La iluminación espiritual

El humor de Jesús

LA MEDICINA DEL HUMOR

Hay una frase del libro de los Proverbios (17,22) que afirma: "un corazón alegre es la mejor medicina; un espíritu abatido termina por secar los huesos. El humor es la medicina de Dios. En la resurrección de Jesús definitivamente Dios se sonríe ante la supuesta pretensión absoluta de la muerte por devorarlo todo.

A menudo tenemos la tentación de hacer un Jesús sin humanidad y sin sentido del humor. Que en los Evangelios no aparezca Jesús riendo, no significa que no lo haya hecho. Por lo general, tenemos una imagen tan poco humana de Jesús que nos cuesta imaginarlo con una sonrisa, mucho menos riéndose o diciendo algún chiste. No vemos el humor que hay escondido en los Evangelios. Hay muchos ejemplos, solo hay que buscarlos. Jesús no era frívolo, ni superficial pero -a veces- decía cosas bastante ocurrentes, con mucho sentido del humor y con una sagaz ironía.

Pensemos -por ejemplo- en la famosa frase de "pasar un camello por el ojo de una aguja" (Mt 19,24). Jesús utiliza una figura bien cómica en esta frase; o "guías ciegos, que cuelan el mosquito y tragan el camello" (Mt 23,24-25). ¡Imagínese la epiglotis que necesitamos en la laringe para que pase un camello por la garganta! Otra figura simpática: "echar perlas a los cerdos" (Mt 7,6). ¿Se imaginan canchitos barrosos vestidos con deslumbrantes perlas? O aquella imagen que emplea afirmando que los fariseos son "lobos vestidos de oveja" (Mt 7,15). ¡Hay que imaginarse el disfraz de un lobo enmascarado con una inocente ovejita! Una hay fina ironía de Jesús cuando dice: "si tu ojo derecho te es ocasión de caída, sácalo. Si tu mano derecha te es ocasión de pecado, córtala (Mt 5,29). ¡Si tomáramos literalmente esta frase, los basureros estarían llenos de órganos extirpados y el mundo, lleno de tuertos y mancos!

Las palabras de Jesús, "no anden con cara triste, como los hipócritas que desfiguran su rostro para que todos noten que están ayunando" es un directa alusión a los escribas y fariseos. A los letrados de su tiempo les hace burla, recitándoles los versos que decían los niños en las plazas: "hemos tocado el arpa y no han cantado, la cítara y no han bailado. Jesús les reprocha que sean unos inmaduros e inconformistas. A uno de sus principales discípulos –a Simón- lo llama Piedra que luego utilizamos como Pedro, tal vez aludiendo –con cierto humor- a lo cabeza dura y a la terquedad de su amigo.

. Es simpático el comentario de Jesús sobre Juan el Bautista (Cf. Lc 7,24-26), que podríamos parafrasear: "¿Qué esperaban encontrar ustedes en pleno desierto, un predicador con saco y corbata?". No falta un cierta acidez en el comentario sobre la mujer "que había sufrido mucho por los médicos, gastando todo lo que tenía, sin haber aprovechado nada, estando incluso peor"(Mc 5,26). Cuando dialoga con Nicodemo –un respetable y anciano rabino- Jesús utiliza la paradoja desconcertándolo ante la propuesta de "nacer de nuevo".

La figura de Zaqueo también tiene claros ribetes cómicos (Cf. Lc 19,1-10). Cobrador de impuestos, funcionario del imperio romano, rico y socialmente importante, con cierto prestigio. Como era petiso, tuvo que treparse a un árbol para ver a Jesús. El pobre Zaqueo perdió toda la compostura de su oficio y -como un fanático más que quiere ver a su ídolo popular- se trepó –como un chico- al primer árbol que encontró en el camino por donde iba a pasar Jesús. Seguramente, ver a un funcionario público, colgado y trepado en la copa de un árbol, era –tanto ayer como hoy- una situación muy cómica.

Incluso hasta en los milagros se manifiesta el sentido del humor. El Evangelio de Marcos dice que Jesús estaba solo, en tierra y viendo cómo se cansaban sus discípulos remando en contra del viento y fue hacia ellos, caminando sobre el agua como si quisiera pasar de largo. No le parece suficiente andar sobre el agua sino que también hace ademán de pasar de largo. Como si tal cosa. ¡Vaya susto el de los discípulos!, ¡Cómo se habrán reído después -todos juntos- una vez que Jesús subió a la barca y se calmó el viento!

En otra ocasión, en el milagro de la multiplicación de los panes, Jesús les dice previamente a los Apóstoles que ellos mismos den de comer al gentío. Debieron quedarse con la boca abierta. ¡Dar de comer a cinco mil hombres sin contar a las mujeres y los niños! Tal vez Jesús sonreía al ver la cara de asombro de los suyos.

¿Acaso Jesús no era más humano y alegre que su primo Juan Bautista, su austero pariente? El Señor comía y bebía, y algunos lo criticaban diciendo que era un comilón y un bebedor, amigo de publicanos y pecadores (Mt 11,18-19). ¿No advertimos el humor que hay en la parábola del fariseo que ridículamente se alaba a sí mismo al lado del publicano despreciado? (Cf. Lc 18,9-14

El Evangelio es una buena noticia, una noticia alegre, gozosa, exultante. Jesús –después de su Resurrección- tampoco perdió su agudo sentido del humor irónico. Como quien no está enterado de nada, en el camino a Emaús, con cara de inocente, les pregunta a los discípulos qué pasó en esos días. Ellos cándidamente le contestan (Cf. Lc 24,19) y ni se dan cuenta que es Jesús. Afirman que algunos discípulos fueron al sepulcro, "pero a él no lo vieron" (24,24), ¡cuando ellos mismos lo estaban viendo con sus propios ojos en ese momento! Quizás –aquí también- Jesús, sonreía por dentro.

¿Vos te lo imaginás a Jesús sonriente, alegre, irónico, disfrutando de la vida, gozoso, con sentido del humor y disfrutando de la fiesta?; ¿qué cosas de tu persona y de tu vida creés que le arrancan a Jesús una pícara sonrisa?; ¿acaso no es bueno pensar que –de vez en cuando- Dios y la vida nos sonríen un poco?