La iluminación espiritual

La paz es el verdadero camino

POR: PATROCINIO NAVARRO

Imagen; La paz es el verdadero camino; Patrocinio Navarro

FRECUENCIA POSITIVA O NEGATIVA

Todo es energía, y todos somos energía. Cada objeto y cada persona tienen su propia frecuencia vibratoria. En el caso de los seres humanos, la alta o baja frecuencia corresponde a la calidad positiva o negativa de sus pensamientos, y eso tiene repercusiones sociales y sobre el planeta vivo Tierra, pues todo lo vivo, la vida, es energía.

Sabemos que todo cuerpo en el espacio – incluidos los nuestros - emite un sonido acorde con su propia vibración electromagnética, ya que toda forma de energía vibra según su frecuencia interna como sabemos por la Física.

Vivimos en un mundo materializado donde prevalecen los pensamientos negativos, que al ser energía electromagnética de baja frecuencia repercuten tanto contra nuestra propia salud orgánica y emocional como contra la paz mundial y no por último contra nuestro Planeta de energía condensada a consecuencia de la emisión durante millones de años de pensamientos humanos de baja frecuencia vibratoria.

La injusticia global se propaga en todos los continentes. Hambre, miseria, desempleo, desahucios, afectan a cientos de millones produciendo en ellos innumerables formas de sufrimiento y pensamientos de tristeza, soledad y desesperación que emiten al círculo magnético de la atmósfera, donde quedan grabadas y sumadas a todas las energías semejantes que ha emitido la humanidad a lo largo de millones de años. Todo eso forma un negro nubarrón que se descarga aquí y allí, pues - según la Ley- lo semejante atrae a lo semejante. Una de esas formas de descarga son las guerras que no cesan ni cesarán hasta que el conjunto de los seres humanos no hayamos hecho la paz con nuestros semejantes, limpiando así la crónica atmosférica y trayendo la paz a este mundo.

Entre tanto, prevalecen las fuerzas contrarias. Así, el terrorismo económico y el militar se han hecho crónicos en el Planeta. En la gran mayoría de casos se trata de terrorismo de Estado contra sus minorías étnicas, o de Estados terroristas disfrazados de liberales y hasta de cristianos y defensores de los derechos humanos que aúnan sus fuerzas contra un tercer Estado igualmente intolerante disfrazado de otra ideología y otra religión. Esta es la política de agresión a gran escala que a menudo utilizamos las personas individualmente para justificar nuestras agresiones mentales, psicológicas o físicas. Disfrazamos con argumentos nuestros ataques para acallar nuestra conciencia.

El disfraz, sin embargo, no elimina el dolor que – de paso -uno se infringe a sí mismo cuando actúa contra otro. Y en el caso de los gobiernos, su verborrea y apariencia no suaviza siquiera los daños que siempre infringen a la población civil. Y en la población civil surgen a continuación nuevos brotes de violencia o terrorismo-respuesta contra el propio Estado o contra un invasor, originando así una espiral de la violencia difícil de parar porque se van acumulando y entrelazando de mil modos mucho odio, revanchismo, fanatismo, codicia, deseo de poder, orgullo, pobreza, incultura, ignorancia y desprecio finalmente de las leyes espirituales. Todas esas cargas explosivas se mezclan, se enfrentan y retroalimentan: son los virus de una verdadera epidemia mundial.

¿Cómo atajar todo esto? Ya lo dijo Jesús el Cristo hace mucho: Poniéndonos en paz personalmente y con nuestros semejantes; perdonando y pidiendo perdón y rechazando cada uno el ojo por ojo, para evitar, como ya dijo Gandhi, el quedarnos todos ciegos.

Desde luego no existe ni existirá nunca un ejército mundial de pacificadores, sino ejércitos de invasores armados disfrazados de pacificadores. Que nadie espere una organización social ni un país que se libre de la pandemia de la falta de paz y de justicia mientras las mayorías crean que eso pueden solucionarlo los gobiernos y las iglesias, se llamen como se llamen.

Sin duda es preciso buscar la solución en otro sitio, y uno descubre con el tiempo que el sitio no está fuera de uno mismo, sino que en el interior de cada persona; que los virus mentales de la agresión, el odio, el miedo, la ambición, la codicia, el deseo de poder, y semejantes – que son formas del egocentrismo que envenena las relaciones humanas y sociales- se neutralizan desarrollando la conciencia con los elementos contrarios: perdón, bondad, altruismo, compasión, solidaridad, cooperación, sentimientos de justicia y hermandad, y otros de esta índole cuya fuerza- si se comparte por muchos -es la única capaz de cambiar positivamente nuestra convivencia y hasta el campo magnético del Planeta, subiendo su vibración y haciéndolo así de materia más sutil y evolucionada. ¿O acaso es posible otra solución? La Historia de nuestra humanidad hasta hoy mismo muestra claramente que no. ¿Entonces?...

FELICIDAD INTERIOR BRUTA

En Occidente se pretende medir el desarrollo en términos de economía. En Buthán, ese pequeños reino asiático, pretenden medirla en felicidad de sus gentes.

Mientras en los países occidentales se recortan derechos y libertades por los estados capitalistas neoliberales con la hipócrita excusa de potenciar la economía,(la de los dirigentes, claro está, no las nuestras) en otros, como Bhután, se habla de más libertades y más felicidad. Lo curioso es que tienen un rey, pero qué diferente. Es un rey que impulsa la democracia y el bienestar del pueblo: un rey a pie de calle que prefiere darle la palabra al pueblo y colaborar con su bienestar. Los que nos confesamos republicanos lo preferiríamos a cualquiera de estos presidentes o reyes que gobiernan para multinacionales y banqueros y exprimen a los pueblos hasta lo insoportable.

En el pequeño reino asiático de Buhtán al sur del Himalaya, no se habla del producto interior bruto como indicador del desarrollo, sino del otro concepto mucho más sutil y revolucionario llamado Felicidad Interior Bruta. Los conocimientos, en lugar de servir para controlar y explotar a sus conciudadanos como cualquiera de esos reyezuelos africanos a los que estamos acostumbrados, y como hacen nuestros propios gobernantes actuando de mayordomos de empresarios y banqueros, han sido puestos por el gobierno de Bhután al servicio del pueblo en varias direcciones complementarias: presididas por el signo MÁS : MÁS DEMOCRACIA, MÁS DESARROLLO SOSTENIBLE, y MÁS FELICIDAD. Y este es, a grandes rasgos, su ideario; Gobierno eficaz al servicio de las necesidades sociales (enseñanza y sanidad gratuita en todos los niveles, más viviendas).

Democracia directa

En lugar de recortar derechos, como aquí, se fomenta la democracia directa que los favorece.

Economía sostenible con respeto a la naturaleza y al medio ambiente.
Bienestar económico sin dañar a la tierra ni a los animales.
Respeto por los propios valores culturales.

En lugar de un desarrollo insostenible como hacen nuestros países occidentales desde la pretensión irracional de un desarrollismo ilimitado con recursos limitados -que conduce a la catástrofe planetaria- en Buthan se organiza la economía para que sea mínimo el impacto medioambiental. En lugar del alto número de personas con serios problemas psicológicos y de elevado número de suicidios, como en el occidente rico, aumenta el número de personas que se proclaman felices, como resultado del plan del gobierno por un desarrollo integral medido en Felicidad interior bruta en lugar de Producto interior bruto (PIB).

Gracias a este cambio de orientación, la renta per cápita del país ha subido en unos quince años de 500 a 2000 dólares, ha mejorado su sistema de comunicaciones (un logro en un país muy montañoso) y llevado a cabo diversas modernizaciones, algunas tan peligrosas para ellos, por desgracia, como la televisión que pone en sus pantallas la telebasura de occidente. Y es que este medio está influyendo negativamente en su visión del mundo en general y en la de su propio mundo personal y social, que ahora les aparece como anticuado viendo la fatídica pantalla. Desde que existe la televisión, en la ciudad aumentan los crímenes y al parecer se extienden las drogas entre los jóvenes. El Imperio del Dinero Negro siempre hace su trabajo sucio para bloquear todo movimiento social que se le desmarque y ponga en evidencia sus modos de vida contrarios a la vida.

Buthán no tiene ejército. Tampoco Costa Rica, y ambos son los dos países del mundo donde los ciudadanos se confiesan más felices, según diversos estudios (consultar en Google el término felicidad interior bruta).En cambio en los países ricos los ejércitos son profesionales y consumen ingentes cantidades de dinero en equipos y personal; se fabrican y venden armas sin cesar a través de gobiernos que son los que organizan guerras donde se bombardea la felicidad de cualquier parte. Conocemos de sobra la cantinela cínica: defender los derechos humanos y la libertad que desmiente luego cada bomba. ¿Son por ello más felices los habitantes de los países belicistas de occidente?

Basta ojear un diario para darnos cuenta de las muchas formas con que manifestamos infelicidad: peleas, desavenencias, suicidios, asesinatos, indiferencia hacia el otro, egocentrismo, injusticia social, recortes de salarios, derechos y libertades; acoso laboral, discriminación por sexo, raza o nacionalidad, y muchas cosas más. Por ello el nivel de felicidad interior bruta en Occidentes es tristemente lamentable, tanto, por cierto, como el producto interior bruto, que no despega tampoco a causa de la codicia legalizada de banqueros y empresarios, apoyada por gobiernos sumisos y corruptos que actúan como sus albaceas y amas de llaves. Y esto ha tomado un cariz irreversible.

En Occidente, hoy, los pobres se están cansando de ser pobres y además de ser infelices. En España, por ejemplo, hay estudios que afirman que el suicidio es la primera causa de muerte violenta y está por encima de las causadas por los accidentes de tráfico. Esto no lo cuentan en los telediarios, porque de hacerlo supone introducir en la mente colectiva un dato inquietante, y el silencio sobre el tema evita que alguien se ponga a hacer demasiadas preguntas sobre la relación entre el sistema y la felicidad personal. Con esto no quiero afirmar que haya sistema alguno- ni siquiera el de Buthán que garantice a cada uno su felicidad, pues en última instancia depende de los méritos personales según la ley del karma ( siembra y cosecha) pero al menos un sistema de gobierno justo puede garantizar unos mínimos de bienestar que permitan que una persona dedique su tiempo a muchas más actividades que las necesarias para la supervivencia. Vivir en condiciones de necesidad extrema exige dedicarse en cuerpo y alma a mantenerse vivo. Esto es lo que sucede diariamente a miles de millones de nuestros semejantes, víctimas directas o indirectas tanto del capitalismo mundial como de sí mismos. Y mientras en un pequeño reino asiático de 650.000 habitantes el motor de la economía es la felicidad, aquí lo es la especulación, la explotación salvaje de los recursos, la infelicidad y la guerra. Parece que vivamos en dos planetas: el del Principito y el de Belcebú.

LA TIERRA SUFRE YA DAÑOS IRREVERSIBLES

El ser humano, de la misma forma que actúa un tumor maligno en el cuerpo, se expande sin control y sin ningún tipo de miramientos. Tanto uno como otro crece sin tener en cuenta como le va al vecino de al lado, en el caso del tumor sin tener en cuenta lo que los demás órganos puedan necesitar para seguir viviendo.

La actuación del ser humano en el planeta ha llevado a que las diferentes especies del planeta se extingan a un ritmo vertiginoso: los vertebrados se extinguieron en un 33% entre 1970 y 2005. Las especies marinas en un 14%, y las de agua dulce en un 35%. La tala de la selva tropical avanza sin control: entre los años 2000 y 2005 se perdieron 27 millones de hectáreas principalmente en la selva amazónica. Tal como un tumor daña otros órganos de forma irreparable, las consecuencias de la actuación humana en las selvas tropicales son ya irreversibles.

Otra similitud radica en que el cáncer en el organismo genera muchos desperdicios que el cuerpo no sabe como liberar y el ser humano se comporta igual para con el planeta Tierra. Entre California y Hawai existe un remolino de basura del tamaño de Europa Central. La organización oceánica OCEANA ha calculado que cada hora se vierten 675 toneladas de basura al mar, siendo la mitad plástico. Esta alfombra de plástico en el Pacífico debe pesar unos tres millones de toneladas.

Por otra parte la sobreexplotación de los mares a manos del hombre está esquilmando la vida marina, pero además el 50% de los corales están severamente dañados, al igual que los bosques de manglares. La revista Focus publicó en 2007 un artículo con el título Zonas de muerte o desiertos submarinos sin vida, con el que se quería dar a conocer que hay zonas en los mares donde ya no hay peces, algo que además viene dado por el cambio climático puesto que el CO2 provoca la acidificación de los océanos con consecuencias graves para la vida en ellos.

Con estos pocos datos de los muchos que podrían haberse expuestos, si la pregunta es: ¿Es el ser humano el carcinoma del planeta Tierra?, la respuesta sería sin duda alguna, sí.


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