Conciencia o cocción, he ahí la cuestión
Elige: Conciencia o cocción. Entonces, si no estás como la ranita ya medio cocinado da un saludable golpe con tus patas antes que sea demasiado tarde.
OLIVIER CLERC
LA METÁFORA DE LA RANITA
El famoso cuento de Olivier Clerc: La rana que no sabía que estaba hervida.
Oliver Clerc, nacido y criado en Ginebra hace 52 años, vive en la actualidad en la región de La Borgoña, en Francia. Escritor, editor y traductor hay quien dice de él que también es filósofo. Yo más bien me limito a pensar que es un buen psicólogo, gran observador y, sobre todo, especialista en bienestar, desarrollo personal y métodos de autoayuda, eso que hoy venimos a llamar un Coach Psico-emocional.
La fábula, La rana que no sabía que estaba hervida, es magistral. En ella nos cuenta que una ranita metida en un caldero lleno de agua, no se da cuenta que lo han puesto sobre el fuego y que, poco a poco, el agua se va calentando sin que ella lo pueda percibir hasta que empieza a notar que el agua ya le es molesta y que, de hecho, la está quemando, la están cocinando.
En esa breve narración, el autor, nos pone sobre aviso sobre los cambios que se van produciendo, poco a poco, a nuestro alrededor sin que, de ello, nos demos cuenta como, por ejemplo, la pérdida de valores humanos en esta sociedad que nos está tocando vivir, o la degeneración en las relaciones de la pareja, o con los hijos, incluso, con los educadores de nuestros hijos y así un sinfín de casos coincidentes en la mente de cada uno de sus lectores que nos hace ver que ese problema puede ser perfectamente extrapolable a cualquier persona, o a toda una sociedad sea en el país que sea.
Pero mejor os dejo con un resumen de esa magnífica metáfora y sed vosotros o vosotras mismas quienes reflexionéis sobre lo que Oliver Clerc nos trata de decir y si tiene razón o no. Con ella os dejo; dice así:
LA RANA QUE NO SABÍA QUE ESTABA HERVIDA
Imagínate una cacerola llena de agua fría en la cual nada tranquilamente una pequeña ranita.
Un pequeño fuego se enciende bajo la cacerola, y el agua se calienta lentamente.
El agua despacio... despacio... se va poniendo tibia, y la ranita encuentra esto más bien agradable, y continúa nadando.
La temperatura del agua sigue subiendo...
Ahora el agua está caliente, más de lo que la ranita pueda gozar, se siente un poco cansada pero no obstante eso, no se asusta.
Ahora el agua está verdaderamente caliente y la ranita comienza a encontrar esto desagradable, pero está muy debilitada; entonces soporta y no hace nada.
La temperatura continúa subiendo, hasta cuando la ranita termina simplemente... cocinándose y muriendo.
Si la misma ranita hubiera estado metida directamente en el agua a 50 grados, con un golpe de sus patas inmediatamente habría saltado fuera de la cacerola.
Esto demuestra que, cuando un cambio viene de un modo suficientemente lento escapa a la conciencia, y no provoca en la mayor parte de los casos ninguna reacción, ninguna oposición, ninguna revuelta…
Si miramos lo que sucede en nuestra sociedad desde hace algunas décadas, podemos ver que estamos sufriendo una lenta deriva a la cual nos estamos habituando.
Una cantidad de cosas que nos habrían hecho horrorizar 20, 30 o 40 años atrás han sido poco a poco banalizadas, y hoy a penas preocupan, o dejan directa y completamente indiferente a la mayor parte de las personas.
En nombre del progreso, de la ciencia, y del aprovechamiento, se efectúan continuos ataques a las libertades individuales, a la dignidad, a la integridad de la naturaleza, a la belleza y a la felicidad de vivir. Lentamente, pero inexorablemente, con la constante complicidad de las víctimas, inconscientes, o quizás incapaces de defenderse.
Las negras previsiones para nuestro futuro en vez de suscitar reacciones y medidas preventivas, no hacen más que preparar psicológicamente a la gente para aceptar las condiciones de vida decadentes, y también dramáticas.
El martilleo continuo de informaciones por parte de los medios satura los cerebros, que no están ya en condiciones de distinguir las cosas.
Cuando hablé de esto por primera vez, era pensando en el mañana...
¡¡¡ Ahora es para HOY !!!
¡Conciencia o cocción, debemos elegir!
Entonces, si no estás como la ranita, ya medio cocinado, da un saludable golpe con tus patas ¡antes que sea demasiado tarde!
REFLEXIÓN
Esta es la fábula en cuestión y de ella se podría extraer un gran interrogante: ¿en qué medida los cambios han de ser lo suficientemente lentos como para que no podamos percatarnos de ellos? o dicho de otra manera, ¿hasta qué punto los cambios que suceden de forma lenta y paulatina pasan inadvertidos para quien los ha de vivir… ¡y sufrir!?
El primer paso que hemos de dar, para que no nos ocurra lo que a la ranita de la fábula, es asumir con responsabilidad el estado de todo aquello que nos rodea y centrarnos en sus posibles consecuencias. Por ejemplo, en cuanto a la situación política, o de crisis social y económica, o de la pérdida de valores humanos que nos está tocando vivir, donde apenas tenemos tiempo de digerir la información ni se nos da la oportunidad de pensar razonadamente por el bombardeo constante de los medios de comunicación, hemos de estar siempre en estado de alerta y huir de la rutina que nos llevaría a convencernos que los hechos que nos rodean, por repetitivos, son habituales convenciéndonos de que nada puede ser de otra forma que la que nos están imponiendo.
Si no luchas, no te quejes, dijo Paulo Coelho..
Siempre que existe un deterioro lento, tenue, casi imperceptible, pasa inadvertido y la mayoría de las veces no suscita reacción, ni oposición, ni rebeldía. Muchas veces vamos por la vida como dormidos, aletargados, dejando pasar el devenir de los días, semanas, meses y años, sin hacer nada para romper con la apatía, la desidia o la rutina del día a día.
En muchas ocasiones me habrán escuchado decir, Hay dos cosas innegables en la vida: Todo lo que nace, muere. Pero olvidamos lo más importante y es la de vivir, ya nos toque tener una vida larga, o más corta. Cuando una enfermedad golpea nuestra vida, nos aferramos a la idea de la muerte, ya que esto es algo que a todos nos puede asustar pero por mucho que nos aferremos a ella, nos olvidamos de lo más importante que es, la de vivir. Muchos dicen que mientras haya vida, hay esperanza pero también lo podemos ver desde otra óptica y esta sería mientras que haya esperanza, hay vida.
Hoy sabemos que la enfermedad puede ser una consecuencia del tipo de alimentación que llevemos, de la falta de ejercicio, del estrés, de una gestión desafortunada de nuestras emociones y como no, por determinados hábitos nocivos para nuestra salud.
Una premisa muy importante sería la de tener conciencia de nuestro momento presente. Vivimos pensando continuamente en el futuro y esto hace que nos quedemos dormidos en el sentido literal de la palabra; esperando una oportunidad y ya lo decía Antony Mello, escritor, La oportunidad nunca llega, la oportunidad ya está aquí.
Corremos el mismo riesgo que la rana, a menos que aprendamos a mirar el presente, como consecuencia del pasado y el comienzo lento pero seguro del futuro distante. Por lo cual debemos elegir: ¡Conciencia o cocción! Entonces, si no estás como la ranita ya medio cocinado o cocinada, da un saludable golpe con tus patas ¡antes que sea demasiado tarde!