La iluminación espiritual

Biografía de Sócrates

SOCRATES

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SÓCRATES

Sócrates nació en Atenas hace más o menos dos mil quinientos años.

Las siguientes anécdotas reflejan bien el temperamento de Sócrates y su arte de vivir.

El pensamiento socrático

Un pensador socrático es un investigador por excelencia, un curioso de la mente.

Sócrates nació en Atenas hace más o menos dos mil quinientos años. Estaba casado con una mujer de muy mal carácter y tenía tres hijos. Los expertos en el tema lo describen así: Bajo, calvo, con barba, de curiosos andares tambaleantes y un rostro que sus conocidos comparaban con la cabeza de un cangrejo, con un sátiro o con un personaje grotesco. Nariz chata, grandes labios y prominentes ojos hinchados, asentados bajo un par de cejas ingobernables. Queda claro que Sócrates no hubiera podido ganar ningún concurso de reality show.

Me apasioné por su vida y obra hace algunos años, cuando descubrí que muchas de las estrategias que utilizamos en terapia cognitiva, tienen su sello inconfundible. Lo que llama la atención es cómo pudo un sujeto solitario, pobre y descalzo, con una túnica sucia que jamás se quitaba, sin el apoyo de la ciencia moderna, avanzar tanto en el conocimiento. Por aquellos tiempos, Atenas era una pequeña cuidad que apenas llegaba a los doscientos mil habitantes, de los cuales la mayoría no tenían acceso a la educación.

El método socrático consiste en revisar los fundamentos de cada pensamiento, y estudiar su procedencia y consistencia lógica. La piedra angular es la primacía de la razón sobre la emoción: Pensar bien, para sentirse bien.

La constante reflexión sobre lo que hacemos, sentimos y pensamos, recibe el nombre de metacognición: conocerse uno mismo, auto-observarse en relación con los otros y descubrir los esquemas negativos que nos impiden pensar correctamente. Sócrates hubiese sido un gran sicólogo y creo que lo fue de alguna manera. De hecho, sus actividades lo llevaron a ejercer algunas funciones de consejero. A él acudían estadistas y gente del común, sobre todo los jóvenes aristócratas.

Como pensar sobre lo que pensamos es extenuante y la mente es perezosa desde siempre, damos por hecho cosas que no necesariamente lo son. Nos dejamos llevar por la corriente y tenemos una resistencia monumental a dudar de lo que parece obvio. Sócrates enseñó el escepticismo sano y la duda como motor principal del crecimiento personal. No hay nada más peligroso que la certeza.

Sócrates era mordaz y bastante directo en sus apreciaciones. Hacía que las personas se enfrentaran a su propia ignorancia, las acorralaba en la contradicción y les mostraba las inconsistencias en su manera de pensar. El principio es como sigue: Si puedo refutar determinada creencia y concebir un número suficiente de excepciones a la regla, el paradigma se derrumbará o al menos comenzará a tambalear. En psicología clínica, a este procedimiento se lo concome como crear discrepancia informacional.

Por ejemplo, si soy machista, la intransigencia me llevará a considerar que ninguna mujer vale la pena y que son inferiores. Pero si me encuentro con alguna más inteligente y capaz que yo, tendría que reconocer a regañadientes que al menos uno se salió de la regla. Y ese ‘uno’ abriría la opción de debatir la creencia.

Es verdad que puedo defender el paradigma inventando nuevas categorías ad hoc que expliquen las excepciones. Mas lo que Sócrates haría en este caso, es machacar una y otra vez, atacar de manera consistente las teorías emergentes y crear la mayor duda razonable posible. No es de extrañar que tuviera más de un enemigo.

Su vida concordaba ciento por ciento con lo que predicaba. Nunca escribió nada y jamás cobró un peso. Murió a los 60 años ingiriendo cicuta debido a una acusación injusta. Las paradojas de la vida: la irracionalidad y la ignorancia de la gente que él había querido educar, lo llevaron a la muerte. Se negó a retractarse de lo que pensaba y falleció como un valiente. Aunque su legado es amplio, sus preceptos más conocidos son:

Conócete a ti mismo y Piensa por ti mismo.


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