La iluminación espiritual

¿Casualidad o causalidad? he aquí la cuestión

POR: PATROCINIO NAVARRO

Imagen; ¿Casualidad o causalidad? he aquí la cuestión; Patrocinio Navarro

NADA ES CASUAL

La inexorable ley de Causa y Efecto invalida la idea de que existe la casualidad, el azar sin ley, en vez de la causalidad. Si la energía que mueve el Universo estuviese sometida al azar, todo sería aleatorio, incierto, una vez de un modo, la vez siguiente de otro, y siempre dentro de un tal vez. ¿Cómo podría existir sin orden causal el universo, e incluso el funcionamiento de nuestro propio organismo físico de cuyas funciones no tenemos que ocuparnos, pues ya se ocupa la energía divina ordenadora?¿Podemos imaginar qué sería de nosotros si desapareciera ese automatismo funcional y tuviéramos que hacernos cargo conscientemente del funcionamiento de todo nuestro organismo?

La Ley causal, o de siembra y cosecha, establece que toda causa tiene un efecto, y nos ayuda a comprender por qué existen personas razonablemente contentas y felices en el mismo instante en que otras sufren tremendos dramas personales, pues si de algo no estamos a salvo es de nosotros mismos, de nuestra alma que siembra y luego cosecha. Si la siembra es buena, solo podemos estar agradecidos y ser perseverantes y si no lo es, sin duda que necesitamos corregir nuestra forma de pensar, sentir y actuar para evitar sufrir.

Aclarando que todos nuestros actos tienen sus correspondientes consecuencias, se pretende ser objetivos y huir de la mentira de la casualidad como rectora de nuestras vidas. Se trata de mostrar otros modos de mirar la realidad, desde las enseñanzas del Cristo en el Sermón de la Montaña, tan diferentes de las de los usurpadores eclesiásticos. Los cinco principios revolucionarios que menciona Cristo (igualdad, libertad, fraternidad, unidad y justicia) que no tienen eco alguno en la Iglesia, pueden conducirnos a una sociedad de la paz universal que tanto tiempo, tantas vidas – y tanto dolor, paradójicamente- precisa hasta hoy para construirse debido a los muchos obstáculos tanto personales como institucionales. Recogemos lo que sembramos. Nada es casual y cada uno escribe a diario su propio destino en el libro de su alma.

Los seres humanos, igual que tenemos en nuestra mano el hacha que corta el árbol, disponemos en nuestros corazones de las semillas que lo hacen brotar. Podemos elegir. Y esa elección determinará nuestra vida. El árbol de la vida, producto de la semilla del amor divino, es una especie delicada a la que conviene tratar igualmente con amor, verdad y decisión, sin miedo a ser criticados por embusteros, usurpadores, sembradores de cizaña, y otras especies dañinas de enemigos de la existencia y, por supuesto, de Dios…Y con la palabra Dios no me refiero al dios pagano de la Iglesia católica y sus hijas históricas, que es el dios de los ricos, el dios de la venganza, el dios partidista y castigador de sus contradictorias y manipuladas Biblias, sino al Dios que crea, al Dios- energía, al Dios Amor que mantiene el orden del Universo, al Dios del que todos formamos parte como energías espirituales del mismo modo que nuestras células forman parte de nuestros cuerpos. Este es el Dios que advierte sobre el Apocalipsis y enseña el camino de regreso a nuestro verdadero origen, que no es un vientre materno ni pertenece al código genético de un simio, sino el hogar espiritual del que procedemos en el Reino de los Cielos. Este es el Dios de la libertad que respeta nuestro libre albedrío aunque vayamos contra Él; el Dios que ama y no el Dios que castiga, pues no existe el Infierno en el Más Allá.

Sin embargo, aquí, en el más acá, sí existen todos los infiernos que hemos creado con nuestro alejamiento de las leyes divinas y de las leyes de la Naturaleza y que nos han conducido al Apocalipsis mundial al que ahora tenemos que enfrentarnos con el libro de nuestra vida y su saldo del debe y el haber según la ley de Causa y efecto, creamos en ello o no.

Puede que en toda la Historia haya habido un momento tan urgente como este para que uno valore su aporte personal a la situación de nuestro mundo y tome las medidas correctoras que crea oportuno en caso de saldo negativo con la madre Tierra y las leyes de Dios que la rigen del mismo modo que rigen a los tres cosmos: el cosmos material, el cosmos de los planetas de purificación o astrales y el cosmos espiritual o Reino Celestial. ¿A cuál creemos pertenecer si nos dirigimos a nuestro interior en busca de la verdad sobre nosotros mismos?


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