LA ILUMINACIÓN ESPIRITUAL
La búsqueda interior, esa búsqueda, la que lleva, precisamente al río de la evolución que desemboca en el mar de la paz y riega las tierras del mundo que habrá de llegar, al que algunos ya se dirigen con las velas de su alma desplegadas.
Cuando observamos a gentes defensoras del medio ambiente que procuran no contaminar ni consumir más de lo imprescindible, reciclan sus residuos y son partidarios de la economía circular, estamos ante humanos que han dado un salto hacia el futuro.
Una distopía cuya final será nefasto como no seamos capaces de encontrar el camino del retorno que no es político, ni económico, ni religioso, sino ético y moral.
La entropía cósmica está, pues, destinada a un final feliz, a una utopía que incluirá a todas las formas de existencia.
Qué gran sarcasmo. Gracias a las riquezas conseguidas por contaminar, solo ellos, los ricos, aparecerán como ejemplo de ciudadanos responsables con el medio ambiente.
Los grandes contaminadores en su ceguera mental, ya andan haciendo las maletas por si aparece un Planeta B o un paraíso de repuesto donde repetir hazaña.
Quienes viven con espíritu crítico necesitan librarse de sus sombras, pues necesitan la libertad como el comer o el respirar.
El fatalismo teológico y existencial empuja a un estado de sumisión social ovejuna mezclada con miedo. Miedo a Dios, por si hay infierno, o a rechazar costumbres por miedo al rechazo de su grupo de referencia.
El fanatismo es algo que hace daño allá donde se instale. Si lo hace en la mente, lo convierte en un intransigente y en una organización, en agresiva.
Para poder realizar la utopía efímera de un mundo justo, libre y pacífico debemos tener una relación íntima con nuestro interior y las leyes del amor.