La iluminación espiritual

Obstáculos para el alma

GRUPO DE OBSTÁCULOS

Impedimentos en el sendero espiritual y cómo vencerlos.

LAS CAPAS DEL ALMA

El primer obstáculo o grupo de obstáculos tiene que ver con la forma en que llevamos nuestra vida diaria. Se refiere a los valores éticos y cómo nuestros pensamientos, palabras y actos crean lo que los Maestros llaman capas sobre el alma. Esos obstáculos se acumulan y multiplican con el tiempo hasta obscurecer la divinidad de nuestra alma. Del mismo modo, al quitar estas capas progresivamente se revela el brillo del alma. El Maestro Kirpal Singh Ji Maharaj resaltaba con énfasis la vida ética como la base, el peldaño, como Él lo llamaba, del sendero espiritual. Comparaba el progreso ético con cortar las ramas de un árbol, diciendo que si se desea cortar un árbol, es mucho más fácil si primero se podan las ramas. Luego es más fácil cortar el tronco.

Nuestra alma tiene muchas capas que la cubren. Estas capas son las impresiones acumuladas a través de nuestra vida. Estas impresiones, procedentes de nuestros pensamientos, palabras y actos quedan grabadas en nosotros. Si nuestras acciones son negativas, es como si le agregáramos manchas oscuras a cutis claro. Hay que retirar estas manchas oscuras para poder experimentar el alma luminosa. Las manchas pueden surgir de pensamientos, palabras y actos que nacen de la ira, la lujuria, la codicia, el apego y el ego, impidiéndonos experimentar la energía pura y el poder del alma. Necesitamos quitar las capas que bloquean la luminosidad de nuestra alma.

Para comprender esto, utilicemos el ejemplo de la luz eléctrica. El filamento que irradia la luz está colocado en una burbuja de vidrio, una delgada cobertura lo suficientemente clara para que la luz pueda brillar a través de ella. Pero si ponemos una pantalla alrededor de la bombilla, la luz disminuye un poco. Cuando miramos la lámpara, vemos la luz brillando a través de la pantalla, pero no somos conscientes de la bombilla. Si ponemos una tela de color sobre la pantalla, la luz se hace aún más débil y asume el color de la tela. Nos volvemos menos conscientes de la luz blanca brillante que emite la bombilla. Si entonces colocamos una manta o cobija sobre la pantalla, la luz se hace mucho más débil. Cuantas más coberturas agreguemos, menos veremos la luz. Lo mismo pasa con nuestra alma. Esta brilla con un resplandor más intenso que el de muchos soles. ¡Qué poder y luminosidad tiene! Pero está cubierta por muchas capas de ira, lujuria, codicia, apego y ego.

ANALIZANDO NUESTRAS FALTAS

Muchos maestros, místicos y filósofos del pasado hicieron un esfuerzo sistemático para analizar sus propios defectos. Ellos revisaban cada día sus pensamientos, palabras y acciones. Cuando descubrían que habían faltado a las diversas virtudes éticas, tomaban la decisión de mejorar al día siguiente. Khwaja Hafiz, un místico persa, colocaba una piedrecilla en un jarrón por cada una de sus faltas. Al cabo de varios días, se sentía desilusionado al ver el jarrón completamente lleno. En la India, algunos sabios solían echar pequeñas semillas en una jarra cada vez que fallaban en mantener una conducta virtuosa o amarraban un nudo en su ropa por cada error que cometían y al final del día los contaban.

El maestro cristiano Ignacio de Loyola también sugirió que todos los días la gente analizara sus faltas. Recomendaba que le pidiéramos ayuda a Dios, para poder recordar las veces que habíamos cometido una determinada falta en ese día y que luego imploráramos su perdón. Al día siguiente, deberíamos evitar cometer la misma falta. El examen de nuestros errores es como mirarse en un espejo para ver qué manchas tenemos. Si hacemos una lista de las diferentes categorías de virtudes como la no-violencia, la veracidad, la pureza, la humildad y el servicio desinteresado, y si contamos el número de faltas que tenemos en cada una de estas categorías en pensamiento, palabra y obra, tendremos un perfil de los obstáculos que nos impiden darle poder a nuestra alma.

No debemos hacer este autoanálisis con la idea de castigarnos sino con la intención de mejorar al día siguiente. Este ejercicio no debe servir para alimentar la depresión ni reducir la autoestima; por el contrario, debe ser una herramienta para ayudarnos a ver en qué áreas necesitamos mejorar, con el fin de alcanzar nuestra meta espiritual.

Una vez sepamos en qué punto nos encontramos en lo que se refiere a nuestras equivocaciones, podremos tomar las medidas necesarias para eliminarlas. Quizás deseemos mantener un registro para observar nuestro progreso con el tiempo. Podemos aspirar a una meta de cero faltas en las diferentes virtudes, pero no debemos esperar eliminarlas todas de inmediato. Los cambios toman su tiempo. Los viejos hábitos son difíciles de superar. Nuestro progreso puede ser gradual y eso está bien. Podemos comenzar con cambios progresivos, tales como una, dos, tres o cuatro mejoras por categoría al día. O podemos comenzar concentrándonos en mejorar en una sola categoría, antes de proseguir con las demás. No importa cómo lo hagamos, siempre que cada día veamos alguna mejoría.

Para ascender una montaña hay que hacerlo paso a paso. Si creemos que vamos a volar a la cima en un instante, puede que nos decepcionemos y nos desilusionemos por haber establecido metas irreales. En vez de desilusionarnos y darnos por vencidos, es mejor avanzar pasito a pasito y progresar gradualmente. Sin darnos cuenta, llegará el día en que veremos reducidos los defectos en muchas categorías.

Por lo tanto empecemos por analizar en dónde nos encontramos. Seamos sinceros en nuestra autoevaluación. Si tratamos de ocultar nuestras limitaciones, nadie más que nosotros saldrá perjudicado en el proceso. Demoramos nuestro progreso al ignorar nuestras imperfecciones. Cuanto más honestos seamos en identificar nuestras faltas, más pronto podremos emprender las acciones para corregirlas y comenzar a eliminarlas.