La iluminación espiritual

Una realidad fuera de control

POR: PATROCINIO NAVARRO

Imagen; Una realidad fuera de control; Patrocinio Navarro

El mundo actual está fuera del control

El mundo actual está fuera del control humano.
Todo parece caminar hacia un precipicio en manos de los irresponsables que gobiernan.
(O deberíamos decir que des-gobiernan)

Cuando los desastres son tan evidentes en tantos campos que no pueden ocultarse por más tiempo, los reconocen resignados todos aquellos que hasta ayer mismo se reían de los movimientos ecologistas, de los partidarios de la igualdad y la justicia social o de los cristianos originarios que venían denunciando esta situación apocalíptica desde hace muchos años. Pero los negacionistas - que suelen tener intereses particulares o prejuicios para serlo- cuando tienen el poder intentan evitar esa alarma social a la que tanto temen y pretenden hacernos creer que ellos, los poderosos dueños de las industrias que tanto contribuyen a contaminar por doquier, sus mayordomos de la política que tanto contaminan la idea de democracia y la vida económica y social, ellos, los promotores del caos mundial van a controlar no ya la producción de sus industrias, sino el clima mundial, lo que ya parece hasta insultante forma de mentirnos. Con ese objetivo, con el de acordar cómo nos mienten- se reúnen, lo que indica el grado de cinismo de que son capaces, pues ni los famosos protocolos de Kioto se cumplen.

La concepción materialista de la vida por parte de millones con los gobiernos mundiales a la cabeza, y el terror metafísico que ciertas palabras bíblicas producen, no permiten reconocer, ni menos aún enjuiciar, el cúmulo de desaciertos de unos y otros que nos ha conducido al Apocalipsis mundial, al que se ignora conocer igual que hasta hace nada sucedía con el cambio climático, o sucede en la actualidad con el desastre nuclear de Japón minimizado al máximo por su gobierno.

A poco que pensemos vemos que nos hallamos ante el desafío que supone para cada uno el enfrentarse espiritualmente a estos cambios acelerados en que nos vemos envueltos en medio de un mundo que sufre una metamorfosis desgarradora en las condiciones de vida material y espiritual en este Planeta, el nuestro, que tiende a auto regenerarse y se sacude nuestros venenos. Y ante esta realidad que nos sobrepasa, la pretensión de los organismos políticos internacionales resulta del mismo patetismo que el de una hormiga pretendiendo desviar de su senda a un elefante. O lo que viene a ser lo mismo: un ser humano intentando controlar la energía nuclear. En cambio, sí podemos controlar la energía de nuestros pensamientos, de nuestros sentimientos y de nuestros actos y colocarnos con ella en el lado correcto de la vida. Y también, si estuviéramos decididos podríamos controlar a banqueros, multinacionales, políticos y clérigos. No para hacerles daño, sino para evitar recibir el que ellos nos producen.

En el código de la justicia universal que manifiesta este Apocalipsis que hasta los gobiernos reconocieron ya en este marzo de 2011 y ese sí es un código inalterable, no se negocia con las multinacionales ni con sus gobiernos. Los poderes de este mundo no tienen ya nada que hacer: han sido rebasados por las consecuencias de un modo de vida contrario a la vida misma de la que ellos, los poderosos, los ricos y las iglesias son los principales responsables. No quiere esto decir que sean los únicos, porque sería imposible su existencia misma si esta humanidad no fuese de esa misma cuerda en su conjunto, pues ¿cuántos de los seis mil millones y pico que somos no quiere ser rico, poderoso y famoso? Ahí está el núcleo de nuestros desastres como humanidad. Nuestros deseos de ser tan poderosos como los que nos gobiernan, tan ricos o tan prestigiosos como los que vemos lucirse en las pantallas, permite que estos existan, y que sus gobiernos existan, y por eso votan los ciudadanos, pero a la vez esto es una siembra negativa para nuestro desarrollo como humanidad. No hay más que fijarse en las catástrofes, en los abusos de poder, en las injusticias sociales y en las guerras, que son consecuencias de toda esa siembra. Y es que de tal siembra, tal cosecha especialmente para sus promotores principales.

Poco a poco, catástrofe a catástrofe, guerra a guerra, parado a parado, conflicto social a conflicto social, va llegando a la colectividad una gran cantidad de información sobre una realidad que está fuera de control. Tenemos una economía fuera de control popular (piénsese en los mercados y en los paraísos fiscales) una política fuera de control popular (obsérvese como hasta en el Parlamento europeo los lobbies sobornan políticos para que cambien las leyes que afectarán a toda Europa), se mandan soldados a guerras fuera del control popular (sin referéndum, dada su importancia) y el mundo entero se empobrece con las jugadas sucias de los grupos financieros fuera del control popular. Esto genera gran inquietud y una gran sensación de inseguridad. Acecha a muchos el miedo a su propio futuro, el miedo a la muerte y también a un Más Allá al que en cualquier momento es posible ir y del que adrede no se tienen noticias claras por las instituciones religiosas, convertidas en circo mediático, foro de inversores y especuladores, conspiradores políticos, refugio de pederastas, y sótanos de verdades ocultas bajo las sotanas. Lo mismo que los políticos han perdido credibilidad hasta el punto de ser considerados en las encuestas como más preocupantes que el terrorismo, también las iglesias han perdido credibilidad. Poco a poco van perdiendo fieles, y muchos de sus seguidores se encuentran desamparados, como ovejas sin pastor. Entonces buscan dónde encontrar lo que hace sentir la magia de la vida, y comienzan a comprender que es necesario disponer de algún código para hallarla. Si las iglesias llamadas cristianas hubiesen sido capaces de decir lo que ocultan sobre el cristianismo originario cuyas enseñanzas pretenden ocultar; si fuesen capaces de explicar y, sobre todo, practicar el verdadero alcance de los códigos que dicen respetar, o sea: Los diez Mandamientos y el Sermón de la Montaña, serían verdaderamente cristianas, puesto que estos son los códigos correctos de la vida espiritual que las iglesias no practican ni practicarán porque el orgullo, la codicia, la ignorancia, la mala fe y el deseo de poder terrenal las han corrompido. Igual que a los políticos, y al igual que, en alguna medida -`por qué negarlo- algo de todo eso también a nosotros.

De haber seguido a Cristo, que nos trajo las leyes de la verdadera vida, esta humanidad sería una auténtica humanidad civilizada; una civilización de gente pacífica, libre, justa, igualitaria, evolucionada y feliz, muy alejada de las amenazas que vivimos en la actualidad, y poco deseosa de huir en busca de sucedáneos tanto del verdadero poder como de la felicidad, pues de seguir los códigos espirituales mencionados hallaríamos todo eso tanto en el interior de la propia conciencia como en la vida social. Si cambiamos, cambia el mundo, pues cada uno de nosotros somos un eslabón imprescindible de la gran cadena humana. De no cambiar cada uno, no podemos esperar más que las tragedias que vivimos y las que sin duda vendrán.


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