La iluminación espiritual

La misionera que amo los pobres

EL AMOR DE TERESA DE CALCUTA

La misionera de la pobreza, con un amor extraordinario.

La Madre Teresa de Calcuta, la misionera asombrosa que fundó la congregación de las Misioneras de la Caridad en Calcuta en 1950. Ella, la misionera que no solo sobrellevó el dolor provocado por su falta de fe, sino que también sintió graves dudas sobre la existencia de Dios: ¿Dónde está mi fe? Incluso en lo más profundo... no hay nada, excepto vacío y oscuridad... Si hay un Dios, por favor, perdóname.

La Madre Teresa de Calcuta alcanzó en su misión un grado de espiritualidad que trasciende su propia religión. Ella, siempre daba muestra de amor, respiraba amor hasta en lo mas simple. Una vez le preguntaron: ¿Cuál es la cosa más bella de todas? y la misionera de la caridad respondió con exactitud y humildad; El Amor.

Veamos como la Madre Teresa de Calcuta manifestaba el Amor...

EL AMOR

El amor, para que sea auténtico, debe costarnos por eso ama hasta que te duela. Si te duele es buena señal. Ama hasta el dolor y para eso debes hacer que el amor esté siempre encendido, no debemos de dejar de ponerle aceite.

Hay una cosa muy bonita: compartir la alegría de amar. Amarnos los unos a los otros.

EL AMOR AL PRÓJIMO

Preferiría cometer errores con gentileza y compasión antes que obrar milagros con descortesía y dureza.

Darle a alguien todo tu amor nunca es seguro de que te amarán de regreso, pero no esperes que te amen de regreso; solo espera que el amor crezca en el corazón de la otra persona, pero si no crece, sé feliz porque creció en el tuyo. Hay cosas que te encantaría oír, que nunca escucharás de la persona que te gustaría que te las dijera, pero no seas tan sordo para no oírlas de aquel que las dice desde su corazón.

EL SILENCIO

Resulta muy difícil predicar cuando no se sabe cómo hacerlo, pero debemos animarnos a predicar. Para ello, el primer medio que debemos emplear es el silencio. El silencio de la boca nos enseñará muchísimas cosas: a hablar con tu interior; a estar alegres en los momentos de desolación; a descubrir muchas cosas prácticas para decir.

Guardemos, entonces, el silencio de los ojos, el cual nos ayudará siempre a ver nuestro interior. Los ojos son como dos ventanas a través de las cuales el amor y el mundo penetran en nuestro corazón.

El silencio nos proporciona una visión nueva de todas las cosas. Las palabras que no procuran la luz del amor no hacen mas que aumentar en nosotros la confusión.

LA ORACIÓN

La oración ensancha el corazón, hasta hacerlo capaz de contener el don del Amor. Sin Él, no podemos nada. La oración significa para mí la posibilidad de unirme al Amor las 24 horas del día para vivir con Él, en Él y para Él.

Si oramos, creemos. Si creemos, amaremos. Si amamos, serviremos.

Es imposible comprometerse en una misión directa, si no es desde una auténtica oración. Debemos tratar de ser uno con el Amor. Nuestra actividad no será verdaderamente de servicio si no permitimos obrar al amor en nosotros y a través de nosotros.

Para que la oración sea realmente fructuosa, ha de brotar del corazón y debe ser capaz de amar sin condiciones. Orad sencillamente, como los niños, movidos por un fuerte deseo de amar mucho y de convertir en objeto de propio amor a aquellos que no son amados.

La plegaria perfecta no consiste en una palabrería, sino en el fervor del deseo que eleva los corazones hasta el amor mas puro. Nuestras acciones solo pueden producir frutos, cuando son expresión verdadera de una plegaria sincera.

Frecuentemente nuestra oración no produce efecto por no haber fijado nuestra mente y nuestro corazón en el Amor, por medio de quien únicamente nuestra oración puede ir directamente a Dios.

Yo lo miro y El me mira; constituye la perfecta oración.

Nunca debiéramos ceder a la costumbre de aplazar nuestra oración, sino hacerla con la comunidad. El fracaso o la perdida de la vocación proviene también de la desidia en la oración.

La oración ensancha el corazón delicado hasta el punto de estar en condiciones de acoger el don del propio Dios. Dios se compadece de la debilidad pero no quiere el desánimo.

En El vivimos, nos movemos y existimos.

No basta orar generosamente, hemos de orar con fervor y devoción. La oración que brota de nuestra mente y de nuestro corazón y que recitamos sin necesidad de leer en ningún libro... se llama oración mental. Solo por medio de la oración mental y la lectura espiritual, podemos cultivar el don de la oración.

La oración mental es una gran aliada de la pureza de alma.

Los mejores medios para alcanzar un franco progreso espiritual son la oración y la lectura espiritual. La cosa más importante no es lo que decimos nosotros, sino lo que nuestro interior nos dice a nosotros. El amor está siempre allí, esperándonos. En el silencio nosotros escuchamos su voz.

Debemos amar la oración.

LA ORACIÓN Y EL SILENCIO

El silencio es lo más importante para orar. Las almas de oración son almas de profundo silencio. Y lo necesitamos para poder ponernos verdaderamente en presencia de nuestro interior y escuchar lo que nos quiere decir.

Este silencio debe ser tanto exterior como interior, dejando de lado nuestras preocupaciones. Debemos acostumbrarnos al silencio del corazón, de los ojos y de la lengua. El silencio de la lengua nos ayuda a hablar a nuestro interior. El de los ojos, a verlo.

Nuestro interior es amigo del silencio, que nos da una visión nueva de las cosas. No es esencial lo que nosotros decimos, sino lo que el interior nos dice y dice a través de nosotros.

El fruto del silencio es la oración.
El fruto de la oración es la fe.
El fruto de la fe es el amor.
El fruto del amor es el servicio.
El fruto del servicio es la paz.

LA ALEGRÍA

El que tiene Amor en su corazón, desborda de alegría. La tristeza, el abatimiento, conducen a la pereza, al desgano.

Nuestra alegría es el mejor modo de predicar el amor. Nuestros hermanos al ver la felicidad en nuestros ojos, tomarán conciencia de su condición de hermandad. Pero para eso debemos estar convencidos de eso.

Superemos siempre el desaliento... nada de esto tiene sentido si hemos comprendido la ternura del amor.

La alegría es nuestra fuerza. Todos nosotros, si tenemos amor de verdad dentro nuestro, debemos llevar la alegría como novedad al mundo. La alegría es oración, la señal de nuestra generosidad, de nuestro desprendimiento y de nuestra unión interior.

SERVICIO A LOS DEMÁS

Si no se vive para los demás, la vida carece de sentido.

¿Qué descuido podremos tener en el amor? tal vez en nuestra propia familia haya alguien que se sienta solo, alguien que este viviendo una pesadilla, alguien que se muerde de angustia, y estos son indudablemente momentos bien difíciles para cualquiera.

Cuando en la pobreza nos ocupamos del enfermo y del necesitado, estamos tocando el cuerpo sufriente de Cristo y este contacto se torna heroico; nos olvidamos de la repugnancia y de las tendencias naturales que hay en todos nosotros.

El que no sirve para servir, no sirve para vivir.

El amor no puede permanecer en sí mismo. No tiene sentido. El amor tiene que ponerse en acción. Esa actividad nos llevará al servicio. Muchas veces basta una palabra, una mirada, un gesto para llenar el corazón del que amamos.

AMAR LO QUE UNO HACE

No es lo importante lo que uno hace, sino cómo lo hace, cuánto amor, sinceridad y fe ponemos en lo que realizamos. Cada trabajo es importante, y lo que yo hago, no lo puedes hacer tú, de la misma manera que yo no puedo hacer lo que tú haces. Pero cada uno de nosotros hace lo que mejor puede hacer.

Sólo siendo sinceros y trabajando con Amor, poniendo en ello toda nuestra alma, podremos llevar la salvación a los demás. Pero para ello es necesario que no perdamos nuestro tiempo mirando y deseando hacer lo que hacen los demás.

El amor que ponemos en lo que hacemos es lo que realmente tiene significado y si el trabajo es dificultoso, mayor ha de ser nuestra fe y más alegre nuestra devoción.

No puedo parar de trabajar. Tendré toda la eternidad para descansar.

A veces sentimos que lo que hacemos es tan solo una gota en el mar, pero el mar sería menos si le faltara una gota.

LA POBREZA

La pobreza es la esperanza del mundo porque nos proporcionan la ocasión de amar a través de los pobres. Son el don de la humanidad, para que nos enseñen una manera diferente de amar, buscando siempre la manera de dignificarlos y rescatarlos.

Los pobre son el signo de la presencia de unidad entre nosotros, ya que en cada uno de ellos es donde el amor se hace presente. Por eso, lo importante no es cuántas cosas hicimos, sino cuánto amor pusimos en ellas.

No podemos hacer grandes cosas, pero sí cosas pequeñas con un gran amor.

La Madre Teresa de Calcuta