La iluminación espiritual

La realidad de la espiritualidad y la ciencia

POR: PATROCINIO NAVARRO

Imagen; La realidad de la espiritualidad y la ciencia; Patrocinio Navarro

LA CIENCIA Y LA ESPIRITUALIDAD

¿Qué es lo real?

¿Solo lo demostrable por el método científico, o la realidad escapa al método que pretende expresarla? Muchos afirman lo primero. ¿Es cierto, como se dice muy a menudo, que solo lo material es real porque a diferencia de lo que se llama espiritual puede ser medido y reproducido a voluntad cuantas veces se desee? Casi los mismos que afirman lo primero afirmarán lo segundo.

¿Será la materia algo distinto de lo que aparenta ser?

En cualquiera de los casos, se supone que para acceder al conocimiento científico, tan interesado por el mundo material, es imprescindible el uso de la razón. Usemos, pues, la razón y veamos hasta dónde nos lleva.

Conocimiento espiritual y límites de la ciencia.

El otro supuesto conocimiento, el espiritual,- que suele enfrentarse a la razón,- no tiene validez o no ofrece credibilidad a muchos al no poder ser sometido al método científico, así que se le suele desterrar al submundo de la creencia, conjunto de elementos en los que no se tiene por qué creer racionalmente. La creencia es, pues, irracional, por su naturaleza escurridiza a la razón científica, y considerada por esta como forma menor del conocimiento.

Cuando Heisenberg descubrió su famoso Principio de Indeterminación puso al descubierto la influencia del investigador y de sus instrumentos de medición sobre aquello que pretende ser observado y medido. Esto introduce serias dudas acerca de la validez en la valoración objetiva de los fenómenos que se estudian. Convierte en relativo lo que aspira a ser exacto, que es la pretensión de la Ciencia. Aquí se derrumba otro de los mitos sobre la ciencia por los que esta se consideraba superior al conocimiento espiritual.

Por otro lado, las investigaciones llevadas a cabo por la propia ciencia sobre el mundo de los sentidos y su capacidad de percibir la realidad por los animales y personas confirman la idea de las numerosas formas y niveles de percepción entre animales de distintas especies y de estos con el hombre, así como de los hombres entre sí, lo que impide establecer un principio universal de percepción y convierte a la realidad en escurridiza. Esto vuelve a poner en cuestión la validez real de los datos que se obtienen por unos y otros- seres que perciben diferente, tanto como los propios investigadores - a la hora de hacerse una imagen mental de la realidad exterior y poder incorporarla a su vida.

Lo dicho nos sitúa un poco en el terreno de lo que pretende este trabajo.
La intuición, conocimiento no discursivo.

La teoría de la relatividad de Einstein surge por una intuición poética de tipo espiritual que él mismo confiesa, no nace del discurso ni de la experimentación de ningún tipo, sino de una creencia al decir de un científico ortodoxo. Mas esa teoría, nacida de tan poco fiable fuente ha transformado la ciencia y gran parte del mundo moderno hasta el punto de que ni se han agotado las posibilidades de investigación abiertas por ella ni hemos sido capaces como humanidad de alcanzar a incorporar a nuestros hábitos mentales la filosofía que se deduce de la aplicación de la teoría de la relatividad o, posteriormente, de la física cuántica, tan relacionadas entre sí.

Cuando Mozart compone a los cuatro años lo hace por el mismo sistema que Einstein: la intuición. Igual sucede con la obra de cualquier artista que, en resumidas cuentas, intenta expresar estados de conciencia más allá de la mente, buscando, por ejemplo, la armonía.

Ahora bien: tanto la relatividad como la armonía existían previamente. Sólo se necesitaba que alguien las descubriese y expresase.

Lo mismo puede decirse de otros grandes inventos e ideas en muy diversos campos, nacidas de intuiciones, de súbitos encuentros con una realidad subyacente a la realidad material y al mundo de la mente intelectual y los sentidos.

Influencia de lo invisible sobre lo material.

Sin embargo, a pesar de que esos impulsos son catalogados por la ciencia como irracionales, y nacidos de misteriosos ámbitos en los que no es preciso creer, por no ser del dominio de la ciencia, los científicos y muchos de los seguidores del materialismo más estricto no dudan en recoger esas iluminaciones y aprovecharlas para comprender la realidad y sacar provecho de ello. Ahí tenemos actuando a una parte de la realidad –la que se alcanza desde la mente lógica - intentado aplicar – a través del trabajo científico-lo que proviene del lado invisible de la realidad : la realidad metafísica catalogada como irracional, pero declarada útil. El resultado de este encuentro evidencia que entre ambas no hay oposición, sino concordancia, y que ambas se necesitan en este mundo terrenal para poder expresarse.

El hecho, pues, de que una parte de la realidad no haya sido descubierta no quiere decir que no exista, y esto es aplicable a cualquier reflexión sobre Dios o los mundos del Más Allá, los cuales muchos científicos, intelectuales y filósofos se atreven a negar categóricamente contraviniendo las leyes de la lógica de la que se consideran paladines.

La intuición de un místico para alcanzar estados de conciencia superiores a los ordinarios, así como los aprendizajes que recibe un meditador a través de su experiencia interior no dejan de ser al menos tan válidos como las experiencias de Einstein o de Mozart, por seguir con esos ejemplos contrapuestos en apariencia.

Consideramos entonces que existen realidades no materiales pero que a veces se manifiestan y a veces no. Las emociones, por ejemplo, pertenecerían a este campo, así como las sensaciones, pensamientos o ideas.

La influencia de estas realidades no materiales sobre la propia materia son de tal grado y naturaleza que son capaces de transformarla, haciendo visibles al mundo exterior, por medio de objetos concretos, los contenidos de esas realidades interiores llamadas pensamientos, sensaciones, sentimientos o ideas, que son manifestaciones, en cada caso, del alma individual, de nuestro proveedor inmediato de energía corporal Así cualquier cosa que podamos observar a nuestro alrededor es la manifestación de uno de esas realidades interiores, convertida en objeto material: un poema, un edificio, un objeto cualquiera. Todo cuanto este mundo contiene está hecho a imagen y semejanza de nuestros pensamientos y contenidos de conciencia.

LA MATERIA

¿Es real y digna de confianza la materia?

Ya podemos concluir, en vista a lo anterior, que el mundo de lo real, visible y tangible está subordinado al mundo de lo invisible, irracional, de la energía sutil y, que por tanto, la materia es de naturaleza inferior.

De donde se deduce que el materialismo está equivocado cuando establece el orden jerárquico de la realidad, y cree que es lo espiritual e inmaterial lo que debe subordinarse a lo material. En este error de apreciación se basan los que dirigen el mundo materialista que nos ha tocado vivir. ¿Tendrán razones objetivas para suponer que la materia es algo tan fiable como para edificar una civilización en su nombre?

Tratemos de responder...Para ello es preciso contestar a otra pregunta previa: ¿de qué está constituida la materia? Pues si sus componentes son fiables, es decir suficientemente estables y permanentes tal vez habría que contestar que sí, que la materia es un cimiento firme para edificar nuestra civilización. De lo contrario, habremos hecho de ella un mito que a muchos interesa mantener, porque produce ingentes beneficios y evita enfrentarse a lo desconocido, que suele inquietar tanto. Así que aproximémonos a este tema.

¿A qué llamamos materia, después de todo?

A través del trabajo de los físicos cuánticos se ha desmenuzado la materia: partículas, moléculas, átomos, partículas subatómicas muy diversas...Todas ellas impulsadas por energía invisible que actúa más allá de los cuantos (paquetes mínimos visibles de energía cósmica que dan nombre, precisamente, a la Física Cuántica) descubiertos por Planck procedente en última instancia del –para un científico- incierto mundo del Más Allá cósmico. Sin embargo, oh sorpresa, obedecen a reglas precisas, como si cada partícula ínfima llevase grabada un misterioso e inaccesible programa que le induce a interactuar en el enorme cosmos. Un programa subcuántico, tan invisible y todavía no bien conocido pero necesariamente existente como fuente de alimentación de los cuantos.

Pero aunque la ciencia llegase a descubrir el funcionamiento de la energía subcuántica, otra cosa es descubrir de dónde procede, y por qué se manifiesta de esos modos y no de otros. Eso sería más que ciencia física, y entraría en el territorio de la espiritualidad pura que la ciencia rechaza como base científica. Por tanto puede decirse que es ahí donde los conocimientos científicos han marcado su propio techo, y donde no es posible avanzar más a no ser que la ciencia, al fin, se reconcilie con la mística.

¿Cómo actúa la energía cósmica?

Por su parte, la energía subcuántica alimenta a los cuantos, que contienen una parte de energía espiritual pura y otra parte de energía más condensada, por lo que pueden actuar a modo de nexo entre lo extremadamente sutil y el átomo material y así pueden hacer llegar a los átomos, a través de todos sus constituyentes, la energía cósmica divina o energía subcuántica. Repito esta idea: Gracias a la energía subcuántica, la energía cósmica puede llegar a los átomos a través de los cuantos. En nuestro caso, como seres humanos, a nuestras células y órganos. ¿En qué medida? En la medida que estos se hallen libres de interferencias tanto materiales (sustancias tóxicas, p. ej.), como sutiles, (pensamientos o sensaciones negativas p.j) que pueden bloquear, con su carga energética contraria a las leyes de la energía cósmica el acceso de esta a los átomos y las células corporales.

En el caso de minerales, plantas y en el mundo animal es mucho más fácil ese acceso, debido a que,- a no ser que hayamos envenenado su hábitat,- no existen interferencias físicas ni elementos síquicos contrarios a las leyes espirituales. Por tanto, las plantas y los animales reciben con más facilidad la energía cósmica, y esa es la razón por la que enferman menos por sí mismas.. No puede decirse lo mismo de los humanos, que enfermamos por no estar en las condiciones adecuadas para recibir la energía cósmica.

Así que las enfermedades no son castigos divinos ni producto del azar. Son nuestra cosecha.

Un místico o un creyente, a esa fuente de energía incesante que mantiene en pie ordenadamente al Universo en todos sus ámbitos, desde la mayor de las galaxias a un simple fotón, a esa gigantesca fuerza inimaginable, pero omnipresente, le llamamos Dios. Obsérvese que no hablamos de religión. La religión sería el intento de acercarse a la energía Dios o realidad Dios, del mismo modo que la ciencia hace el esfuerzo de aproximarse a la parte material de la misma realidad, porque la realidad solo es una, aunque poliédrica. Para los primeros es la mística el camino; para los segundos, las matemáticas, la física, la química o la biología.

En todo caso, a la mayor parte de los científicos parece que Dios no les gusta, ni tampoco la idea de orden profundo e inmutable cuya energía alimenta a los cuantos. Prefieren, curiosamente para ser científicos, quedarse con el misterio que nutre a los átomos antes que preguntarse por su naturaleza profunda o investigar sobre su posibilidad. Dejan ese trabajo a los teólogos, por no ser Dios objeto de su estudio, tal como aprendieron en sus antiguas cátedras…

Teólogos y científicos ortodoxos convierten a Dios en un concepto intelectual, por lo que sus conclusiones quedan confinadas en la mente, mientras que un místico tiene experiencias directas que traspasan ese mundo. Dios no es un concepto intelectual. Por tanto, ni la Teología ni la ciencia ortodoxa son canales adecuados para vivir la experiencia de Dios.

Aún prefieren la mayoría de los científicos llamar Azar a lo que el creyente llama Dios. Así que ahí tenemos a tantos actuando justo como contrarios al método que proclaman: contra la evidencia. Tal contradicción les impide aceptar la idea de Un Manantial creador de energía inacabable y múltiple y les ciega a la posibilidad de intuir la existencia de otros mundos diferentes al mundo material donde esa misma energía pudiera manifestarse de otros modos.

Avancemos un paso más...

Los átomos que constituyen la materia son más o menos sutiles. Por ejemplo, el fotón es más sutil que el átomo de un guijarro. Eso parece indiscutible.

Pero ¿qué es lo que hace más o menos sutiles a los átomos? La vibración energética que determina su mayor o menor consistencia,la velocidad de sus componentes. Por ejemplo, del movimiento de sus electrones en sus diferentes órbitas en torno al núcleo. Los electrones de un guijarro se mueven a menor velocidad, por ejemplo, que un fotón de luz. De modo que el grado de materialidad de lo existente no responde más que a su nivel vibratorio energético. La materia no es entonces más que energía con diferente nivel de concreción: energía degradada en mayor o menor medida, y eso determina su apariencia. Los átomos de la sustancia gruesa se mueven más despacio y eso determina que exista como tal. Los átomos de luz, los fotones, se mueven mucho más rápidos y eso determina la naturaleza de la luz, y sus diversas frecuencias vibratorias determinan los colores del espectro partiendo de la luz blanca.

El recorrido cósmico de la materia conduce a los mundos invisibles.

Si consideramos que aquello que tiene capacidad de permanecer por encima de los cambios es lo real y fiable y llamamos irreal y poco fiable para operar con ello a lo que no cumple esta condición, la materia no es real ni fiable, pues está sujeta a innumerables cambios y variaciones. Su inestabilidad responde a los movimientos de la energía que la informa. Y como la energía que la informa, en última instancia es cósmica, los movimientos y ciclos de la materia corresponden a los ciclos y movimientos cósmicos; está relacionada profundamente con ellos. Esa dependencia es fundamental, porque en el Universo todo se mueve en dirección a lo más denso desde lo más sutil y nuestro planeta esté ahora mismo inmerso en un proceso acelerado de cambio y renovación hacia una vibración y materialización más sutiles dentro de su propio ciclo cósmico como ser vivo...

El final de todos esos procesos de evolución, común a todos los cuerpos celestes, es la transformación definitiva de cualquier forma de materia en formas de energía sutil, en energía subcuántica, que es energía espiritual. En definitiva, y con el tiempo, toda la materia será transformada. Este es, tal vez, el plan secreto que los físicos no alcanzan a descubrir en el movimiento de las partículas subatómicas.

Existe fuera de toda duda – y ahí están las enfermedades físicas para demostrarlo- una acción directa de la energía espiritual, actuando en lo material. Esto explicaría también entre otras cosas, los fundamentos de las milenarias ciencias de la Astrología y de la Alquimia, pues cada átomo, como cada pensamiento, recibe y emite dentro de su propia frecuencia, y se dirige al lugar del Cosmos material semimaterial o espiritual correspondiente a esa frecuencia, pues lo igual atrae a lo igual en todos los órdenes de la existencia.

Todas las enseñanzas relativas a la dependencia espiritual de la materia, como los ejemplos mencionados, han sido transformadas y degradadas. La Astrología se convirtió en Astronomía y la Alquimia derivó en Química, ambas por el método –supuestamente científico- de intentar eliminar de ellas los elementos espirituales. Mas esa pretensión solo es posible en la imaginación, pues cada átomo existente, donde quiera que exista, da y recibe constante y universalmente de la energía-una que impregna el Cosmos, y, desde luego, alimenta el cerebro de los que la niegan, que, por cierto, se rigen mucho por aquello que deberían criticar.. Por no desear creer en lo trascendente, por considerarlo creencia y no ciencia, caen a menudo en otro tipo de creencia, pero con menores argumentos, porque roza el Dogma, el enemigo común número uno tanto de la ciencia como de la espiritualidad, y fundamento de todos los fanatismos.

Así tan fanático puede resultar un científico ateo como un religioso
que no practique las leyes divinas y exija a otros su cumplimiento


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