La iluminación espiritual

LGTB o GLBT

EL SEXO Y LIBERTAD SEXUAL

Mientras la Naturaleza se obstina en dividir claramente los sexos, algunas personas no lo tienen tan claro ni lo viven como Natura espera, y se deciden por comportamientos alternativos donde caben otras opciones a la hora de la relación sexual, y algunos países de Europa, particularmente España- se han convertido en paraísos de libertad para aquellos cuyas tendencias sexuales no andan homologadas con las del común de los humanos. Alemania acaba de legalizar el matrimonio entre personas del mismo sexo, como antes ya sucedió en España, y en su vecina Portugal, mientras aparece como bandera de exigencia en países tradicionalmente machistas de América Latina. Lo primero que llama la atención es su carácter reivindicativo, lo segundo su vocación internacionalista. El último fin de semana de Junio se han dado cita en Madrid cientos de miles del colectivo mundial de lesbianas, gay y trans y bisexuales para poner en evidencia ambos aspectos.

¿A qué se debe un fenómeno emergente de tanto alcance? Hay que empezar por tener en cuenta que hay dos energías que tienden a salir a flor de piel, y que antes o después lo hacen: el deseo sexual reprimido y el enfado sufrido en silencio y soledad al ser perseguido por leyes, policías, sociedad y hasta por la propia familia quienes no se sienten cómodos en un cuerpo cuyo aspecto externo no corresponde con sus inclinaciones sexuales. Debe ser duro sentirse mujer y tener cuerpo de hombre y al revés, a la hora de desear expresarse sexualmente. No olvidemos el poder que la energía sexual tiene en cada uno de nosotros hasta la misma vejez.

Sentirse niño en cuerpo de niña o niña en cuerpo de niño, es, desde la edad escolar, un desconcertante sentimiento a la par que un foco de incomprensión, burla y rechazo entre el resto, que crece con la edad y se agrava a la hora de optar por un trabajo o desenvolverse en un medio laboral machista. Y esta situación tiende a hacerse crónica y difícilmente soportable a medida que se tiene que vivir el sexo clandestinamente, a menudo envuelto en sentimientos contradictorios entre la culpa, el placer y el miedo. Por ello se comprende el nombre con que se da a conocer en el mundo el llamado orgullo gay, la valentía de salir de la clandestinidad y dar la cara reivindicando el derecho a ser aceptado como lo que uno desea ser: libre para expresar su sexualidad. ¿Deben ser condenados por ello?

¿Es posible al menos una posición neutral, es decir, de tolerancia y de comprensión hacia lo gay?... Cada persona es libre de sentir esto o lo otro, porque Dios nos creó libres, pero hasta en la misma Europa hay países donde se les maltrata y se les hace la vida imposible, y- fuera de Europa además -, se les persigue, se les condena al látigo o a la prisión o se les envía al verdugo... Esto justifica sobradamente este movimiento mundial y el apoyo que merece su valor.

Comprendo que el sistema rechine los dientes en tantos sitios. Está por medio el patriarcado, las leyes de herencia, las religiones, la homofobia popular de honda raíz en los núcleos rurales y la cuestión de la reproducción. Según los casos, uno hablan de inmoralidad, otros del miedo a estancarse la población y otros simplemente expresan la intolerancia machista del patriarcado y la opinión ambiental de las mentes estrechas. A todos ellos les molesta la sexualidad libre, pero ¿molesta a Dios? No sé de una sola frase en ningún texto religioso, ya sea en los Vedas, el Corán, el Antiguo Testamento o en las enseñanzas de Jesús donde se repudie o se considere pecado la relación homosexual. Así que desde el punto de las religiones, el atacar esta tendencia es una impostura más.

Es verdad que solo a través de dos sexos distintos se propaga la especie, y es verdad que si las tendencias homosexuales fuesen predominantes, la humanidad encogería, lo que dificultaría enormemente la posibilidad de reencarnar en este Planeta, y por tanto, de purificar el alma a quienes quieren venir, pero también es verdad que propagar la especie no es precisamente la vocación de los gobernantes homófobos. No hay más que ver con qué entusiasmo montan guerras y atacan los ecosistemas del Planeta hasta llevarlo al estrés climático que sufrimos. No hay más que ver con qué soberano desprecio contemplan y reprimen a los solicitantes de asilo que claman por una vida digna en las fronteras de esta misma Europa que apoya el orgullo gay. ¿Tendrá más valor para los gobiernos el sexo libre que la vida de los refugiados de sus propias guerras?

De cualquier modo no quiero cerrar esta reflexión –aún a sabiendas de su brevedad dado el asunto- sin recordarnos que sexo y libertad sexual no quiere decir amor. Las hormonas se suelen llevar mal con tan alto sentimiento. El amor está por encima del sexo aunque a veces compartan terreno, pero viendo las manifestaciones del orgullo gay, parece que ponen demasiado el acento en la manifestación sexual, aunque a la hora de la verdad, habría que ver lo que hay de amor en las parejas, sean gay o no lo sean. Esta clase de fiesta, tal como se produce, tiene mucho de espectáculo cirquense y se pasa de exageración. Dios es amor, pero no es amor sexual, es amor espiritual, y es justo la clase de amor que nos hace realmente libres y que de generalizarse haría innecesarias fiestas como la que comentamos.

El amor siempre se pone de parte del otro, sea quien sea, y no necesita pancartas, ni carrozas ni exhibiciones de ninguna clase. Existe y se contenta en ello: esa es la verdadera fiesta del amor, que sucede en el interior de la conciencia y que forma parte del amor universal, que es la fuerza sagrada de Dios. Esta es la primera que merece celebrarse porque de ella depende el destino de todos nosotros, sea cual sea nuestra tendencia sexual.