La iluminación espiritual

Descubrir la verdad

Cuento Zen (279)

Un joven sentía una obsesiva pasión por la verdad, de modo que, abandonando a su familia ya sus amigos, se marchó en su búsqueda. Viajo por infinidad de países, navego por muchos mares, subió innumerables montañas. En suma, paso todo tipo de dificultades y sufrimientos.

Un día, al despertar, se encontró con que tenía setenta y cinco años y aún no había descubierto la verdad que tanto había buscado. Entonces, lleno de tristeza, decidió renunciar a dicha búsqueda y regresar a su casa.

El viaje de vuelta le llevo varios meses, porque ya era bastante viejo. Al llegar a su casa, abrió la puerta... y descubrió que la verdad había estado esperándole allí pacientemente durante todos aquellos años. Que tanto vivir en busca de la verdad y saber que la búsqueda es un titubeo a la derecha o a la izquierda, nunca está en él medio, y él medio es la verdad, el presente es la verdad, la puerta a la realidad.

MORALEJA

¿Todas tus andanzas y tus búsquedas para descubrir la verdad te sirven para algo? Sí, porque te preparan para reconocerla en el preciso momento que se presente.

Tu tesoro está en tu propio Ser, no lo busques en ninguna otra parte. Dios no envía nunca a nadie a este mundo sin un tesoro. Él te envía preparado para cualquier contingencia; ¿cómo podría ser de otra forma? Cuando un padre envía a su propio hijo a un largo viaje, dispone todos los preparativos. El padre incluso prevé las situaciones imprevistas. Lo prevé todo.

Llevas contigo todo lo que necesitas. Simplemente, sumérgete en el buscador, no busques en el exterior. Busca al buscador, deja que el buscador sea buscado.

Tú puedes equivocarte; de ahí que tenga que penetrar en ti una profunda consciencia de cada acto, de cada pensamiento, de cada sentimiento.

Si empiezas a buscar por el cielo, nunca lo hallarás. Si empiezas a buscar y te lo tomas muy en serio, nunca encontrarás el cielo. ¿Dónde lo hallarás? El cielo no está en algún sitio, está en todas partes… y lo que está en todas partes no puede buscarse. No se puede localizar; no puedes decir que está en el norte, ni en el sur; no puedes decir que está ahí… porque está en todas partes. Lo que está en todas partes no puede encontrarse en algún sitio.

¿Dónde buscarás?

Empezarás a dar vueltas por el cielo, de aquí para allá. Y todo es cielo. Dios es como el cielo, como el cielo vacío. Carece de límites, así que no puede ser definido. No puedes decir donde comienza y donde acaba. Es extremo, infinito… y, no obstante, está justo aquí, justo enfrente de ti. Si estás relajado, ahí está; si estás tenso, desaparece.