La iluminación espiritual

La moraleja de la zanahoria

POR: ANTHONY DE MELLO

Imagen; La moraleja de la zanahoria; Anthony De Mello

EL ACTO DE CARIDAD

Una anciana falleció y fue llevada por los ángeles ante el Tribunal. Pero, al examinar su historial, el Juez descubrió que aquella mujer no había realizado un solo acto de caridad, a excepción de cierta ocasión en que había dado una zanahoria a un mendigo famélico.

Sin embargo, es tan grande el valor de un simple acto de amor que se decretó que la mujer fuera llevada al cielo por el poder de aquella zanahoria. Se llevó la zanahoria al tribunal y le fue entregada a la mujer. En el momento en que ella tomó en su mano la zanahoria, ésta empezó a subir como si una cuerda invisible tirara de ella, llevándose consigo a la mujer hacia el cielo.

Entonces apareció un mendigo, el cual se agarró a la orla del vestido de la mujer y fue elevado junto con ella; una tercera persona se agarró al pie del mendigo y también se vio transportado. Pronto se formó una larga hilera de personas que eran llevadas al cielo por aquella zanahoria. Y, por extraño que pueda parecer, la mujer no sentía el peso de todas aquellas personas que ascendían con ella; y además, como ella no dejaba de mirar al cielo, ni siquiera las veía.

Siguieron subiendo y subiendo, hasta llegar prácticamente a las puertas del cielo. Entonces la mujer miró hacia abajo, para echar una última ojeada a la tierra, y vio toda aquella hilera de personas detrás de ella. Aquello la indignó y, haciendo un imperioso ademán con su mano, gritó: ¡Fuera! ¡Fuera todos de ahí! ¡Esta zanahoria es mía!.

Pero, al hacer aquel imperioso gesto, soltó la zanahoria por un momento... y se precipitó con todos hacia abajo.

Hay un solo motivo de todos los males de la tierra: ¡Esto me pertenece!.

LA CARIDAD DE LOS RICOS

Me encanta servirte... pero insisto en que me lo agradezcas.

Una enjoyada duquesa salió, a altas horas de la noche, de un elegante hotel de Londres donde había cenado y asistido a un baile de caridad a beneficio de los niños abandonados.

Estaba a punto de subir a su Rolls Royce cuando un andrajoso pilluelo se le acercó suplicante: Por caridad, señora, deme seis peniques. Llevo dos días sin comer...

La duquesa le rechazó con un gesto y le dijo: ¡Desagradecido tunante! ¿No te das cuenta de que he estado bailando para ti toda la noche?


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