La iluminación espiritual

Moralejas de Bayazid Bastami

EL MÍSTICO BAYAZID

Unas buenas notas relacionadas con el sabio Bayazid Bastami.

Se dice de un místico sufí, Bayazid, que fue un hombre tremendamente feliz, casi extático. Nunca nadie lo vio infeliz, nunca nadie lo vio triste, nunca nadie lo vio haciendo algo como de mal humor, como quejándose. Fuera lo que fuera, era feliz. No siempre era todo bueno, no era siempre bueno para otros. A veces no había comida, pero era feliz. Algunas veces, durante días vivía sin comida, pero era feliz. Algunas veces no tenía ropa, pero era feliz. Algunas veces tenía que dormir bajo el cielo, pero era feliz. Su felicidad permaneció imperturbable. Fue incondicional.

SUPERACIÓN

Cambiar yo para que cambie el mundo…

El sufí Bayazid Bastami decía acerca de sí mismo: De joven yo era un revolucionario y mi oración consistía en decir a Dios: Señor, dame fuerzas para cambiar el mundo.

A medida que fui haciéndome adulto y caí en la cuenta de que me había pasado media vida sin haber logrado cambiar a una sola alma, transformé mi oración y comencé a decir: Señor, dame la gracia de transformar a cuantos entran en contacto conmigo. Aunque solo sea a mi familia y a mis amigos. Con eso me doy por satisfecho.

Ahora, que soy un viejo y tengo los días contados, he empezado a comprender lo estúpido que yo he sido. Mi única oración es la siguiente: Señor, dame la gracia de cambiarme a mí mismo.

Si yo hubiera orado de este modo desde el principio, no habría malgastado mi vida.

REALIDAD

Un hombre le pidió a Bayazid que lo aceptara como discípulo.

Si lo que buscas es la Verdad, le dijo Bayazid, hay una serie de requisitos que respetar y unos deberes que cumplir.

¿Y cuáles son?.

Tendrás que acarrear agua, cortar leña, limpiar y cocinar.

Estoy buscando la Verdad, no un empleo, dijo el hombre, a la vez que se marchaba.

LA ILUMINACIÓN

¡Haz algo! La última barrera es la idea de estar vacío, de estar iluminado, de haberlo conseguido, de haber accedido, de haber conocido, de haber descubierto a Dios. Ésta es la última barrera; porque, al darse cuenta de esto, aún está pendiente el yo. Los objetos han cambiado, pero tú no. Primero, estabas pendiente de los ricos, de tu prestigio, de tu poder, de tu dominio, de tu casa, de tu auto; ahora, estas cosas han cambiado: ahora, es el vacío, la iluminación, Dios. Pero tus manos aún no están abiertas, y llevas algo dentro de ellas. Tus manos están cerradas. La misma palabra vacío significa que ahora no tienes nada, ni siquiera alguien que pueda declarar.

Si no puedes deshacerte de ella, carga con ella, échala afuera, vacíala, pero no te quedes ahí parado frente a mí, sin nada en la cabeza.

Sucedió que un místico sufí, Bayazid de Bistam al creer estar iluminado, se acercó a su maestro y le dijo:

  • ¡Lo descubrí!

El maestro no lo miró, como si no lo hubiera oído. No le prestó atención, como si no estuviera allí. Y traía noticias tan importantes:

  • ¡Lo conseguí!

El maestro no le prestó ninguna atención; siguió hablando con los demás. Bayazid creyó que el maestro no lo había oído, y volvió a decirle:

  • ¡Lo conseguí, logré el objetivo!

El maestro replicó:

  • Cállate, cállate. Cuéntame cuando no haya nadie. Entonces, tuvo que esperar.

Era demasiado tiempo, pues el yo siempre está impaciente. Y la gente no dejaba de ir y venir. Al atardecer, no hubo gente durante un rato, y Bayazid dijo:

  • Escúchame ahora: ¡lo he conseguido!

Dijo el maestro:

  • ¿Todavía estás ahí? Cuando no haya nadie, cuéntame.

Si estás ahí, ¿Cómo puedes lograrlo? Contigo ahí, todo sigue igual, de un modo sutil. Si no te abandonas por completo, no puede suceder.

LA MUERTE

Aquellos que han conocido la vida en su centro más interno, afirman que la muerte es Dios. Que no es solamente un descanso; sino una resurrección, una nueva vida, un nuevo comienzo. Una nueva puerta se abre.

Cuando un místico sufí, Bayazid, se estaba muriendo, la gente que se había congregado a su alrededor, sus discípulos, se vieron sorprendidos de repente, porque cuando llegó el instante final, su rostro se volvió radiante, tremendamente radiante. Tenía una hermosa aura.

Bayazid fue un hermoso hombre y sus discípulos siempre habían percibido un aura a su alrededor, pero nunca habían visto nada como esto, tan radiante.

Le preguntaron, Bayazid, dinos qué es lo que te ha sucedido, qué es lo que te está sucediendo. Antes de que nos dejes, entréganos tu último mensaje.

El abrió sus ojos y dijo, Dios me está dando la bienvenida, voy a su encuentro. Adiós. Cerró sus ojos y dejó de respirar, pero en el momento en que dejó de respirar hubo una explosión de luz. La habitación se inundó de luz y luego esa luz desapareció.

Cuando una persona ha conocido la trascendencia en sí mismo, la muerte no es más que otra cara de Dios. Entonces la muerte es una danza en su honor. Y a menos que seas capaz de celebrar la muerte misma, recuérdalo, te habrás perdido la vida; Toda la vida no es más que una preparación para esta culminación.

Este es el significado de esta bella historia.

Cuando el rabino Bimham yacía en su lecho de muerte, su esposa se echó a llorar. El le dijo, ¿Por qué lloras? Toda mi vida no ha sido otra cosa que un aprender a morir.

Toda su vida había sido simplemente una preparación, una preparación para aprender los secretos del morir.

Todas las religiones no son nada más que una ciencia, o un arte, para enseñarte cómo morir. Y el único modo de enseñarte cómo morir es enseñarte cómo vivir. No están separados. Si conoces el modo correcto de vivir, sabrás cuál es el modo correcto de morir.

Por eso lo primero, lo más fundamental es cómo vivir. Déjame decirte unas cuantas cosas. Primero, tu vida es tu vida, no es la vida de nadie más. No permitas que nadie te domine, no dejes que otros te dicten lo que has de hacer. Eso es una traición a la vida. Si dejas que otros te digan lo que has de hacer, sean tus padres, la sociedad, tu sistema educativo, tus políticos, tus sacerdotes, sean los que sean, si te dejas dominar por los demás, te perderás tu vida. Porque el dominar proviene del exterior y la vida está en tu interior. Nunca se encuentran. No te estoy diciendo que tengas que ser alguien que siempre diga no a todo. Eso tampoco sirve.

Hay dos clases de gente. Una pertenece al tipo obediente, dispuesto a entregarse a cualquiera. No poseen en su interior un alma independiente. Son inmaduros, infantiles, siempre buscando la figura del padre, buscando a alguien que les diga lo que han o lo que no han de hacer. No son capaces de confiar en sí mismos. Esa gente forma la mayor parte de la población mundial, las masas.

Luego, en oposición a esa gente, existe una pequeña minoría que rechaza la sociedad, que rechaza los valores de, la sociedad. Ellos creen que son rebeldes. No lo son; son solo reaccionarios. Tanto si escuchas a la sociedad como si rechazas la sociedad, si la sociedad permanece siendo el factor determinante, entonces eres dominado por la sociedad.