La iluminación espiritual

Mensajes sabios

POR: ANTHONY DE MELLO

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UNOS CUENTICOS SABIOS

Se decía de un santo que, cada vez que salía de su casa para ir a cumplir sus deberes religiosos,
solía decir: ...Y ahora te dejo, Señor. Me voy a la iglesia.

EL CANTO DEL PAJARO

Paseaba un monje por los jardines del monasterio cuando de pronto, oyó cantar a un pájaro. Embelesado, se detuvo a escuchar. Le pareció que nunca hasta entonces había escuchado, lo que se dice escuchar, el canto de un pájaro. Cuando el pájaro dejó de cantar, el monje regresó al monasterio y, para su consternación, descubrió que era un extraño para los demás monjes, y viceversa. Pasó algún tiempo hasta que tanto ellos como él descubrieron que había tardado siglos en regresar. Como su escucha había sido total, el tiempo se había detenido, y él se había introducido en la eternidad. La oración resulta perfecta cuando se descubre la intemporalidad. La intemporalidad se descubre a través de la claridad de percepción. La percepción se hace clara cuando se libera de los prejuicios y de toda consideración de pérdida o provecho personal. Entonces se ve lo milagroso, y el corazón se llena de asombro.

OJOS VENDADOS

Cuando el Maestro invitó al Gobernador a practicar la meditación, y éste le dijo que estaba muy ocupado, la respuesta del Maestro fue: Me recuerdas a un hombre que caminaba por la jungla con los ojos vendados y que estaba demasiado ocupado para quitarse la venda. Cuando el Gobernador alegó su falta de tiempo, el Maestro le dijo: Es un error creer que la meditación no puede practicarse por falta de tiempo. El verdadero motivo es la agitación de la mente.

EL HOMBRE

Un experto en rendimiento laboral le presentaba su informe a Henry Ford: Como puede usted ver, señor, el informe es altamente favorable, excepto en lo referente a ese individuo que está en el vestíbulo. Siempre que paso por allí, él está sentado y con los pies encima de la mesa. Está malgastando su dinero, señor. Ese hombre, replicó Ford, tuvo una vez una idea que nos hizo ganar una fortuna, y creo recordar que sus pies se encontraban entonces en el mismísimo lugar en que se encuentran ahora. Había un leñador que se agotaba malgastando su tiempo y sus energías en cortar madera con un hacha embotada, porque no tenía tiempo, según él, para detenerse a afilar la hoja.

DIOS SIN HOGAR

Erase una vez un bosque en el que los pájaros cantaban de día, y los insectos de noche. Los árboles crecían, las flores prosperaban, y toda clase de criaturas pululaban libremente. Todo el que entraba allí se veía llevado a la Soledad, que es el hogar de Dios, que habita en el silencio y en la belleza de la Naturaleza. Pero llegó la Edad de la Inconsciencia, justamente cuando los hombres vieron la posibilidad de construir rascacielos y destruir en un mes ríos, bosques y montañas. Se levantaron edificios para el culto con la madera del bosque y con las piedras del subsuelo forestal. Pináculos, agujas y minaretes apuntaban al cielo, y el aire se llenó del sonido de campanas, de oraciones, cánticos y exhortaciones...

Y Dios se encontró de pronto sin hogar.

¿Dios oculta las cosas poniéndolas ante nuestros ojos!


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