La iluminación espiritual

La rebelión del hijo prodigo

POR: PATROCINIO NAVARRO

Imagen; La rebelión del hijo prodigo; Patrocinio Navarro

FALSOS GUÍAS DE LA HUMANIDAD

¿Cómo puede explicarse la escalada de perversiones que nos ha llevado hasta un presente como el que nos toca vivir?

Los modelos de pensamiento que han prevalecido desde el principio de la historia conocida, en cuya difusión y arraigo contra-evolucionista tienen tanto que ver los aparentes sabios, los amorales científicos y los oscurantistas clanes sacerdotales, como falsos guías de la humanidad, giraron en torno a las leyes del ego inferior: mío, mí, para mí. Tales leyes se oponen a las leyes divinas, que defienden el derecho a la individualidad, pero sin caer en el individualismo ególatra, gregario, basado en la envidia, la codicia y el orgullo, nuestros argumentos de oposición al Creador, y, por supuesto, eternas fuentes de conflicto entre nosotros. Envidia, codicia, orgullo, y violencia han resultado ser a lo largo del tiempo los resortes que mueven al egoísmo humano para desear poder sobre los demás. Al contrario de la afirmación de Nietzsche, estos individuos no son los fuertes, sino que es precisamente su debilidad moral y falta de carácter espiritual lo que intentan compensar con sus actitudes violentas y su modo de pensar y sentir primitivo, por más disfrazado de buenas maneras que a veces, y siempre que les interese, manifiesten. El lobo se viste con piel de cordero para comerse al rebaño.

Si nadie es igual a nadie, pues cada uno tiene sus propias cualidades y los propios defectos a superar, tampoco nadie es superior, pues Dios nos creó libres e iguales.

Lo que hayamos hecho con nuestra libertad y nuestra igualdad original cuando son mal utilizadas, nos concierne por completo. Nadie debe decir, por ejemplo: otro tiene la culpa de mi desgracia. Ninguna desgracia es culpa de la mala suerte ni del azar, que no existen, ni de ninguna persona, por muy evidente que pueda parecer este engaño. Por supuesto, no es culpa de Dios, pues si nos creó perfectos y nos hemos cargado por nuestra cuenta de miserias humanas, mostraría gran crueldad provocándonos un daño añadido. Eso sería tan absurdo como afirmar que Dios se esconde, avergonzado por el comportamiento de sus hijos humanos, como pretende el Vaticano, o que Dios debe intervenir imponiéndonos soluciones a los problemas que nos creamos, coartando así nuestra libertad y yendo contra Sus propias leyes. ¡Qué más quisieran algunos como argumento contra el Señor!... Si solo un instante dejara Dios de tenernos presentes y alimentarnos con Su energía vital, desapareceríamos, al igual que sucedería a todo el universo si Dios dejara de alimentarlo con esa misma energía vital que tomamos cada vez que respiramos.

Nada sucede por azar, pues la Ley de Causa y Efecto- o de Emitir y Recibir- rige para todos los planos de la existencia en este mundo, y cuanto recogemos no es sino la consecuencia de nuestros actos, la cosecha de nuestra siembra en esta o en anteriores existencias, pues somos almas en cuerpos perecederos, y como almas, energías eternas, eternamente pensantes y eternamente sintientes, con cuerpo material o sin él. Pero algunos, identificados con su cuerpo, creen que es lo único que poseen. En definitiva, arena que se desmorona a la que pretenden ilusoriamente dotar de inmortalidad incluso sesudos científicos.

Somos el Hijo Pródigo como expresa la parábola de Jesús de Nazaret, retratando así genialmente la condición humana en este mundo: la caída, el arrepentimiento, el dar la vuelta, el acogimiento del Padre que perdona, la alegría de sentirse perdonado y acogido.

Naturalmente, estos razonamientos no convencen al individuo que anda por ahí sediento de poder, de bienes, placeres y reconocimiento público para satisfacer su ego inferior, al que argumentos semejantes le producen risa o encogimiento de hombros.

Pero como este ha sido el modelo adoptado por el conjunto de la humanidad, tan lejos del "hijo pródigo" que sí cambió, se han ido produciendo desigualdades a lo largo de la historia por variadas circunstancias. Aquellos que consiguieron más poder, procuraron y aumentaron esas desigualdades mediante el principio básico de los enemigos de Dios:

"Ata, separa, domina", que tanto se practica hoy día entre personas, grupos sociales, naciones, empresas multinacionales, etc. Es la ley de los mundos inferiores, de las fuerzas oscuras en la sombra, de los enemigos de Dios que dominan este mundo en todos los campos: desde las finanzas a la educación; desde la política a la cultura; desde los medios de comunicación a la fuerza militar; desde la ciencia sin conciencia a las iglesias sin conciencia, que son la sede el refugio y la justificación de los enemigos de Dios para cometer sus crímenes y obstáculos para el progreso de las almas.


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