La iluminación espiritual

The Bad Boys

POR: PATROCINIO NAVARRO

Imagen; The Bad Boys; Patrocinio Navarro

LOS CHICOS MALOS

En las primeras épocas de la vida todos podemos recordar la figura del niño violento y poderoso del grupo de clase o del barrio, ese líder negativo y auto elegido como tirano, cuya diversión mayor consistía en hacer sufrir a los más débiles, pero saboreando a la vez el triunfo de arrastrar a otros (otros débiles sumisos / protegidos) que, por miedo, le rinden su voluntad y su fuerza. La fuerza, pues, de este tipo de líderes se nutre precisamente de la debilidad y el miedo. Su imaginación está al servicio de la maldad, su placer es el placer bárbaro que le proporciona tanto la contemplación del sufrimiento ajeno provocado por él, como por lo explícito de su poder, capaz de dañar por una parte y de arrastrar a sus secuaces por otra. Así expresa el gamberro la relación con su prójimo.

Si profundizamos en la psicología de uno de estos tipos caracterizados por su chulería, su aire fanfarrón, su egocentrismo, una sensibilidad de adoquín, unos puños siempre dispuestos, y una inteligencia acoplada a la acción sin principios éticos, encontramos en estado casi puro que el comportamiento de los individuos considerados como conflictivos y violentos, (dejando al margen por ahora las cuestiones de auto-herencia genética), encierra iras familiares mal digeridas, humillaciones dolorosas, complejos de miedos y otros conflictos emocionales mal resueltos, soledad, falta de amor, desatención, baja autoestima, inteligencia zafia, a menudo un alma torpe para el aprendizaje y la carencia de una relación emocional positiva. Tras el gesto iracundo y los puños prestos hallamos a menudo a una víctima de las muchas que existen, pero en un grado elevado de enfado con su destino y con el mundo entero al que consideran culpable de su infelicidad. Todos esos ingredientes alcanzan en algunas personas un alto grado de condensación que pueden provocar esa gran explosión negativa, esa explosión repentina de un odio largamente sostenido que caracteriza a esos tipos humanos-demasiado humanos y les arrastra por una escurridiza pendiente hacia actos más y más desafortunados a medida que su mundo interior atormentado o anestesiado, siempre desequilibrado y enfermo, se despliega con el tiempo.

Esta puede ser la historia de partida de un torturador, un psicópata, un maltratador familiar, un dictadorzuelo o un dictador en toda regla; un inquisidor, un conservador extremista, un furibundo hincha deportivo o un juez de manifiesta crueldad e indiferencia ante los sentimientos de quienes juzga. Como consecuencia, esta clase de personas son temidas a la par que odiadas.

De esa constelación inicial de dolor, ni asumido ni purificado por el fuego del amor, puede nacer, insisto, un terrorista, un banquero sin escrúpulos, un verdugo, uno de esos salva-patrias, y tantas y tantas manifestaciones negativas como son posibles de obtener con una buena carga personal de ingredientes negativos, cuyas consecuencias llenan a menudo las páginas de los noticiarios. En realidad, puede decirse que estos se nutren de ellos y de sus fechorías.

Pero si reflexionamos un instante podemos observar que algunos de esos ingredientes están presentes en alguna medida en muchos de nosotros, cuando tendemos a la auto indulgencia o a la acusación a terceros de tantos de nuestros pesares, olvidando, o no admitiendo, que estos son la cosecha de nuestros actos. Y esto sin hablar, de momento, de nuestras propias negatividades de humanos demasiado-humanos, que si no las reconocemos como nuestras nos van a impedir tanto el poder avanzar personalmente hacia un estadio superior de conciencia como a disponer de la claridad mental y la energía necesaria para denunciar y oponernos a esas energías contrarias de los que consideramos enemigos de la humanidad. Estaríamos así condenados al ostracismo social, que, salvo pequeñas y fugaces explosiones, define la vida cotidiana de miles de millones de seres humanos.

La historia de la humanidad, vista en perspectiva, es la historia de cada uno reproducida a gran escala. Los contenidos de bondad o maldad finales en la presente humanidad son los que corresponderían en matemáticas a la suma algebraica de ingredientes positivos y negativos presentes en el alma individual de cada uno de los humanos que la formamos. Los positivos podrían resumirse en actuar en armonía con las leyes de la naturaleza y las leyes divinas -que forman un todo unitario-, y los negativos, el ir contra esas leyes. Podrían resumirse en seguir la famosa regla de tratar a los demás como uno mismo quiere ser tratado, y no hacer a nadie lo que uno no quiere que le hagan. Sencillo de comprender, sencillo de aceptar, pero…Por desgracia, en el género humano prevalecen los ingredientes negativos y la agonía de la naturaleza camina pareja con la agonía de la especie llamada hombre y con la agonía de esta civilización en declive.


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