La iluminación espiritual

La no-dualidad y la iluminación evolutiva

POR: ANDREW COHEN

Imagen; La no-dualidad y la iluminación evolutiva; Andrew Cohen

LA EVOLUCIÓN ESPIRITUAL

La evolución espiritual significa que las cosas alcanzan niveles superiores.

No se trata de comparar esqueletos; la evolución radica en la consciencia, no en el cuerpo. La evolución no tiene que producirse en el cuerpo, sino en la consciencia, y entonces se transforma en progreso espiritual. Pero Darwin no concebía el espíritu en el hombre. Para él, el hombre era solo el cuerpo, nada más.

Ahora la evolución espiritual, que ha constituido la base de todos los misticismos del mundo.

Buda es uno de los hitos en la evolución de la conciencia; su contribución es enorme, inconmensurable. La idea de la iluminación es lo esencial en su contribución. Pero debes recordar que evolucionar espiritualmente no te eleva más, si no, lo estarás echando todo a perder. Se convertirá en una pretensión del ego.

Buda es un buen ejemplo para representar la evolución de la conciencia humana, porque su descubrimiento de la meditación cambio el enfoque del orar a Dios y de ir a tu interior; hacia el estar alerta en el aquí y en el ahora.

La persona que se ilumina y comparte su experiencia, contribuye a la evolución de la conciencia sobre la tierra. Eleva el nivel de la comunidad. Es absolutamente relevante, consistente con la evolución humana y a favor con todos los valores que apreciamos: libertad, alegría, amor. Estar iluminado implica verlo todo con amor.

El modo de supervivencia es algo muy primario. Es un proceso diseñado para que, en sus inicios, la humanidad pudiera sobrevivir. Pero ahora ya no lo necesitamos. Ahora ya estamos preparados para la siguiente fase de nuestra evolución.

Y la solución es muy clara: la evolución espiritual o iluminación evolutiva.

Veamos como nos orienta el Maestro Espiritual Andrew Cohen sobre la iluminación evolutiva...

LA ILUMINACIÓN EVOLUTIVA

La no-dualidad y la iluminación evolutiva

Antes de todo lo que fue y antes de todo lo que es, yo ya soy. Esta revelación es el fundamento de todas las cosas: el fundamento insustancial de la realidad misma, y el fundamento de la iluminación tradicional y de la nueva iluminación evolutiva.

El entendimiento místico profundo de este misterio de misterios suele darse como resultado de una práctica profunda y sincera de la meditación, pero también puede surgir espontáneamente en un alma inocente. Cuando la mente, o el filtro de tu aparato cognitivo, se aquieta o se vuelve temporalmente trasparente, el susurro de la intuición puede revelarte la presencia liberadora de ese terreno vacío, infinito, que existe más allá del tiempo. La inmediatez de la conciencia iluminada emerge en el momento en que sueltas el proceso del tiempo y todo lo que representa para la mente, el ego y la personalidad. Cuando no hay tiempo eres libre, en ese momento. Presta atención a tu propia experiencia cuando emprendas ese viaje hacia antes del comienzo: en las profundidades de tu propio ser, ¿hay alguna conciencia del paso del tiempo? Si entras suficientemente profundo, hasta ese lugar en el que uno siente que podría quedarse ahí para siempre, reconocerás que el tiempo es la ilusión suprema. Y será evidente para ti que tu apego al tiempo te ha estado impidiendo descubrir tu propia libertad inherente.

El no-tiempo no tiene pasado o futuro, solo la inmediatez liberadora del presente eterno, que no tiene ni principio ni fin.

Cuando despiertas de una forma drástica, ves todo el mundo de la forma y el tiempo, y todo el universo, incluida tu propia historia personal, desde la perspectiva de esa parte más profunda de ti que ya Es: la parte de ti que, de hecho, nunca ha entrado en la corriente del tiempo. Te das cuenta de esto: Nunca he nacido y, por lo tanto, no puedo morir jamás. El mundo entero, y ciertamente todo el universo, está ocurriendo ahí fuera y yo siempre estoy libre de él. Solo el yo es real, porque es la única parte de mí que nunca cambia.

Desde ese lugar de libertad incondicional y glorioso desapego, observas todo el desarrollo del proceso creativo, y todo se vuelve trasparente. Atrévete a permitirte ver a través de la ilusión del tiempo. Atrévete a aceptar esa perspectiva que te permite ver que todo forma parte de una progresión transitoria, y por ende ilusoria, de nacimiento y muerte. Si quieres descubrir la iluminación, tienes que ir tan profundo que sea evidente para ti, al menos en ese momento, que solo el yo es real. Todo lo demás es una ilusión temporal. Confía solo en esto y sé libre, nos dicen los sabios. Mantente desapegado y libre de compromiso con todas las cosa excepto con aquello que es real, y serás un iluminado en esta vida. La mente es una ilusión. El tiempo es una ilusión. El mundo es una ilusión. Sólo el yo es real.

Ésta es la paz que ves en los ojos del místico, la sonrisa en el rostro de Buda. Es el conocimiento liberador de que en esa parte más profunda de tu propio ser, nada ha ocurrido jamás. Cuando esto se vuelva obvio para ti, reirás con la risa inconfundible de alguien que conoce el secreto de los secretos.

Es literalmente revelador descubrir que cuando el pensamiento, el tiempo, el mundo e incluso tu propio cuerpo desaparecen, ¡no te has ido a ninguna parte! Ése es el milagro de los milagros y el misterio de los misterios. ¿Cómo es que cuando todo desaparece, incluidas la mente y la memoria, la esencia más íntimamente sentida de tu propio yo permanece? ¿Y cómo es posible que el yo que permanece cuando el tiempo y la forma desaparecen sea eterno e inalterable? Ese yo nunca ha nacido y nunca morirá.

Desde la perspectiva de la mente racional, una vida humana es un acontecimiento lineal, limitado, circunscrito por la marcha ineludible del tiempo desde el nacimiento hasta la muerte. Pero cuando penetras más allá de la mente, ves, sabes y sientes directamente que no eres meramente un cuerpo, una mente y una personalidad individual que nació y que va a morir, sino ese fundamento vacío del Ser que nunca se ha convertido en nada.

El fundamento primordial es quien tú eres siempre, sin importar lo que aparenten ser las cosas en cualquier momento dado en el tiempo; es la esencia misma de tu propio ser en el nivel más fundamental. ¿Cómo puedes saberlo? Porque, como hemos descubierto, cuando desaparece cada atributo al que habitualmente identificas como tú, tu sentido más profundo del yo sigue estando ahí. Pero ese yo no tiene nombre, ni historia, ni género, ni identidad personal. En realidad no es tu yo: es el YO, el sujeto absoluto. Es singular. La consciencia en este estado primordial es el yo de todo el cosmos: la subjetividad o interioridad de todo lo que existe.

La consciencia no tiene fronteras, no tiene principio ni fin. Las facultades cognitivas de la mente humana no pueden comprender su naturaleza infinita, porque habitualmente nos relacionamos con nuestro propio ser como si fuera una entidad fija, finita, y con cada objeto en el que ponemos nuestra atención como si fuese también fijo y finito. Presta atención y verás que estás constantemente ubicándote y reubicándote en el tiempo y en el espacio, en relación a otras personas y a tu entorno. Tú eres el observador, viviendo en la isla finita de tu propio yo individual, observando un mundo de personas y objetos y lugares que está separado de ti y es externo a ti. Pero cuando dejas ir el tiempo y la mente y el mundo, y caes en las profundidades de la consciencia misma, súbitamente, ese observador que parecía ser finito se tropieza con aquello que es infinito. Es como caer desde un precipicio en un espacio vacío. Pierdes todos los puntos de referencia, porque tu atención está puesta en algo que no es un objeto y que, a la postre, en la impactante claridad de la conciencia iluminada, se revela como algo que no está separado de quien lo está observando. El yo separado se disuelve, el mundo se disuelve, y el tiempo y el espacio parecen colapsar. El observador y el observado son uno y el mismo.

Ya no eres una entidad finita ubicada en un punto fijo en el espacio y el tiempo, relacionado con otros objetos que existen independientemente de ti. Ya no te experimentas a ti mismo como alguien que existe en un determinado punto en el espacio, porque ahora eres uno con el espacio mismo. Cuando las barreras entre el yo y el mundo se disuelven de esta manera, experimentas la transparencia. No sentirás que te encuentras en algún lugar, observando alguna cosa. No sabrás dónde empiezas y dónde acabas, dónde está la parte trasera o dónde está la parte delantera. Esto es lo que tradicionalmente se denomina no-dualidad.

No-dualidad significa no dos, o, dicho de una manera más simple, significa que solo hay Uno. ¿Por qué utilizamos el término no-dualidad? Porque es la descripción más exacta de esa singularidad misteriosa que es casi imposible de describir con palabras. El término Uno deja sitio para la posibilidad de que haya otro. Pero en la singularidad de la consciencia no hay otro. Es Uno sin otro. La consciencia es ese Uno que nunca es dos.

Entonces, ¿qué significa realmente la no-dualidad?

Significa que tu experiencia de tu yo más profundo y mi experiencia de mi yo más profundo y la experiencia de cualquier otro ser humano de su sentido más profundo del yo es Una. Es una y la misma. El viaje de regreso al momento anterior al comienzo es un viaje que va desde los muchos hasta el Uno. Es la paradoja mística: que parece que hay muchos, pero en realidad solo hay Uno. Puede parecer que tú y yo estamos en dos puntos distintos en el espacio. Pero mi yo más profundo y tu yo más profundo son el mismo yo. El interior de todas las cosas es Uno. El interior del cosmos es Uno. Puede parecer que estás sentado ahí leyendo este libro. Puede parecer que yo estoy muy lejos. Pero cuando sigues estas palabras hasta el momento anterior al comienzo de los tiempos, hasta la dimensión más profunda de todas las cosas, lo que experimentas como tu yo más profundo es el mismo yo que yo experimento. Acabamos en el mismo lugar. En esa dimensión interior, no hay aquí y ahí, no hay ningún tú y ningún yo. Sólo está el yo.

Mientras contemplas la naturaleza de la consciencia y despiertas a su subjetividad pura en tu propia percepción, pregúntate:

¿Podría haber alguien más aquí? ¿Hay alguien más? ¿Podría haber alguna cosa separada de este único Yo? Si realmente profundizas en eso, hallarás la respuesta. Si vuelves hasta el momento anterior al comienzo ―anterior al pensamiento, anterior al sentimiento, anterior a tu cuerpo o tu mente, anterior al mundo y a que el universo entero fuera creado―.

¿Qué hay ahí? Sólo estás tú, y tú eres todas las cosas.

Ésa es la libertad que saboreas en el fundamento del Ser: la naturaleza de la consciencia antes incluso de que existiera la idea de otro. Antes de los otros, antes de que hubiera dos, no podía haber relación, o cualquiera de las complejidades que la relación crea. De manera que solo había libertad: la liberación inherente de la consciencia antes de que se ubicara en el tiempo y el espacio, como tú o como yo.

Verás, en cuanto la consciencia se ubica en un determinado tiempo y lugar, como una entidad en particular, pierde conciencia de su libertad inherente. Por eso nos sentimos atrapados con tanta frecuencia. Cuando el yo no está iluminado, se identifica fundamentalmente con la idea de diferencia, sin ser consciente de su unicidad primordial.

¿Por qué algunos de nosotros empezamos misteriosamente a anhelar la liberación espiritual o la iluminación? ¿Por qué buscamos? ¿Por qué oramos? ¿Por qué meditamos?

Porque la consciencia anhela ser libre. La experiencia liberadora del auto-descubrimiento que sientes cuando despiertas al fundamento del Ser es la consciencia que vuelve a despertar a la verdad perenne de que solo es Una, que no es dos. La pregunta ¿quién soy? desaparece ante el reconocimiento de que YO SOY. Ésa es la esencia del descubrimiento de la iluminación: cuando encuentras lo que estabas buscando porque descubres que ya era así, siempre. Eso simplemente es... y YO SOY ESO.

El secreto de la iluminación es la convicción absoluta, inequívoca, de que eso existe.

¿Qué significa esto? Significa que has descubierto una confianza inalterable en la realidad de la no-dualidad: en la revelación mística perenne de que ESO ES... y YO SOY ESO. La confianza en aquello que nunca puede ser visto o conocido es la base misma del estado iluminado. El Ser es inasible, inescrutable, siempre elusivo y, sin embargo, es el único lugar en el que puedes encontrar la verdadera confianza en la vida. ¿Por qué? Porque es la Fuente de la vida misma.

La experiencia consciente de Ser, que es lo que es la iluminación, siempre ha sido la respuesta última a las preguntas espirituales más fundamentales: ¿Quién soy? ¿Por qué estoy aquí? Aquellos que han saboreado la conciencia iluminada encontrarán que en esa experiencia cualquier rastro de duda existencial desaparece instantáneamente, junto con todas las preguntas que la acompañan. Ni siquiera es que sean respondidas, sino que las preguntas pierden su significado. Cuando localizas la naturaleza no relativa, o absoluta, de la consciencia en las profundidades de tu propio ser, la experimentas como una claridad que está vacía de contenido, como una masa llena de nada en particular, como un conocimiento profundo que disuelve todas las preguntas. En ese estado carente de preguntas, estás profundamente arraigado y eres radicalmente libre, respaldado por una confianza absoluta en el conocimiento de ninguna cosa que cambia todas las cosas. La experiencia de ese terreno vacío es la respuesta: la única respuesta que siempre nos libera, a todos y cada uno de nosotros. Simplemente sabes, inequívocamente, antes del pensamiento, que Yo soy. Ésa es la única respuesta: YO SOY. No hay ningún por qué.

Todo el mundo quiere iluminarse, pero nadie quiere cambiar.

Andrew Cohen


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