La iluminación espiritual

Oveja perdida

PARÁBOLAS DE JESÚS

Después de este vivir en Dios en el Reino de Paz de Jesucristo, se producirá paulatinamente la transformación y la disolución de todas las formas aún densas. Entonces todos los seres que estén en Dios verán al Padre eterno cara a cara, dado que estarán viviendo en la Ley eterna, Dios.

Se Le acercaron entonces los publicanos y pecadores para oírle. Los fariseos y escribas murmuraban, diciendo: este hombre acoge a los pecadores y come con ellos.

Y les dijo esta parábola:

  • ¿Quién hay entre vosotros que, teniendo cien ovejas y habiendo perdido una de ellas, no deje las noventa y nueve en el desierto y vaya en busca de la perdida hasta que la halle? Y una vez hallada, la pone sobre sus hombros y se alegra.
  • Y al volver a casa, convoca a sus vecinos y amigos y les dice: 'alegraos conmigo, pues he hallado a la oveja que había perdido'. Os digo que de igual modo en el Cielo reinará mayor alegría por un pecador arrepentido que por noventa y nueve justos que no necesitan arrepentirse.
  • OO ¿qué mujer que tenga diez monedas de plata, si pierde una, no encenderá la luz, y buscará cuidadosamente hasta hallarla? Y una vez hallada, ¿no convocará a sus amigos y vecinos, diciendo: 'alegraos conmigo, porque he hallado la moneda de plata que había perdido?' Os digo que igualmente reinará la alegría entre los ángeles de Dios por un pecador arrepentido.

Y añadió esta parábola:

  • Un hombre tenía dos hijos, y el más joven de ellos dijo a sus padres: 'dadme la parte de los bienes que me corresponde'. Y repartieron con él su patrimonio. Y pocos días más tarde el hijo más joven empaquetó todos sus haberes y partió a una tierra lejana y allí derrochó todo su patrimonio viviendo disolutamente.
  • Y después de haberlo gastado todo, sobrevino una gran hambre en aquel país y él cayó en la miseria. Y fue y se puso a servir a un ciudadano de aquella tierra, que le mandó a sus pastos a apacentar cerdos. Y deseaba calmar su hambre con la granza que comían los cerdos, pero nadie se la daba.
  • Y, reflexionando sobre sí mismo, dijo: ¿cuántos siervos de mi padre tienen suficiente pan, y de reserva, y yo aquí me muero de hambre? Me pondré en camino e iré a mi padre y mi madre y les diré: padre mío y madre mía, he pecado contra el Cielo y contra vosotros y no soy digno de ser llamado hijo vuestro. ¡Tomadme con vosotros, como a un siervo vuestro!
  • Y partiendo fue a sus padres. Cuando aún estaba lejos le vieron sus padres y, compadeciéndose de él, salieron a su encuentro y se arrojaron a su cuello y le besaron. Y el hijo les dijo: padre mío y madre mía, he pecado contra el Cielo y a vuestros ojos, y ya no soy digno de ser llamado hijo vuestro.
  • Pero el padre dijo a sus criados: traed la mejor túnica y vestídsela y poned un anillo en su mano y unas sandalias a sus pies, y traed los más bellos frutos, y pan y aceite y vino, y comamos y alegrémonos; pues este mi hijo, que había muerto, ha vuelto a la vida; se había perdido, y ha sido hallado. Y todos empezaron a sentir alegría.
  • El hijo mayor se hallaba en el campo, y cuando de vuelta se acercaba a la casa, oyó música y bailes. Y llamando a uno de los criados, le preguntó qué significaba aquello. Y éste le dijo: tu hermano, que estaba perdido, ha vuelto a casa, y tu padre y tu madre le han traído pan y aceite y vino y los más bellos frutos, porque lo han recobrado sano y salvo.
  • Y él se enojó y no quería entrar en la casa. Y su padre salió y se lo rogó encarecidamente. Y él dijo a su padre: mira, durante muchos años te he servido sin jamás haber traspasado tus mandamientos, y nunca me has preparado una fiesta espléndida tal, para que me regocijara con mis amigos.
  • Pero tan pronto como este hijo tuyo, que ha consumido su parte de herencia con prostitutas, ha regresado, le preparas una fiesta con lo mejor que tienes.
  • Y el padre le dijo: hijo mío, tú estás siempre conmigo, y todo lo que poseo es tuyo; mas era conveniente ahora estar alegres y contentos, porque tu hermano estaba muerto, y ha vuelto a la vida, estaba perdido, y ha sido hallado. (Cap. 58, 3-15)

Yo, Cristo, explico, rectifico y profundizo la palabra:

Estas parábolas son a la vez mandamientos. Quien los guarda, perdonando y acogiendo a su prójimo en su corazón, está cumpliendo con ello los mandamientos que le señalan el camino a la vida eterna.

Quien guarda los mandamientos, no se fija solo en lo pecaminoso, sino mira el corazón que muestra arrepentimiento auténtico -así como el Padre celestial no mira los defectos y pecados de Sus hijos, sino únicamente lo que El ha creado: lo puro, noble y bueno-. Si Su hijo, mediante Su amor eternamente irradiante, se ha desprendido de sus defectos y ha saldado todos los pecados, Dios lo acogerá en Su gloria. Y Dios, el Eterno, no preguntará por lo que pasó, que ya está consumado. En el Eterno es el ahora, la eternidad, y Su hijo es el hijo de la eternidad; así lo ha creado El, el gran Espíritu, y así lo ve eternamente. ¿Por qué habría de preguntar Dios por el pasado, si contempla a Su hijo siempre en el presente, puro, noble y bueno?

Dado que Dios, el Padre eterno, conserva a cada uno de Sus hijos en Su corazón, ellos regresarán como hijos de Dios, como hijos e hijas del Eterno, y Yo, el Pastor de todas las almas y hombres, los conduciré a El.