La iluminación espiritual

Parábola la semilla de mostaza

Los discípulos le dijeron a Jesús:

Dinos a qué se parece el reino de los cielos...

Él les dijo:Es como una semilla de mostaza más pequeña que todas las semillas, pero que al caer en tierra preparada produce un gran árbol y llega a ser refugio de todos los pájaros del cielo.

Las relaciones humanas han cambiado muchísimo y han cambiado a algo peor. En todas las dimensiones las relaciones más profundas han desaparecido: la esposa ya no es más una esposa, sino una simple enamorada; el esposo ya no es más un esposo, sino un simple enamorado. La amistad es buena pero no puede ser muy profunda. El matrimonio es algo que sucede en profundidad. Es un compromiso en profundidad, y a menos que tú te comprometas, permanecerás hueco. A menos que te comprometas, nunca darás el salto.

Puedes flotar en la superficie, pero las profundidades no son para ti. Por supuesto, ir a las profundidades es peligroso -tiene que ser así, porque en la superficie eres muy eficiente. En la superficie puedes trabajar como un autómata, no es necesaria la conciencia. Pero cuanto más penetres en la profundidad, tendrás que estar más y más alerta, porque en cada momento la muerte es posible. El miedo a la profundidad ha creado una superficialidad en todas las relaciones, las cuales se han vuelto juveniles.

Un enamorado o una enamorada puede ser una diversión, pero no puede llegar a ser la puerta a lo más profundo que está escondido en todos y cada uno. Con una enamorada puedes relacionarte sexualmente; pero el amor no puede crecer, el amor necesita raíces profundas. La sexualidad es posible en la superficie, pero la sexualidad es solo algo animal, biológico. Puede ser bello si es parte de un amor más profundo, y si no es parte de un amor más profundo, es la cosa más horrible posible, la más fea; porque entonces no hay comunión -simplemente se tocan y se separan. Solamente los cuerpos se encuentran, pero no ustedes -no yo, no tú. Esto ha sucedido en todas las relaciones.

Pero la relación más grande ha desaparecido completamente, y la relación más grande es aquella entre un Maestro y un discípulo. No serás capaz de entender a Jesús si no puedes entender la dimensión de esa relación que existe entre un Maestro y sus discípulos. Eso ha desaparecido completamente. A la esposa se le reemplaza por una enamorada, al esposo se le reemplaza por un enamorado; pero la relación que existe entre el Maestro y el discípulo ha desaparecido completamente. O tal relación ha sido reemplazada por algo que es precisamente lo contrario, la relación que existe entre un psiquiatra y su paciente.

Entre un psiquiatra y su paciente existe una relación que tiende a ser enfermiza, patológica -porque un paciente no viene en busca de la verdad, realmente ni siquiera en busca de salud. Esta palabra salud (wholeness, holiness) significa totalidad, significa santidad, significa una profunda curación dentro del ser. Un paciente no viene por esta salud, porque si viene por esta salud, entonces no puede ser otra cosa que un discípulo. Un paciente viene a deshacerse de la enfermedad, su actitud es totalmente negativa. El ha venido simplemente para ser forzado a estar normal nuevamente, solo para volver a ser una pieza que funcione dentro del mundo nuevamente. Se ha desadaptado, necesita adaptación y el psiquiatra le ayuda a adaptarse nuevamente. Pero ¿adaptado a quién? Adaptado a este mundo, a esta sociedad, la cual está totalmente enferma.

Lo que tú llamas ser un humano normal no es sino la patología normal, o la locura normal, o la insanidad normal. El hombre normal también está enfermo, pero enfermo dentro de ciertos límites, límites aceptados por la sociedad, por la cultura. A veces alguien va más allá, cruza los límites -entonces se enferma. Entonces toda la sociedad, la cual está enferma, dice que ese hombre está enfermo. Y el psiquiatra existe en el límite para ayudar a que este hombre regrese de nuevo a la muchedumbre.

El psiquiatra no puede ser el Maestro, porque él mismo no está integrado. Y el paciente no puede ser el discípulo, porque no ha venido para aprender. El está perturbado y no quiere estar perturbado, su esfuerzo es solamente para adaptarse, no está en busca de salud. El psiquiatra no puede ser el Maestro, aunque está pretendiendo serlo en el Occidente y tarde o temprano él pretenderá que es el Maestro también en el Oriente. Pero no puede serlo, él mismo está enfermo. El puede ayudar a otros a adaptarse, eso está bien: un hombre enfermo puede ayudar a otro hombre enfermo -en algunas formas. Pero un enfermo no puede llevar a otro enfermo al estado de integración; un loco no puede ayudar a otro loco a salir de la locura.

Aun tus Freuds, tus Jungs, tus Adlers están absolutamente enfermos; no solo los psiquiatras comunes, sino los más grandes de ellos también están patológicamente enfermos. Te contaré unas cuantas cosas para que puedas sentir esto: cada vez que alguien mencionaba algo acerca de la muerte, Freud comenzaba a temblar. Incluso en dos ocasiones se desmayó y cayó de su silla simplemente porque alguien estaba hablando sobre las momias en Egipto. ¡Se desmayó! En otra oportunidad, también Jung estaba hablando sobre la muerte y cadáveres, y repentinamente comenzó a temblar, cayó, se desmayó, perdió el conocimiento.

Si la muerte causa tal miedo a Freud, entonces...
¿Qué sucede con sus discípulos?
¿Y por qué la muerte tiene que causar tal temor?
¿Puedes concebir un Buda temeroso de la muerte?
Entonces ya no sería un Buda.

Jung dijo que muchas veces había querido ir a Roma a visitar el Vaticano y particularmente la biblioteca, la biblioteca del Vaticano, que es la más grande, la que tiene los libros más secretos de todas las religiones que hayan existido -lo cual es raro. Pero cada vez que él iba a comprar el boleto comenzaba a temblar -¡solo por ir a Roma! ¿Qué le habría pasado si hubiera entrado al estado de moksha? Y él cancelaba el boleto y regresaba, nunca fue, nunca. Muchas veces lo intentó y al final decidió: No, no puedo ir.

¿Cuál es el miedo? ¿Ir a Roma? ¿Por qué un psiquiatra teme ir a Roma? Porque Roma es simplemente el símbolo, el representante de la religión; y este hombre Jung había creado una filosofía en torno a su mente, y esta filosofía tiene miedo de ser destruida. Es como un camello que tiene temor de ir a los Himalayas, porque cuando un camello llega cerca a los Himalayas, por primera vez se da cuenta de que él no es nada. Toda esta filosofía que Jung ha creado es simplemente infantil, porque el hombre ha creado sistemas tan cósmicos y vastos... y todos estos sistemas están ahora en ruinas. El miedo es: ir a Roma significa ir a las ruinas de los grandes sistemas que el pasado ha creado.

¿Qué hay de tu pequeño sistema? ¿Qué hay de ese pequeño rincón que has limpiado y decorado? ¿Qué hay de tu filosofía? Grandes filosofías se han derrumbado y se han convertido en polvo: anda a Roma, ¡ve lo que ha sucedido! Anda a Atenas, ¡ve lo que ha sucedido! ¿Dónde están las escuelas de Aristóteles, Platón y Sócrates? Todas han desaparecido y se han convertido en polvo. Los más grandes sistemas al final se convierten en polvo; todos los pensamientos finalmente demuestran ser inútiles, porque el pensamiento es algo creado por el hombre.

Solo en el no pensamiento llegas a conocer lo divino. Por medio del pensamiento tú no puedes llegar a conocer lo eterno, porque el pensamiento pertenece al tiempo. Y el pensamiento no puede ser parte de lo eterno; ninguna filosofía, ningún sistema de pensamiento puede pertenecer a lo eterno.

Ese era el temor. Por lo menos cuatro o cinco veces Jung hizo las reservaciones y las canceló. Y este hombre, Jung, es uno de los psiquiatras más grandes. Si él tenía tanto temor de ir a Roma, ¿entonces qué será de sus discípulos? Inclusive, si tú no tienes miedo, no es porque seas mejor que Jung sino simplemente porque estás más inconsciente. El estaba consciente de que en Roma su cabeza caería; que en el momento que mirase a las ruinas de todos los grandes sistemas, un temblor, un temor de muerte lo sobrecogería y se preguntaría a sí mismo: ¿Qué le sucederá a mi sistema? ¿qué me sucederá a mí?. El tembló y regresó, y en sus memorias escribió: Entonces finalmente abandoné todo el proyecto, no voy a ir a Roma.

Y esto mismo le sucedió a Freud muchas veces: él también intentó ir a Roma -entonces parece que no es solo una coincidencia- y también tenía temor, ¿por qué? Freud tenía tanta ira como tú puedes tener, Freud era tan sexual como tú puedes serlo, Freud tenía tanto miedo a la muerte como tú puedes tenerlo, Freud era tan neurótico en su comportamiento como tú puedes serlo; así que, ¿cuál es la diferencia? El pudo haber sido un hombre más inteligente, tal vez un genio -podría haber ayudado un poco, pero él estaba tan ciego como tú en lo que respecta a lo supremo, en lo que respecta al mayor secreto, a la médula más interna del ser.

No, la psiquiatría no puede convertirse en religión, puede llegar a ser un buen hospital, pero no puede convertirse en el templo -no es posible. Y un psiquiatra puede ser necesario porque la gente está enferma, desadaptada, pero un psiquiatra no es un Maestro y un paciente no es un discípulo.

Y si tú vienes donde un Maestro como paciente, entonces, errarás; porque un Maestro no es un psiquiatra. Yo no soy psiquiatra. La gente viene hacia mí y dice: Estoy sufriendo de ansiedad mental, de neurosis, de angustia, de esto y aquello.

Yo digo, Está bien, porque yo no voy a tratar tu ansiedad, yo te voy a tratar a ti. No me interesan tus enfermedades, simplemente me interesas tú. Las enfermedades están en la periferia, y donde tú estás no hay enfermedad.

Una vez que llegues a darte cuenta de quién eres, todas las enfermedades desaparecerán. Ellas existen básicamente porque tú has estado escondiendo el auto-conocimiento, tú has estado evitando tu ser; el encuentro básico lo has estado evitando, porque no quieres mirarte a ti mismo. ¿Por qué no quieres conocerte a ti mismo? ¿Qué te ha sucedido? A menos que estés listo para encontrarte contigo mismo, no podrás llegar a ser un discípulo, porque un Maestro no puede hacer nada si tú no estás listo a confrontarte contigo mismo. El solo puede ayudarte a que tú te encuentres contigo mismo.

¿Por qué tienes tanto miedo? Porque algo estuvo errado en algún punto en el pasado... Nace un niño: él no es aceptado tal como es, muchas cosas tienen que ser cambiadas, forzadas, tiene que ser disciplinado. Tiene muchas partes que ni la sociedad, ni los padres pueden aceptar, de tal forma que estas partes tienen que ser negadas, reprimidas; solo algunas partes pueden ser aceptadas y apreciadas. Así que el niño tiene que arreglárselas. Tiene que negar muchos fragmentos de su ser a los que no se les permite manifestarse. Tiene que negarlos tanto que él mismo llega a ser inconsciente de ellos. Esto es represión, y toda la sociedad existe en represión.

La mayor parte del ser de cada niño tiene que ser reprimido, completamente lanzado a la oscuridad. Pero esa parte reprimida se auto-afirma, trata de rebelarse, reacciona; quiere salir a la luz y tú tienes que forzarla una y otra vez hacia dentro. Por esta razón tienes miedo del encuentro contigo mismo, porque ¿qué le sucederá a la parte reprimida? Ella saldrá de nuevo, está ahí. ¿Qué le sucederá al subconsciente? Si tú te encuentras contigo mismo el subconsciente estará ahí, todo lo que has negado estará ahí, y eso te da miedo.

A menos que un niño sea totalmente aceptado tal como es, este miedo permanecerá; pero aún no ha existido ninguna sociedad que acepte al niño totalmente. Y parece que no va a existir jamás ninguna sociedad que acepte al niño totalmente, porque esto es casi imposible. Así que, más o menos, la represión estará ahí. Y todo el mundo tendrá que enfrentar, algún día, este problema de confrontarse a sí mismo.

Te conviertes en discípulo el mismo día en el que te olvidas de lo bueno y de lo malo; cuando te olvidas de lo que es aceptado y de lo que no es aceptado. Te conviertes en discípulo solamente el día en que estás listo para exponer todo tu ser a ti mismo.

El Maestro es simplemente una obstetriz. El te ayuda a pasar a través de un nuevo nacimiento, a renacer. ¿Y cuál es la relación entre un Maestro y un discípulo? Un discípulo tiene que confiar; no puede dudar, si duda entonces no puede mostrarse. Cuando dudas de alguien te cierras, no puedes expandirte. Cuando dudas... Aparece ahí un extraño, entonces te cierras a ti mismo; no te puedes abrir porque no sabes qué te va a hacer ese extraño. No puedes estar vulnerable ante él; tienes que protegerte, tienes que crear una armadura.

Con un Maestro tienes que dejar caer la armadura completamente, eso es una necesidad. Aun con un amante puedes llevar un poco de tu armadura; frente a un amado puedes no ser tan abierto. Pero con un Maestro, la apertura tiene que ser total, de otro modo nada sucederá. Si es que guardas aun una pequeña parte tuya, la relación no surgirá. Una confianza total es necesaria, solo entonces podrán ser revelados los secretos, solo entonces las llaves te podrán ser ofrecidas. Pero si tú te estás escondiendo, eso quiere decir que estás peleando con el Maestro y entonces nada puede hacerse.

Luchar con un Maestro no es la vía; entregarse es la vía. Y la entrega ha desaparecido del mundo completamente. Muchas cosas han contribuido con eso: desde hace tres o cuatro siglos al hombre se le ha enseñado a ser individualista, egoísta; al hombre se le ha enseñado a no rendirse, sino a pelear; a no obedecer, sino a rebelarse; al hombre se le ha enseñado a no confiar, sino a dudar. Ha habido una razón para eso; porque la ciencia crece a través de la duda. La ciencia es escepticismo profundo. Funciona no por medio de la confianza, funciona a través de la lógica, del argumento, de la duda: cuanto más dudas, más científico te vuelves. Tal camino es diametralmente opuesto al camino religioso.

La religión funciona a través de la confianza: cuanto más confías, más religioso te vuelves. La ciencia ha realizado milagros y esos milagros son muy visibles. La religión ha realizado milagros más grandes, pero esos milagros no son visibles. Aun si un Buda está presente, ¿qué puedes sentir? ¿qué puedes ver? El no es visible -visiblemente, él es simplemente un cuerpo; visiblemente, él simplemente es tan mortal como tú lo eres; visiblemente, él llegará a ser anciano y morirá algún día- invisiblemente, él es inmortal. Pero tú no tienes los ojos para ver aquello que es invisible, tú no tienes aquella capacidad para sentir lo más interno, lo desconocido.

Por eso es que solo los ojos que confían, poco a poco, comienzan a sentir y a volverse sensibles. Cuando tú confías, el confiar significa cerrar estos dos ojos. Por eso es que la confianza es ciega, así como el amor es ciego -pero la confianza es aun más ciega que el amor.

Cuando cierras ambos ojos ¿qué sucede? Sucede una transformación interna. Cuando cierras estos dos ojos que ven hacia afuera ¿qué le sucede a la energía que va a través de los ojos? Esa energía comienza a moverse hacia adentro. No puede fluir de los ojos hacia los objetos, cambia de dirección, hace un giro. La energía tiene que fluir, la energía no puede estar estática; si cierras una salida, comienza a buscar otra. Cuando ambos ojos están cerrados, la energía que estaba moviéndose a través de estos dos ojos comienza a regresar -sucede un cambio.

Y esa energía golpea el tercer ojo en ti. El tercer ojo no es algo físico: es solo que la energía que fluye a través de los ojos hacia los objetos ahora está regresando hacia su fuente -se convierte en el tercer ojo, la tercera forma de ver el mundo.

Sólo a través de ese tercer ojo un Buda es visto; solo a través de ese tercer ojo un Jesús es percibido. Si no tienes ese tercer ojo, Jesús estará ahí, pero tú no te darás cuenta -muchos no se dieron cuenta. En su propio pueblo la gente pensaba que él era simplemente el hijo del carpintero José. Nadie, nadie pudo reconocer lo que le había sucedido a este hombre: él ya no era más el hijo del carpintero, él se había convertido en el hijo de Dios -pero eso es un fenómeno interno. Y cuando Jesús declara: Soy el hijo de lo Divino, mi Padre está en los Cielos, la gente se reía y decía: O te has vuelto loco, o eres un tonto, o eres un hombre muy astuto. ¿Cómo puede el hijo de un carpintero repentinamente convertirse en el hijo de Dios?. Pero hay una manera...

Solamente el cuerpo nace del cuerpo; el ser interno no nace del cuerpo, nace del Espíritu Santo, es de lo Divino. Pero primero tienes que conseguir los ojos para ver, tienes que conseguir los oídos para escuchar.

Y es un asunto muy delicado entender a Jesús; tienes que pasar a través de un gran entrenamiento. Es como entender la música clásica: si de pronto se te permite escuchar música clásica, sentirás: ¿Qué tontera es ésta?. Es tan delicado que se requiere un entrenamiento largo. Tienes que ser un aprendiz por muchos, muchos años, solo entonces tus oídos serán entrenados para captar lo sutil -y no hay nada como la música clásica. Entonces, la música ordinaria de todos los días, la música de películas, no es música en absoluto; es simple ruido, y además tonto.

Debido a que tus oídos no están entrenados, vives con ese ruido y piensas que es música. Pero para la música clásica necesitas unos oídos muy aristocráticos. Es necesario un entrenamiento; y cuanto más te entrenas, lo sutil se hace más visible. Pero la música clásica no es nada comparada a Jesús, porque él es la música cósmica. Tienes que estar tan silencioso que ni siquiera haya la vibración de un pensamiento, ni siquiera un solo movimiento en tu ser... solo entonces podrás escuchar a Jesús y podrás entender a Jesús, podrás conocerlo.

Por eso es que Jesús va repitiendo una y otra vez:
Quienes tengan oídos podrán entenderme. Quienes tengan ojos: ¡vean! ¡Estoy aquí!.
¿Por qué él va repitiendo: Quienes tengan ojos ¡vean! Quienes tengan oídos ¡oigan!, por qué?

El está hablando sobre otra dimensión de entendimiento que solo un discípulo puede entender. Muy pocos entendieron a Jesús, está en la naturaleza de las cosas que tenga que ser así. Muy pocos -¿y quiénes son aquellos pocos? No fueron eruditos, no; no fueron profesores de las universidades, no; no fueron los tan llamados sabios, los filósofos, ¡no! Fueron gente ordinaria, corriente: un pescador, un labrador, un zapatero, una prostituta; fueron gente muy común, de lo más común, lo más común de lo común. ¿Por qué esta gente pudo entender? Debe haber algo extraordinario en un hombre común. Debe haber algo especial que existe en un hombre común y que desaparece en los así llamados extraordinarios. ¿Qué es esto?

Es la humildad, la confianza...
Porque cuanto más entrenado estás en el intelecto,
la confianza es menos posible;
cuando no estás entrenado en el intelecto,
la confianza es más posible.

Un labrador confía, él no tiene necesidad de dudar. El siembra las semillas en el campo y confía que brotarán, germinarán cuando la estación apropiada venga. Germinarán. Espera y ora, y en la estación propicia aquellas semillas germinarán y se convertirán en plantas. Espera y cree. Vive con los árboles, con las plantas, con los ríos y montañas. No hay necesidad de dudar: los árboles no son astutos, no necesitas ninguna armadura a tu alrededor que te proteja de ellos; las montañas no son astutas -no son políticos, no son criminales- no necesitas de ninguna armadura que te proteja de ellas. No necesitas de ninguna seguridad ahí, puedes estar abierto.

Por eso es que cuando vas a la montaña repentinamente sientes un éxtasis. ¿De dónde viene? ¿De las montañas? ¡No! Viene porque ahora puedes poner la armadura a un lado, no hay necesidad de tener miedo. Cuando vas a un árbol repentinamente te sientes bello. No viene del árbol, está viniendo desde dentro de ti. Pero con un árbol no hay necesidad de protegerse, puedes estar tranquilo y sentirte en tu hogar. La flor no va a atacarte repentinamente; el árbol no va a ser un ladrón, no puede robarte nada. Es así que cuando vas a las montañas, al mar, a los árboles, a los bosques, pones a un lado tus armaduras.

La gente que vive con la naturaleza es más confiada. Un país que es menos industrializado, menos mecanizado, menos tecnológico, vive más con la naturaleza, tiene más confianza en ella. Por esto es que no puedes concebir que Jesús vaya a nacer en Nueva York -casi imposible. Fanáticos de Jesús pueden nacer ahí, pero no Jesús. Y estos fanáticos son solo neuróticos, Jesús es solo una excusa. No, no puedes pensarlo... que Jesús vaya a nacer ahí, es casi imposible. Y aun si naciera ahí, nadie lo escucharía; y aun si él estuviera ahí, nadie sería capaz de reconocerlo. El nació en una época sin tecnología, sin ciencia, el hijo de un carpintero. Vivió toda su vida con los pobres, con la gente simple que estaba viviendo con la naturaleza. Ellos podían confiar.

Jesús llega al lago un día... es de mañana y el sol todavía no ha salido en el horizonte. Dos pescadores están ahí, acaban de tirar sus redes para pescar, cuando Jesús viene y les dice: ¡Miren! ¿por qué están desperdiciando sus vidas? Yo puedo hacerlos pescadores de hombres. ¿Por qué están desperdiciando su energía en pescar? Yo los puedo hacer pescadores de hombres. ¡Vengan, síganme!.

Si él te hubiera dicho eso cuando estabas sentado en tu oficina o en tu negocio, habrías dicho: ¡Fuera de aquí! No tengo tiempo, no me hagas perder mi tiempo. Pero aquellos dos pescadores miraron a Jesús, miraron a Jesús sin ninguna duda. El sol estaba saliendo y el hombre era bello, este hombre Jesús. Y sus ojos, eran más profundos que el lago; y su brillo era mayor que el del sol. Ellos arrojaron sus redes y siguieron a Jesús.

Esto es confianza, ni siquiera una sola pregunta ¿Quién eres tú extraño? Ellos no le conocían, no era de su pueblo; nunca le habían visto, nunca le habían escuchado. Pero era suficiente; el llamado, la invitación, fue suficiente. Habían escuchado la invitación, miraron a Jesús, sintieron su sinceridad y le siguieron.

Justo cuando ellos estaban saliendo del pueblo, un hombre vino corriendo y dijo a esos dos pescadores: ¿A dónde van? Su padre ha muerto repentinamente. ¡Regresen!. Así que ellos le dijeron a Jesús: ¿Podemos ir a casa para enterrar a nuestro padre y luego regresar?. Jesús les dijo: No se preocupen de los muertos, hay suficientes muertos en el pueblo, ellos enterrarán a su muerto. Ustedes vengan y síganme. Ustedes no necesitan preocuparse por el muerto. Y aquellos dos pescadores le siguieron.