La iluminación espiritual

¿Qué esconde la militarización del mundo?

POR: PATROCINIO NAVARRO

Imagen; ¿Qué esconde la militarización del mundo?; Patrocinio Navarro

EL VIEJO PROPÓSITO SATÁNICO

El profesor Augusto Zamora dibuja un panorama mundial literalmente explosivo. Plantea que el mundo tiende a dividirse en bloques y que Europa ha perdido su personalidad y ha pasado a convertirse en un peón de la política norteamericana. Y esto puede ser muy grave porque de haber una guerra, sería atómica y Europa la más perjudicada, mientras EEUU lo sería en mucha menor medida. Y se sorprende de la poca conciencia general que existe sobre estos asuntos.

Lo mismo sucede a quien esto escribe. Los gobiernos europeos actuales son débiles, están burocratizados, faltos de principios éticos y son fácil presa del belicismo actual que caracteriza a los EEUU, porque las armas y la guerra, al fin y al cabo, son un gran negocio de los ricos: uno de los mayores. Y por si faltaba algo a Europa para estar atrapada por el poder yanqui ahí está el famoso Tratado de Libre Comercio, un asunto vergonzante que se negocia en la sombra entre la UE y los inevitables EEUU, empeñados siempre estos en imitar a la Roma imperial en su intento de dominar el mundo. Sin embargo se olvidan que la causa de la decadencia del imperio romano fue el insostenible gasto militar por tantos frentes abiertos y la corrupción moral de sus dirigentes y de sus ricos. Esto es exactamente lo que está ocurriendo en los USA. Y lo que sorprende es que ignoren esto o que no se lo crean, tan ciegos o prepotentes andan.

El caso es que el mundo se ha armado hasta las cejas. Si observamos los datos que viene elaborando el Instituto Internacional de Investigación para la Paz (SIPRI) con sede en Estocolmo, el gasto militar mundial se ha disparado en todo el mundo desde los 90 del pasado siglo. Especialmente llamativos resultan los datos sobre Rusia y realmente espectaculares en los países de religión musulmana en Asia, Oriente Medio y Norte de África. No está mal recordar aquí a unos y otros famosa frase: Si quieres la paz, no te prepares para la guerra.

¿Se preparan, o ya estamos en ella?

En cuanto dirigimos una mirada sobre los continentes del mundo vemos que no hay prácticamente ninguno libre de conflictos armados. En países como Siria, Libia, Irak, Afganistán, Somalia, Yemen, Sudán, Etiopía, Kenia, Indonesia, Turquía, Palestina, México, y entre grupos étnicos y religiosos dentro de muchos países ¿Existe, acaso, la paz? Para estos países, bien sea por la intervención imperialista, bien sea por gobiernos dictadores locales ( casi siempre peones de los EEUU o de alguno de sus aliados), bien sea por los asuntos turbios de cierto cárteles como el de la droga el tráfico de armas o de personas, o por el terrorismo islamista, el caso es que los muertos diarios por la violencia armada no cesan. Para países como los citados, la tercera guerra mundial es un hecho que forma parte de su vida y su muerte cotidianas.

A pesar de que llevamos más de dos milenios conociendo el cristianismo y sus propuestas de paz, perdón y reconciliación, y más tiempo aún los Mandamientos dados a Moisés, con su propuesta de no matar ni robar, ni mentir, ni difamar, entre otras, no hemos avanzado en alcanzar siquiera la paz. Y estamos como siempre o aún peor.

¿Por qué resulta tan difícil la paz mundial?

El mundo se nos presenta dividido en parcelas llamadas Estados, con sus fronteras que evitan o controlan la llegada de intrusos y que en ciertas circunstancias hasta impiden salir a sus propios habitantes.

Cada uno de esos Estados está gobernado por gentes que no se representan a sí mismas, sino a los intereses de otras más poderosas que permanecen en la sombra o que se cuidan muy bien de no aparecer como dirigentes o inductores de las decisiones de los que gobiernan. Porque es el caso que quienes gobiernan cara a la galería no son a menudo quienes toman las decisiones, sino hombres de paja de quienes gobiernan realmente y dictan lo que los gobiernos aplican. Y ¿quiénes gobiernan realmente? A primera vista, los poseedores de las grandes fortunas (ese 1 % de la población del Planeta) forman la primera línea de toma de decisiones que se transmiten a banqueros, inversores, partidos políticos, gobernantes, directores de agencias de noticias y otros grupos influyentes, conectados entre sí a diferentes niveles, que vienen a ser las amas de llave de aquellos sus señores: sus serviles lacayos, directos o indirectos.

A primera vista esto es lo que parece, pero si poseemos una visión metapolítica que supere el mundo de la política aparente, nos damos de lleno con otros amos. Estos, desde luego, no están en la primera línea, ni visibles físicamente en ninguna parte, porque pertenecen al mundo de las sombras. Son los que inducen a quienes ocupan altos puestos en el gobierno del mundo y en cada uno de sus campos de control e influencia sobre las gentes a que lleven a cabo la triple misión de la oscuridad: separar, atar y dominar a todos los humanos.

Separar, atar y dominar: el viejo propósito satánico.

Separarnos por Estados, por partidos, por religiones, por ideas, por clases sociales, por odios raciales, y otras cosas. Aquello del divide y vencerás. Divididos, se necesitan líderes que encabecen la división. Así se ata a las gentes a quienes les dirigen, pero quienes en realidad se benefician del separar, atar y dominar son aquellos de quienes nunca se sospecha que puedan existir, y en ello ponen mucho interés: son las jerarquías demoniacas.

En las enseñanzas del cristianismo originario se nos hace saber que existe un verdadero Estado de los demonios de alcance mundial, donde algunos de sus servidores gozan de poder y prestigio al más alto nivel en la política, la tecnología, la economía, etc. seduciendo a otros que les admiran, les votan en las urnas y hasta les imitan, convirtiéndose así tanto en dominados como en víctimas. Unos y otros suministran su energía de diferentes maneras a ese Estado de la Oscuridad no reconocido.

No se sorprendan. Está claro que en este mundo no prevalece el bien, ni la verdad, ni la bondad, ni la paz, ni la justicia, ni la hermandad, ni la libertad. Es decir: no prevalece lo divino, sino lo satánico. Y lo satánico se complace en destruir. Digamos las cosas por su nombre. Por ello busca crear odio, división, guerras, conflictos étnicos y otras formas de expresión de energías negativas, porque del mismo modo que una persona alimenta su cuerpo de cosas materiales, los inductores de las sombras se alimentan de energías negativas, y por eso inducen a unos para que seduzcan a otros a ir contra los principios divinos creando así la energía negativa que les alimenta. Y a fe que suelen conseguirlo. Las gentes se miran con desconfianza, se mienten, se ocultan sus verdaderas emociones, viven en conflictos interpersonales en la familia, entre los amigos, en el trabajo o en el mundo religioso. Las gentes viven atrapadas por su ego, que resulta ser la base militar de las fuerzas de la oscuridad en cada uno, con lo que al final se acaban por construir efectivamente bases militares y armar guerras. Unas y otras proliferan por doquier.

Es fácil concluir que mientras las fuerzas contrarias a la vida y la paz no sean desalojadas de nuestra alma y sustituidas por el amor, la justicia, la libertad, la verdad o la armonía expresadas en las enseñanzas de Jesús de Nazaret y en los 10 Mandamientos- tan interesadamente desacreditados por sus supuestos seguidores- no habrá paz en este mundo, porque el enemigo está dentro, por más que quienes tienen el poder en los gobiernos nos cuenten que está fuera, en otro país, en un partido, en una clase de ideas, en otra religión, y hasta en una persona que será considerada como enemigo público. Pero el enemigo público ya sabemos quién es y dónde se encuentra.


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