Logos Heráclito - Unidad
El logos en efecto, la unidad de los contrarios, reúne todas las cosas, las armoniza y de la multiplicidad inagotable de ellas y forma el mundo único.
JBN LIE
Logos y Fuego
Heráclito vivió hacia comienzos del siglo V a.C. y era natura de Efeso, ciudad de Jonia, en la costa occidental de Asia Menor (actual Turquía).
El fuego
Heráclito expreso del modo más vigoroso, y con gran riqueza metafórica, la idea de que la realidad no es sino devenir, incesante transformación: todo fluye todo pasa y nada permanece. Heráclito se vale de numerosas imágenes, la más famosa en la cual compara la realidad con el curso de un río: no podemos bañarnos dos veces en el mismo río, porque cuando regresamos a él sus aguas, continuamente renovadas, ya son otras, y hasta su lecho y sus riveras se han transformado, de manera que no hay identidad estricta entre el río del primer momento y el de nuestro regreso a él. El río de Heráclito simboliza entonces el cambio perpetuo de todas las cosas. Por lo tanto, lo substancial, lo que tiene cierta consistencia fija, no lo puede tener sino en apariencia; todo lo que se ofrece como permanente es nada más que una ilusión que encubre un cambio tan lento que resulta difícil de percibir. Y lo que se dice de cada cosa individual, vale para toda la totalidad, para el mundo entero, que es un constante perenne hacerse y deshacerse.
Este mundo, es el mismo para todos, no lo hizo ninguno de los dioses ni ninguno de los hombres, sino que siempre fue, es y será fuego vivo que se enciende según medida y se apaga según medida.
Heráclito sostiene que el cosmos no es obra de los dioses, ni mucho menos, naturalmente, de los hombres; por el contrario, el mundo siempre fue, es y será, es decir, es eterno, de duración infinita, desde siempre y para siempre, con lo cual Heráclito fue el primero en presentar en Grecia un concepto de eternidad que es infinidad temporal del ser. El cosmos es ademas único: el mismo para todos, y con esta idea de su unicidad niega (Heráclito) la pluralidad de los mundos.
Pero, ¿En qué consiste el mundo, cuál es su fundamento, lo que lo hace ser como es? Heráclito afirma que es fuego siempre vivo. Respecto del significado que le diera el filósofo al fuego, caben dos interpretaciones diferentes, que en el fondo no son incompatibles. En primer lugar se puede pensar que el fuego designa el principio o fundamento de todas las cosas, como especie de material primordial del que todo está hecho. El camino hacia arriba y el camino hacia abajo, uno y el mismo camino, lo cual se refería al proceso por el cual se generan todas las cosas del fuego y por la cual todas retornan a él; el camino hacia abajo sería el proceso de condensación, por el cual del fuego proviene el mar (el agua) y de éste la tierra; el proceso inverso es el camino hacia lo alto, que por la rarefacción lleva de la tierra al mar y del mar al fuego. En segundo lugar, puede pensarse que fuego sea una metáfora, una imagen del cambio incesante que domina toda la realidad, elegido como símbolo porque, entre todas las cosas y procesos que se nos ofrecen a la percepción, no hay ninguno donde el cambio se manifieste de manera tan patente como el fuego: la llama que arde es cambio continuo, y cuando más quieta parece estar, tanto más rápido es el proceso de combustión (cuando chisporrotea, por el contrario, es más lento).
El fuego bien pude haber sido para Heráclito símbolo del cambio, y a la vez motor y substancia del mismo. En cuanto al calificativo de siempre vivo que se le aplica al fuego, significa, no solo la eternidad del mundo, sino también que esa substancia que es el fuego la piensa Heráclito como algo animado (hilozoísmo), quizás de índole aún psíquica; el fuego es un principio generador, utoformador y autoordenador, inmanente a todas las cosas.
El logos
El fragmento concluye diciendo que el fuego, que es el mundo, se enciende y se apaga según medida. Esta expresión significa que el cambio de que se trata está sometido a un cierto ritmo alterno – como, por ejemplo, el ritmo cíclico de las estaciones, o el nacimiento y la muerte. Aquí se encuentra la otra idea fundamental de Heráclito, su tema capital.
El cambio no es un cambio puro, por así decirlo, sin orden ni concierto, sino un cambio que sigue ciertas pautas. Con lo cual aparece por primera vez el concepto de lo que luego se llamara ley científica, y que Heráclito denomina Dike (justicia) y logos. Esa ley o norma la piensa Heráclito como ritmo u oscilación entre opuestos. En efecto, Heráclito concibió lo absoluto como proceso dialéctico, según observaba Hegel: dialéctico, porque en ese proceso se realiza la unida de los opuestos, la coincidentia oppositorum (coincidencia de los opuestos). Porque toda cosa, en su incesante cambio, reúne en sí determinaciones opuestas, es y no es, es hecha y deshecha, destruida y rehecha.
Dijimos más arriba que esta especie de ley que todo lo domina le da Heráclito, entre otros nombres, el de logos. Este es un termino fundamental, muy rico en significados que podemos reducir en tres principales: a) palabra, dicho, discurso; b)relación, proporción; c) razón, inteligencia, concepto. Y de todos ellos hay resonancia en Heráclito: el logos dice (a) cuál es la relación entre las cosas (b), su comportamiento, que expresa un cierto orden inteligible (c) inmanente al mundo. El logos, en efecto, la unidad de los contrarios, reúne todas las cosas, puesto que las armoniza y de la multiplicidad inagotable de ellas constituye o forma el mundo único. El logos, pues, entendido como el ser en tanto dador de unidad, es el fundamento de todo, que todo traspasa y domina.