La iluminación espiritual

Una gigantesca rebanada de pan

LA AMBICIÓN DEL INSACIABLE

La gigantesca rebanada de Pan.

Aquel hombre era un cliente habitual, y la dirección hacía todo lo posible por complacerle. Por eso, cuando un día se quejó de que solo le habían dado una rebanada de pan con la comida, el camarero se apresuró a llevarle otras cuatro.

Está bien, dijo, pero no crea que es suficiente. Me gusta el pan, y me gusta en cantidad.

De modo que la siguiente noche que fue a cenar le dieron una docena de rebanadas. No está mal, dijo, pero sigue usted mostrándose un tanto frugal, ¿no cree?

Ni siquiera una cesta llena de pan consiguió, la noche siguiente, acallar sus quejas.

De modo que el dueño decidió darle una lección. Encargó especialmente para él una gigantesca rebanada de pan de dos metros de largo por uno de ancho, y él mismo en persona, con la ayuda de dos camareros, se la llevó, la puso sobre una mesa supletoria y esperó su reacción.

El hombre, tras mirar con verdadera furia la gigantesca rebanada, se encaró con el dueño y le dijo: ¡Así que volvemos a las andadas!, ¿eh? ¡Una sola rebanada!

Encender una vela es bueno, pero maldecir de la oscuridad es divertido.

CADENAS QUE ESCLAVIZAN

El ser ambicioso puede ser algo hermoso. Pero ser esclavo de la ambición es horrible.

La gente poseída por la ambición ni viven! Apegadas a las cosas presentes. Queremos tener cosas y personas y que nada nos separe de ellas. Somos dependientes, y perdemos nuestra liberad. Dígale a lo que sea estas apegado Que precioso eres para mí, pero no eres mi vida. Tengo una vida que vivir. Un destino que cumplir que es diferente al tuyo. Después dígale lo mismo a realidades más íntimamente conectadas con usted, cosas que son casi parte de su ser como reputación, salud. Dígale a la vida misma que algún día será aniquilada por la muerte: Que preciosa y amada eres, pero no eres mi vida. Tengo una vida que vivir y un destino que cumplir, diferente al tuyo Si con valentía se repite esta frase, se puede esperar conseguir libertad espiritual.

EL AMOR ES UNA DROGA

El amor es la única necesidad que tiene el ser humano.

Amar y ser él mismo. La sexualidad no es amor. El amor dice: No soy yo quien te amo, sino que es el amor el que está aquí, es mi esencia, y no puedo menos que amar. Eso surge libremente cuando estás despierto y se han caído tus programaciones.

Cuando comprendes que eres felicidad no tienes que hacer nada. Solo dejar caer las ilusiones. El apego se fomenta porque tú te haces la ilusión (porque así te lo han predicado y lo has leído en mucha literatura barata) de que tienes que conseguir la felicidad buscándola fuera; y esto hace que desees agarrarte a las personas que crees te producen felicidad, por miedo a perderlas. Pero como esto no es así, en cuanto te fallan, o crees que te fallan, vienen la infelicidad, la desilusión y la angustia.

La aprobación, el éxito, la alabanza, la valoración, son las drogas con las que nos ha hecho drogadictos la sociedad, y al no tenerlas siempre, el sufrimiento es terrible. Lo importante es desengancharse, despertando, para ver que todo ha sido una ilusión. La única solución es dejar la droga, pero tendrás los síntomas de la abstinencia. ¿Cómo vivir sin algo que era para ti tan especial? ¿Cómo pasarte sin el aplauso y la aceptación? Es un proceso de sustracción, de desprenderte de esas mentiras. Arrancar esto es como arrancarte de las garras de la sociedad.

Habías llegado a un estado grave de incapacidad de amar, porque era imposible que vieras a las personas tal como son. Si quieres volver a amar, tendrás que aprender a ver a las personas y las cosas tal como son. Empezando por ti. Para amar a las personas has de abandonar la necesidad de ellas y de su aprobación. Te basta con tu aceptación. Ver claramente la verdad sin engaños. Alimentarte con cosas espirituales: compañía alegre, camaradería sin apegos, y practicando tu sensibilidad con música, buena lectura, naturaleza...

Poco a poco, ese corazón que era un desierto siempre lleno de sed insaciable, se convertirá en un campo inmenso produciendo flores de amor por todas partes, mientras suena para ti una maravillosa melodía: has encontrado la vida.

Piensa en uno de los pasajes del Evangelio en que Jesús, después de despedir a la gente, se queda solo. ¡Qué hermoso es ese amor! Sólo el que sabe independizarse de las personas sabrá amarlas como son. Es una independencia emocional, fuera de todo apego y de toda recriminación, lo que hace que el amor sea fuerte y clarividente. La soledad es necesaria para comprenderte fuera de toda programación. Sólo la luz de la conciencia es capaz de expulsar todas esas ilusiones y pesadillas en las que estamos viviendo y, con ellas, expulsar también los rencores, todas las necesidades y los apegos.

¿Cómo empezar? Llamando las cosas por su nombre. Llamar deseos a los deseos y exigencias a las exigencias, y no disfrazarlas con otros nombres. El día en que entres de pleno en tu realidad, el día en que ya no te resistas a ver las cosas como son, se te irán deshaciendo tus ceguedades. Puede que aún sigas teniendo deseos y apegos, pero ya no te engañarás.

Aliméntate bien con placeres naturales: disfrutando de la naturaleza, ejercitando los placeres del tacto, del oído, de la vista, del gusto, del olfato. Hay un mundo por descubrir desde nuestros sentidos atrofiados. Te darás cuenta de que no hace falta otra cosa para ser mucho más feliz de lo que consigues ser ahora. Sentirte libre, autónomo, seguro de ti a pesar de reconocerte con todas las limitaciones, o quizá por ello, porque has aceptado el ser sin límites que eres, pero con todas las formas mediocres en las que te desenvuelves. Sólo conectarte con la realidad te hará fuerte y no necesitarás apoyos ni apegos.

Todos somos necesarios.

Poder decir a tus amigos: No pongas tu felicidad en mí porque yo puedo morirme o decepcionarte. Pon tu felicidad en la vida y te darás cuenta de que, cuando quedas libre, es cuando eres capaz de amar. El amar es una necesidad, pero no lo es el ser querido, ni el deseo. El vacío que llevamos dentro hace que tengamos miedo de perder a las personas que amamos. Pero ese vacío se llena solo con la realidad. Y cuando estás en la realidad ya no echas de menos nada, ni a nadie. Te verás libre y lleno de felicidad, como las aves.