La iluminación espiritual

Poder divino y poder mundano

POR: PATROCINIO NAVARRO

Imagen; Poder divino y poder mundano; Patrocinio Navarro

EL PODER DE DIOS

Para un creyente hay en el mundo un poder supremo: el poder de Dios. Y como Dios es perfecto, su poder también lo es, y este es el poder legítimo que crea universos y seres puros, genera justicia, libertad, igualdad, amor, sabiduría y unidad, todos esos dones de la vida que todos deseamos en cuanto despertamos y que hasta entonces están latentes en nuestro subconsciente espiritual en una u otra forma y medida. ¿De dónde, si no es de nuestro Creador nacen estos deseos que toda la humanidad comparte y que hasta en los animales se manifiestan?

Los poderes del mundo intentan de continuo impedir esos hondos deseos, y por ello solo son legítimos en la medida que se aproximen a las cualidades del poder de Dios, da igual que se presenten con máscaras legales, religiosas, o de cualquier otra clase: El poder mundano es un contrapoder de Dios. Sin embargo, está presente en las relaciones cotidianas y adquiere muy diversas maneras: machismo, dictadura, poder mediático, poder financiero, poder policiaco o militar, clerical, poderes en la sombra...Todos ellos son energías negativas que actúan dirigiendo este mundo y sobre cada uno. Unas veces somos conscientes y otras no; a veces podemos liberarnos por perniciosas para nuestra vida o nuestra convivencia, y otras no. Y eso es a causa de de nuestro karma; no es casualidad que tengamos que soportar una u otra de esas formas de presión que interfieren en nuestra libertad. Si no estamos despiertos nos sacuden.

Si somos conscientes como personas o como ciudadanos, cada uno busca el modo de disponer de recursos para protegerse de los abusos de poder, bien asociándose con otros, defendiendo por la vía legal sus derechos, o plantando cara directamente a lo que le oprime. En los Estados medianamente civilizados se dan medios para defenderse de los abusos del poder, pero de ninguna manera se dan medios para que el Poder en sí sea cuestionado, pues se considera legítimo que existan quienes mandan y quienes tienen que obedecer guste o no guste, sea justo o no lo que se propone desde arriba con tal de que sea legal, importando poco que sea legítimo, o sea de acuerdo con las leyes de Dios. En los países gobernados por tiranos ni siquiera existen no ya leyes legítimas, sino simplemente mecanismos legales que mantengan una apariencia de orden social..

Aunque por desgracia el Poder como tal es incuestionado en todo tipo de sociedades.
¿Qué garantías de idoneidad y salud mental nos ofrecen sus representantes?

En un congreso internacional de siquiatría celebrado hace unos pocos años en Madrid declaró uno de los ponentes a un periodista que los que ejercen el poder en las naciones suelen ser personas mentalmente desequilibradas, lo cual no resulta nada tranquilizador.

Observando fenómenos cotidianos de abusos de poder, como la violencia de género, las dictaduras, el fanatismo político o religioso, o la guerra que se decide a espaldas de los ciudadanos, aunque sea en los parlamentos, ¿podría decirse que quienes tienen esa necesidad de imponer su poder a otros son personas desequilibradas y, por tanto, no son dignas de nuestra confianza? Sin embargo, solemos votarles, aplaudirles, agasajarles, admirarles, y hasta desear estar en su lugar. Así no vamos a ninguna parte excepto a alguna clase de desastre como los que vemos a diario en los medios.

El poder es una enorme tentación de este mundo y una de las patas de la araña de la discordia. Por él se mata y se muere demasiadas veces a lo largo de la Historia, y la lucha entre personas o clanes políticos por poseerlo constituye una fuente permanente de desasosiego social. De haber sido seguido mayoritariamente un camino que condujera a aceptar el poder de Dios por encima del poder de los que lo detentan en el mundo, hace tiempo que habríamos llegado a poseer atributos de bondad, paz, bienestar, equilibrio, armonía, justicia y otras virtudes, lo que finalmente haría innecesario el poder, que sería sustituido por cooperación horizontal entre iguales. Entonces estaríamos hablando de poder espiritual como generador de paz, igualdad y justicia. Mas lo que vemos en la organización de nuestro mundo es todo lo contrario: escasez de valores éticos y poderes jerarquizados, estructuras verticales de mando y orden, a tal punto que hemos llegado a una situación de división internacional de poderes encontrados que no llegan siquiera a ponerse de acuerdo sobre cosas tan esenciales cómo impedir el hambre, la guerra o el desastre ecológico al que estamos abocados. Y no pueden impedirlo porque no quieren, porque ellos mismos son los responsables de crear todo eso como fuente de negocios sucios para ellos que son poco más del 1 % de los habitantes de este Planeta. Y eso que sabemos con exactitud que ni los poderosos se salvan de la catástrofe, pues no existen planetas materiales de repuesto. Lo mismo, y por las mismas razones, es aplicable a los problemas sociales, políticos, militares, etc. También los poderosos acabarán cosechando lo que siembran, en esta existencia o en alguna posterior, lo crean o no, pues siempre se cumple la ley de siembra y cosecha.

Hemos de ser cuidadosos con ejercer cualquier tipo de poder sobre personas- si es que lo tenemos por formar parte de algún engranaje social- tanto como para poner los medios para impedir que se ejerza sobre nosotros un poder que pudiera anular nuestro libre albedrío, pues éste forma parte de nuestra libertad, de origen divino. Y por eso es sagrada y deseada por todo ser viviente, animales incluidos.

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