama a sí mismo descubre que no tiene ego. El ego surge al amar a los demás sin amarte a ti mismo, al intentar amar a otros. Los misioneros, los reformadores sociales o las personas que se dedican a ayudar a los demás tienen los mayores egos del mundo; naturalmente, porque se consideran seres superiores. Ellos no son corrientes; la gente corriente los ama a ellos. Aman a los demás, aman los grandes ideales, aman a Dios.
Pero todo su amor es falso, porque carece de raíces.
El hombre que se ama a sí mismo está dando el primer paso hacia el amor auténtico.
Aquel que se ama a sí mismo disfruta tanto del amor, se vuelve tan dichoso, que el amor empieza a rebosarle y a alcanzar a otros. ¡Tiene que alcanzarlos! Si vives el amor, tienes que compartirlo. No puedes continuar amándote a ti mismo eternamente, porque hay algo que te quedará muy claro: que si el hecho de amar a una persona, a ti mismo, es algo tan profundamente extático y maravilloso, ¡cuánto más éxtasis te aguardará si empiezas a compartir tu amor con muchísima más gente!
Pero el amor tiene que empezar desde el principio. El amor tiene que empezar por el primer paso: Ámate a ti mismo.