La iluminación espiritual

Alquimia del alma

EL CAMINO INTERNO

Cristo propone para liberación del alma sin sacerdotes ni iglesias.

¿Quién no ha escuchado alguna vez la palabra alquimia relacionándola con magos medievales, oscuros laboratorios llenos de probetas, amarillentos pergaminos donde se indagan secretos conocimientos sobre fuerzas de la naturaleza que puedan conducir a la fórmula mágica de la piedra filosofal, a la eterna juventud, a conocimientos ocultos en tratados secretos donde se cuente cómo se trabajan los metales y cómo transmutar el plomo en oro…Aunque la alquimia adopta muchas formas, en la cultura popular es citada con mayor frecuencia en historias, películas, espectáculos y juegos como el proceso usado para transformar plomo (u otros elementos) en oro. Otra forma que adopta la alquimia es la de la búsqueda de la piedra filosofal, con la que se era capaz de lograr la habilidad para transmutar oro o la vida eterna. En el plano espiritual de la alquimia, los alquimistas debían transmutar su propia alma antes de transmutar los metales. Esto quiere decir que debían purificarse, prepararse mediante la oración y el ayuno.

¿La verdadera piedra filosofal?

Transmutar la propia alma mediante un proceso depuración que conduzca a estados sutiles nuestra materia corporal orgánica a la vez que la conciencia, y eleve nuestra alma cargada hasta la unión íntima con Dios, es el propósito de la mística. Para llevarlo a cabo, Cristo nos ofrece el Camino Interno como método, del que hablaremos en la tercera y última parte de este trabajo. A través de la palabra profética nos transmite los conocimientos y tareas precisas a realizar. Para un buscador espiritual en los tiempos de incertidumbre en que vivimos este camino es una oportunidad única en la historia de la humanidad por su riqueza de contenidos y detalle.

Muchos de nosotros, aun siendo conscientes de nuestra ignorancia a la hora de iniciar un proceso interior que nos conduzca hacia una deseada y escurridiza felicidad que nos proporcionaría la trasmutación de nuestra alma nos inclinamos con frecuencia hacia lo externo en el campo laico o religioso, pues creemos que las experiencias de la edad, la cultura, la ciencia, la educación de los estados o las iglesias institucionales nos proporcionarán el alimento que precisamos para el proceso alquímico de nuestra alma para ser puros, sabios y felices. ¿Será cualquiera de estos un camino útil para la transmutación del alma hacia estados superiores de conciencia? …

CINCO CAMINOS HUMANOS. ¿QUIÉNES LOS SIGUEN?

Los que igualan ancianidad con sabiduría.

Algunos creen que bastan las experiencias de la edad para ser sabios, pero el mundo está lleno de viejos tan ignorantes como infelices aterrados por la idea de la muerte. Y es que la edad por sí misma, a pesar de que nos haya proporcionado muchas experiencias no sirven al alma si no las aprovecha para el auto reconocimiento y para eliminar defectos. Si no aprendemos eso, la edad nos hace más viejos, pero no más sabios. La mayoría llega a una ancianidad decepcionada, amargada, frustrada, mentalmente torpe, habiendo enfermado y perdido con frecuencia la oportunidad de su alma para mejorar en esta existencia y enredados en el mundo material y sus espejismos: el dinero, la familia, la posición social, las propiedades….

Los que creen en los genios y semejantes.

Otros creen que la sabiduría se alcanza comiéndose la cabeza en las bibliotecas, asistiendo a conferencias y manifestaciones culturales, siguiendo a admirados mentores, etc. Eso puede producir espejismos de sabiduría, subir de categoría profesional, deslumbrar aquí o allá y hasta dejar ver en escaparates o en exposiciones el fruto de sus conocimientos o de sus intuiciones artísticas.

Cuando uno observa las biografías de gentes notables que el mundo nos presenta como cimas del saber, del arte, la literatura, y otras manifestaciones culturales, se asombra con harta frecuencia del dolor, la soledad terrible, los desengaños profundos, las enfermedades y muchas otras clases de infortunios que acompañan los días de sus existencias. Los que en clave cultural o artística el mundo nos presenta como los mejores de entre nosotros y rinde culto de semidioses hasta en el terreno deportivo, ocultan muchas miserias en lo que se refiere a sus cualidades humanas. Al parecer, sus vidas se hallan sometidas a tremendas presiones internas que no saben encauzar y conducen a muchos de ellos a verdaderos infiernos existenciales que desembocan en drogas, enfermedades graves, fuertes heridas emocionales, muertes prematuras, vicios variados, suicidios o clínicas psiquiátricas. Las biografías de famosos afortunados están impregnadas de infortunios.

Siendo la felicidad la meta de todo ser humano, cualquiera sea su personalidad, su forma de ver el mundo o su actividad, es preciso concluir por sus hechos, sus vidas o sus palabras que muchos de los que brillan en las bibliotecas, se asoman a las pantallas y son puestos a los escolares como modelos no supieron elegir el camino para ser felices. Es preciso concluir, por ello, que ni fama, ni cultura, ni poder sirven a la felicidad, pues ninguno de ellos son elementos de transformación del alma, no son elementos alquímicos para acceder a estadios superiores de conciencia, y por lo tanto están al servicio de lo humano, demasiado humano, que es el ego, el enemigo de la alquimia del alma. Aparece así el ego como el otro yo, el pequeño yo superpuesto al verdadero Yo, que es nuestro verdadero ser y el que busca la felicidad mientras que el falso yo, el ego, se conforma con el placer, las medallas, los trofeos, el poder y todo lo que utiliza para tentarnos. Quien cae en sus trampas se convierte en alguien que con su fama o poder puede dañar al resto, que cree hallarse ante algún tipo de sabio, o ser superior, como semidioses quienes se rinde culto de diversas maneras: clubs de esto o lo otro, homenajes, misas, fundaciones, etc.etc. Todo esto no tiene nada que ver con la alquimia, pues no libera, sino que ata a unos con otros; los hace interdependientes en sus opiniones.

Los que creen en el arte y en la filosofía.

Tampoco el arte ha transformado el espíritu humano ni los artistas en general han sido precisamente modelos de conducta espiritual, pero sí de egocentrismo y presunción y creerse superiores al resto de mortales, y en esto coinciden con escritores o filósofos, que ni en los campos de la literatura o el pensamiento han sabido dar con las pistas necesarias para acceder a un estado superior de evolución. En pocos artistas plásticos, escritores o filósofos encontramos indicadores de un camino de liberación, si acaso una doble senda: la que lleva a su propia evolución personal y la que lleva a los castillos de su ego con sus torres de marfil para contemplar a la humanidad.

Los que creen en la Ciencia y la ven como una nueva religión.

Parece esperarse de la ciencia la superación de la muerte y las enfermedades y la transformación de la naturaleza animal y vegetal corrigiendo a la Creación y actuando orgullosamente contra las leyes divinas y naturales buscando un rendimiento económico al servicio de las multinacionales. Pero la ciencia ni ha erradicado las enfermedades, ni sabe cómo enfrentarse a las nuevas que surgen, ni sabe enfrentarse al cambio climático – del que es responsable en enorme medida- ni acaba con el hambre ni con los problemas mentales y emocionales, a los que ofrece como alternativa analgésicos para el sistema nervioso.

A pesar de adjudicar el título de sabios a muchos de los que considera superiores, el mundo no valora a los verdaderos sabios, por la sencilla razón de que nunca están a su favor, y llama sabios y premia a quienes destacan en agrandar sus escaparates. Uno de los que se presentan con más fuerza para deslumbrar es precisamente el escaparate científico. Se le concede a quien destaca en la ciencia positiva, materialista, un valor semejante al de un nuevo tipo de sacerdote o de mago.

Las ciencias de la naturaleza desnaturalizadas, que niegan el poder ordenado del universo por Dios, su Creador, conducen a aberraciones como las modificaciones genéticas, la energía nuclear o los trasplantes, mientras que los hombres llamados de Ciencia y los filósofos que les apoyan pretenden hacernos creer que el universo surgió por azar, como la vida, y que todo se rige por azarosas leyes, incluso el destino de cada uno. Esta ciencia, que pretende estar por encima de Dios y corregir Su Creación haciendo alarde de rigor científico, resulta que creen en la magia a la que llaman azar y la valoran como el gran demiurgo universal. No creen en Dios, pero se inventan el suyo; no creen en la magia, pero le atribuyen los poderes del dios Azar.

Los que creen en religiones externas o iglesias.

Tras muchos siglos en que la se ha buscado en religiones y dioses paganos o en iglesias institucionales y hasta en pretendidos maestros orientales un camino de liberación solo tenemos que ver el mundo que nos rodea para darnos cuenta que de nada han servido sacerdotes, templos, ritos ni ceremonias, pues no solo han contribuido todos ellos a desengañar a la gente viendo la brecha que existe entre lo que predican y lo que practican, sino a desorientar y confundir espiritualmente con las muchas doctrinas que en las raíces se parecen, pero en las ramas, cada una tiene su propia iglesia con su propia interpretación de la vida espiritual.

Entre el desengaño y la confusión, y por el eterno matrimonio de las castas sacerdotales con los poderosos de todos los niveles, la gente ha ido valorando cada vez menos a las religiones de culto y a sus representantes, lo que es lógico, pero a la vez, este desengaño ha conducido hacia el desprecio de lo sagrado, hacia la paganización materialista de la humanidad, lo que es muy peligroso para el espíritu humano.

Y es que la alquimia del alma no es otra que el proceso de eliminación de todos los escombros que interpone el ego y quienes le representan públicamente en las iglesias o en vida de las naciones acomodado en palacios y bendiciendo multitudes desde sus balcones dorados, pues estos obstaculizan el emerger de las rosas que se esconden bajo los cascotes del alma, por decirlo poéticamente.

Como seres realmente espirituales y no intelectuales, porque lo intelectual es asunto del cerebro caduco, pero el alma no, debería ser lógico que elijamos caminos no intelectuales, sino espirituales, que son los que hacen florecer nuestro ser verdadero y nos conducen a la felicidad. Esos caminos serán diferentes según seamos nosotros, según nuestra situación de partida, el estado de conciencia del que partimos, el camino espiritual elegido, pero de lo que no hay duda alguna es que trabajar con el intelecto para el mundo exterior olvidados de nuestra verdadera condición nos convierte con suerte en conocidos reverenciados e infelices premiados, mientras que trabajar para transformarnos desde el interior, nos convierte paulatinamente en sabios.

Naturalmente, el camino hacia la sabiduría no está exento de dolor y dificultades, tanto por los asuntos que tenemos que lidiar con el ego, por el karma que cosechamos de anteriores conductas negativas, por la incomprensión de muchos, o sencillamente por la oposición frontal de los enemigos de la sabiduría. Pero ¿acaso el camino del ego, el del querer saber o ser para tener es un camino de rosas?

Los que creen en los sistema educativos oficiales.

Si la educación ya desde la infancia incidiera realmente – y no como asignaturas de relleno- en la educación de la sensibilidad, el espíritu crítico y científico y la educación de las emociones, se tendría una buena base de partida para caminar hacia delante, hacia nuevas generaciones mucho mejor preparadas para asumir retos evolutivos, pero eso a los responsables de los gobiernos no les interesa, porque para sus oscuros fines no quieren gente equilibrada, sino bombas emocionales de la que ellos prefieren tener el control para hacerlas estallar a su antojo en guerras, consumismo por insatisfacción, violencia social programada, divisiones entre grupos y naciones y muchas otras formas que precisan mantener a la gente en estado de tensión, desconfianza e individualismo insolidario y egocéntrico.

En vista del mal estado general de la humanidad y del mundo y del mal ejemplo de quienes dirigen sus instituciones, negocios o países, podemos constatar el fracaso mundial de los sistemas educativos puestos en marcha por gobiernos absolutamente contrarios a que los ciudadanos sean espíritus libres, críticos, independientes, veraces, partidarios de la cooperación, respetuosos, emocionalmente sanos, y otras cualidades que podrían definir lo que sería una buena educación para un mundo justo y en paz. Por tanto no es exagerado afirmar que los gobiernos son serios obstáculos para el proceso espiritual de la humanidad. Todos los gobiernos. En consecuencia, la mayoría de las personas han sido pervertidas espiritualmente y atrapadas en valores negativos y conceptos mentales erróneos basados en el predomino del intelecto, la represión de las emociones, el individualismo competitivo, el culto a los sentidos y otras desviaciones que mantienen al conjunto de la humanidad en un estado de dependencia de sus dirigentes religiosos, económicos y políticos.

Con tan solo mirar el estado actual del mundo vemos que no es posible ningún cambio a mejor sin que cambie nuestra conciencia, pues todas las fórmulas políticas, sociales y de todo tipo se han ido experimentando sin éxito. El intelecto desligado del sentido espiritual de la existencia se llena de presunción y egoísmo que lastran al alma en el camino de regreso a su estado original puro y nos hace dependientes y conflictivos.

El Camino Interno cristiano - originario o Sendero Místico

Por las tergiversadas enseñanzas del catolicismo muchos hombres y mujeres de buena fe pero mal informados por la Iglesia creyeron y siguen aún creyendo –cada vez menos, ciertamente- que para alcanzar un elevado estado de conciencia espiritual y sentirse próximos a Dios eran menester ayunos, penitencias y otros modo de autoflagelación corporal. Es frecuente leer historias de místicos que castigaban su cuerpo hasta tal extremo que hoy nos horroriza, y nos hace ver hasta qué punto es hipócrita esta Iglesia cuyos jerarcas, que rinden culto al cuerpo viviendo como príncipes agasajados, y carentes de autoridad moral alguna tienen el atrevimiento de designar como santos a muchos de esos místicos que torturaban su cuerpo para alcanzar la perfección, y que en su vida terrenal eran estrechamente vigilados y perseguidos porque representaban todo lo contrario al espíritu de la iglesia: el amor a Dios.

Pero Cristo no quiere ni esta iglesia ni que las personas que quieren avanzar en el sendero hacia Dios maltraten su cuerpo con ayunos, penitencias o cilicios.

En el libro profético El Camino Interno (1), que es el método que Cristo propone para liberación del alma sin sacerdotes ni iglesias podemos leer lo siguiente:

El alma es el cuerpo etéreo ensombrecido de los seres espirituales antaño puros. Posee las llamadas envolturas del alma, compuesta por los ensombrecimientos que se fueron formando a consecuencia de una forma de sentir, pensar, hablar y actuar contraria a la ley divina (2).

Durante su encarnación, el alma está en un cuerpo humano, para purificarse en el tiempo y el espacio por medio del auto reconocimiento, con ayuda de la fuerza divina de Cristo (Su destello redentor). Después de abandonar el cuerpo físico pasa a los ámbitos de las almas (Planos de la caída) (3) que corresponden a su desarrollo espiritual, es decir, a la forma y medida de su alma, de su ensombrecimiento.

En el alma está grabado y dibujado todo lo que hemos pensado, dicho y hecho en esta y en otras vidas terrenales. El alma es el Libro de la vida.

El camino hacia Dios en lo más interno del alma, también llamado sendero místico, es el camino de regreso al hogar celestial eterno (Cielo); el camino del ennoblecimiento y de la purificación de alma y hombre con ayuda y bajo la conducción de la fuerza redentora de Cristo en el hombre; el camino del auto reconocimiento, la realización y el cumplimiento de las leyes eternas de la vida y del Amor.

El ser espiritual puro, es decir, el cuerpo etéreo no ensombrecido, con el llamado núcleo divino o destello divino en lo más interno de sí, -nuestro ser verdadero- vive eternamente. Por medio del acto redentor de Cristo ha quedado asegurado que cada alma llegará a purificarse y a entrar como ser espiritual puro en los mundos celestiales

En el libro La escuela mística Crística, Cristo nos da orientaciones concretas para conocer el estado de nuestra alma y nos da pautas esenciales para superar el ego humano:

  1. Ennoblécete cultivando sensaciones elevadas y viendo en todos tus compañeros el bien. En todo hombre hay algo bueno. Intenta reconocerlo y crecerás en el Espíritu de tu Padre.
  2. Practica el control de los pensamientos. Pon las riendas a tus deseos e impulsos. Pon también las riendas a tus vicios referentes a alimentos y bebidas. Apártate de todos los estimulantes de este mundo, pues son dañinos para tu alma y también para tu cuerpo físico.
  3. Cuando hables, pregúntate: ¿qué es esencial?
  4. Observa tus gestos y tu modo de hablar. Evita palabras duras e innobles. No dejes que aparezcan en ti sentimientos negativos ni pensamientos innobles. Comprueba tus cinco sentidos, sobre todo el sentido del tacto, que puede contribuir enormemente a la carga de tu alma.
  5. Comprueba qué es lo que te gusta oír: ¿cumplidos que te hacen? Entonces reconoce: aún te falta mucho para estar libre de tus pensamientos egoístas y de tu voluntad propia.
  6. En tanto todavía te arrastren hacia abajo tus deseos del paladar y tengas ansias de comidas que toma el hombre animal, puedes estar seguro que todavía no se ha producido ningún gran ennoblecimiento de tu alma ni ninguna evolución de conciencia perceptible.
  7. Qué olores te gustan? ¿Los olores de la naturaleza, de los lugares arbolados, los olores de las flores, de las hierbas y de los frutos? Mira, en tanto no los prefieras a los olores producidos artificialmente, como por ejemplo, el olor del asado, del café e irritantes de toda clase, el sentido de percepción de tu alma todavía no se ha ennoblecido.
  8. Observa tu comportamiento entre los tuyos o como oyente, o metido en una conversación. Si tus piernas están cruzadas, si apoyas la cabeza en tus manos, si cruzas los brazos o gesticulas extremadamente con ellos, solo das testimonio de un alma no ennoblecida.

Esto solo son pequeños puntos de reconocimiento
que tienes que observar para poder sacarte tu ego humano.

Con mucho más detalle, Cristo nos ha revelado el Camino Interno, a través de un elevado ser espiritual y de la profetisa para nuestro tiempo, Gabriele de Würzburg, unas completas instrucciones para los que estemos dispuestos a avanzar en el camino de nuestra alma superando el ego humano. Estas son instrucciones detalladas para poder transformar poco a poco la conciencia desde lo humano hacia lo divino y sin fanatismo ni mortificaciones: es la alquimia del alma, que conduce a la libertad y a la felicidad. El taller es el mundo y la materia prima nosotros mismos. Contamos para ello con la fuerza redentora de Cristo, que es la energía que hará posible el regreso de todas las almas hacia el estado original puro del que partimos todos, pues Él nos ha dicho que ningún alma se perderá, pues estamos en la tierra para volver a ser divinos, que es nuestro verdadero ser. Y en el Camino Interno Cristo nos instruye para superar nuestro yo humano a través de los peldaños del orden, la voluntad, la sabiduría, la seriedad, la paciencia, el amor y la misericordia, que son siete estadios- uno por cada centro de conciencia- que trabajados uno por uno nos conducen a la unidad con Dios.

Como especie tenemos mucho camino por recorrer y muchos errores por enmendar, hasta volver a nuestro verdadero hogar eterno como los hijos pródigos que somos, pero cada uno de nosotros lo logrará un día cuando culmine su trabajo alquímico personal, para lo que contamos con esta herramienta tan extraordinaria como es el Camino Interno, el camino al corazón de Dios y a la unión íntima con nuestro Padre.