La iluminación espiritual

Vivir como las flores

LOS LIRIOS

Maestro, ¿Qué debo hacer para no quedarme molesto?... Algunas personas hablan demasiado, otras son ignorantes. Algunas son indiferentes. Siento odio por aquellas que son mentirosas y sufro con aquellas que calumnian.

  • ¡Pues, vive como las flores!, advirtió el maestro.
  • Y ¿cómo es vivir como las flores?, preguntó el discípulo.
  • Pon atención a esas flores continuó el maestro, señalando unos lirios que crecían en el jardín.

Ellas nacen en el estiércol, sin embargo son puras y perfumadas. Extraen del abono maloliente todo aquello que les es útil y saludable, pero no permiten que lo agrio de la tierra manche la frescura de sus pétalos. Es justo angustiarse con las propias culpas, pero no es sabio permitir que los vicios de los demás te incomoden. Los defectos de ellos son de ellos y no tuyos. Y si no son tuyos, no hay motivo para molestarse...

CONGRUENCIA

Todas las preguntas que se suscitaron aquel día en la reunión pública estaban referidas a la vida más allá de la muerte. El Maestro se limitaba a sonreír sin dar una sola respuesta. Cuando, más tarde, los discípulos le preguntaron por qué se había mostrado tan evasivo, él replico:

  • ¿No habéis observado que los que no saben qué hacer con esta vida son precisamente los que más desean otra vida que dure eternamente?
  • Pero ¿hay vida después de la muerte o no la hay? -insistió un discípulo.
  • ¿Hay vida antes de la muerte? ¡Esta es la cuestión! -replicó enigmáticamente el Maestro.

ESTAMOS VIVOS

¿Cuántas veces ponemos el centro de nuestra atención en lo que ocurrirá luego de nuestra muerte? ¿Cuántas veces nos preguntamos si existe la reencarnación, si volveremos a tener una vida física como la que ya tenemos, si nuestros actos de hoy influirán en ello, si pasaremos directamente a ser parte de la eternidad, etc. etc.?

¿Cuántas veces logramos llegar a una respuesta que tomemos por cierta y definitiva? ¿Casi nunca? De hecho, en el momento en que llegásemos a esa respuesta, no sería necesario volver a formularse la pregunta, por lo que si lo hacemos, es que no hemos arribado a tal certeza.

Hipótesis. Eso parece lo más probable que lleguemos a obtener cuando abordamos esa cuestión.

Es paradójico que dediquemos tanta energía enfocando nuestra atención en algo que, por regla general, está más allá de las certezas, que cae en el ámbito del misterio. Pero lo más paradójico es que, desde que nuestra atención no puede estar íntegramente enfocada en dos objetos al mismo tiempo, la atención que destinamos a esos rumbos se la quitamos a lo que sí es cierto y seguro: que hoy estamos vivos. Nos desconectamos del presente.

Cuando nos desconectamos de nuestro hoy, estamos reduciendo el nivel de conciencia con el que vivimos. Cuando reducimos el nivel de conciencia, aumentamos el grado de inconsciencia. Y cuando éste aumenta, nos ocurre que:

  • Dejamos de darnos cuenta que tenemos la facultad de elegir, y de aquello que elegimos (y aún cuando dejamos de darnos cuenta, seguimos eligiendo, solo que… inconscientemente!!).
  • Como no advertimos que elegimos, en vez de accionar reaccionamos desde nuestro piloto automático.
  • No entendemos lo que nos ocurre, ni por qué sucede lo que sucede. Dejando a un lado la dimensión de misterio que puede producir algunos sucesos en nuestra vida, y de lo que creamos junto a otros colectivamente, no vemos los nexos que, como individuos, creamos entre la forma en que vivimos, y los contenidos que vivimos. La vida parece un rompecabezas en el que las piezas no encajan bien.
  • Perdemos la noción del tiempo como continuidad, en el que nuestro pasado conduce al presente que vivimos, y éste al futuro que viviremos, y nos perdemos atándonos a lo que ya fue (o pudo haber sido) o ensoñando lo que podrá ser. No aprendemos del pasado, no aprovechamos el presente, no proyectamos (como construcción nuestra) el futuro. Solo proyectamos nuestros pensamientos al futuro, mientras el resto de nuestras manifestaciones vitales están en el hoy, por lo que al no darnos cuenta de que esto es así, nos guste o no, dejamos pasar el tren que hoy tenemos ante nosotros.
  • Sobrevivimos como víctimas de los acontecimientos y no vivimos como responsables de lo que manifestamos. Nos resignamos a nuestro hueco insatisfactorio pero cómodo; a los sueños que otros han soñado, a las limitaciones que otros han establecido; a la interminable lista de se debe, no se debe, se puede y no se puede que otros han confeccionado.

Cuando logramos comprender que, ocurra lo que ocurra luego de nuestra muerte, tenemos un presente en el que estamos con vida, podemos dejar de perdernos en el anhelo de una segunda oportunidad, y encontrarnos dispuestos a aprovechar esta que ya tenemos. Una inmensa oportunidad que, a su vez, contiene infinidad de posibilidades, muchas de ellas (la inmensa mayoría) dependientes de nuestras decisiones y elecciones.

Definitivamente sí. Hay vida antes de la muerte.